Es necedad dedicar esfuerzo, tiempo, y energías mentales, en pos de una venganza que nos hace más daño a nosotros que al tal enemigo que, ignorante o indiferente, se lo pasa tan bien, y ni siquiera se acuerda del asunto. No digas: Yo me vengaré; espera a Dios y Él te salvará. (Proverbios 20:22).
Hay, pues, que renunciar a esa venganza, a esa timidez, a ese complejo. No resistir, repetimos, ni enfrentarnos a estas cosas que no podemos modificar. Y aprendamos y acostumbrémonos a convivir con ellas. Decía don Quijote a Sancho: «No te avergüences de ser linaje de labradores, pues viendo que no te corres, ninguno se pondrá a correrte». (Cervantes).
Y es que la aceptación de sí mismo, es raíz y origen de mucha dicha y serenidad. En cambio, la negativa a aceptarse es un tormento continuo y sin fin. A fin de cuentas, tienes que dormir y comer todos los días, y convivir continuamente con esa persona que tanto te disgusta; y que resulta que esa persona tan defectuosa eres tú mismo.
Repetiremos una vez más; el sometimiento voluntario a la voluntad de Dios es la clave, y el apóstol Pablo es un paradigma de abandono y aceptación, ante esas actitudes y resistencias tan perjudiciales y dolorosas (Filipenses 4:11, 12).
Cuando los judíos de Antioquía de Pisidia se enfrentaron al apóstol Pablo, éste contestó claramente ante sus blasfemias y contradicciones: A vosotros, a la verdad, era necesario que se os hablase La Palabra de Dios; mas, puesto que la desecháis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí nos volvemos a los gentiles. (Hechos 13:46).
Así que nada de porfiar. Marchó a otro lugar, y volvió a empezar con otras gentes y otra situación. ¿Para qué altercar? Siempre altercando y pasándolo de lo peor. Por eso, el amor humilde que se rinde y se entrega totalmente en las manos del Señor hace morir en nosotros al «viejo hombre», luchador y camorrista, en contra del devenir de los casos y acontecimientos, en contra, en fin, de la voluntad de Dios que los dispone.
Esto sucede hoy día con los nuevos teólogos de todas las confesiones que no se cansan de formular herejías ya no solo sobre su propia Iglesia, con críticas acerbas y ofensivas, sino contra la misma figura de Cristo, con descripciones sobre tan divina persona que no son aceptables en la Iglesia, sea esta de cualquier constitución que sea. Jesús es quien Él dijo que era y en eso ya no tiene por qué haber una sola discusión más. Está escrito.
Que esto sea la condición normal cristiana, no lo creo, aunque mi palabra se dirija a veces en tonos más bien de admonición. Pero si Cristo dice: nadie viene al padre sino por mí. No hay nada más que añadir ni parece admitir otra interpretación que la lectura normal del texto bíblico. Y ¿Qué más va uno a decir, aunque a muchos les parezca demasiado dogmático? No le ofendo intencionadamente; simplemente creo así.
Si yo creo en un Dios Creador y Salvador, es lógico que choque contra el que piensa de distinta manera, aunque al exponer o proclamar mi fe o convicción, pueda tal vez ir contra la idea del que no piensa como yo. Necesariamente si digo que Dios existe y que es Creador, choco de inmediato con el evolucionista que sabe mucho del como, pero no del porqué, y claro está, yo seré un ignorante fanático y él será un hombre de ciencia. Eso es lo políticamente correcto.
La ciencia elevada a dogma y a reina de la creación ya que es por medio de ella por lo que hay que comprender los misterios. Cuando se encuentra parte del cráneo de un homínido, y después resulta que es la rótula de un elefante y otros muchos chascos y mixtificaciones, se dice que la ciencia explora; ¡como si la fe no estuviera siempre expectante, para recibir del Espíritu Santo, Revelación y conocimiento.
La vida es milicia y la fe lo es también. Patrimonio de hombres honrados que buscan el bien. Aquí pongo para recreo de mis lectores un poemilla de Calderón.
D. PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA
Militar y poeta
Este ejército que ves
vago al hielo y al calor,
la república mejor
y más política es
del mundo, en que nadie espere
que ser preferido pueda
por la nobleza que hereda,
sino por la que él adquiere;
porque aquí a la sangre excede
el lugar que uno se hace
y sin mirar cómo nace
se mira cómo procede.
Aquí la necesidad
no es infamia; y si es honrado,
pobre y desnudo un soldado
tiene mejor cualidad
que el más galán y lucido;
porque aquí a lo que sospecho
no adorna el vestido el pecho,
que el pecho adorna al vestido.
Y así, de modestia llenos,
a los más viejos verás
tratando de ser lo más
y de aparentar lo menos.
Aquí la más principal
hazaña es obedecer,
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar.
Aquí, en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la firmeza, la lealtad,
el honor, la bizarría,
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad y la obediencia,
fama, honor y vida son
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna
la milicia no es más que una
religión de hombres honrados.