Pues no, mi estimado “comentador”. Usted no es según sus escritos un agnóstico, sino como yo, y cualquiera que tenga dos dedos de frente, un escéptico. Porque escépticos lo somos todos.
Yo soy escéptico, por ejemplo, con respecto a la vida americana, ya que muchos de los clichés que se hacen sobre esta forma americana de vivir y de sus metas y medios de conseguirlas, me parecen algo manipuladas, y no tan uniformes como parece que quieren hacernos creer.
De lo que no tengo duda, es de que existen los Estados Unidos, porque aunque yo no he estado allí y, por tanto, no lo he visto ni oído, hay numerosísimos testimonios de su existencia. De ellos me tengo que fiar.
Si he de desconfiar de todos y cada uno de los que me han hablado de EE.UU., o de los he conocido, viviré siempre, no creyendo ni en mi propia existencia.
Por tanto yo no me ando por las ramas, y acepto con precaución todo lo que supone la existencia de ese gran país, y el resto lo explica la historia. Por supuesto que no resulta una misma historia, contada por un rival del reinante de turno, que la de sus apologistas, pero algo va uno sacando en limpio. ¡Tampoco es uno tan bobo!
Vivimos por fe todos los que andamos por este mundo. Si usted tiene dinero en el banco, cada vez que va a él y tiene cuenta, cree y espera que su dinero esté efectivamente allí. Y allí está…supongo.
Usted sube a su auto, creyendo día a día, que va a salir funcionando tan pronto lo desee. Todos cuando nos acostamos, creemos que vamos a levantarnos al día siguiente. Es algo ya rutinario. Así todo, con sus naturales excepciones.
Digo todo esto porque usted me indica que tiene un automóvil, que vive en una casa, tiene hijos y esposa, y además parece que, por su comportamiento, los vecinos le tienen por ser buena persona. Naturalmente, como explica, sin ser cristiano. Eso de ser bueno me parece estupendo.
Le será más fácil, enviar su dinero a los que se ocupan de atender a la gente de los desgraciados países que sufren tanto, mientras se hace o no esa revolución mundial, que tantas veces ha fracasado y fracasará. Los humanos somos así, todo lo que tocamos lo pudrimos.
No trate de cambiar lo que ya viene determinado y acabado. No vale la pena. Solo un cambio en el corazón de los humanos puede redimirnos. Eso intenta el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, y la Iglesia Cristiana. Lo demás es… como usted mismo me dice.