¿REZAR, Y TIRAR BOMBAS?
Opción preferente para los pobres ¿Cómo no?
Pero… ¿así?
¿Así te dijo Jesús que hicieras?
¿Sabes a quien le puedes dar?
Pues al más infeliz…¡so capullo!
La “teología de la liberación” es a mi parecer, una desviación clara de la verdadera teología, y de las consecuencias naturales de la práctica de la doctrina de Jesús. Lo que no hay que hacer, es romper el planeta. Dejarlo desenvolverse solo, que él sabe hacer sus deberes. Es que, para mí, eso no es teología sino sistema; político aprovechando el tirón que supone el cristianismo.
De ahí parten Leonardo Boff y Frei Betto, pioneros, y destacados en la aplicación de dicha teología. Desarrollan esta doctrina, Helder Cámara, Pedro Casaldaliga, y muchos más que al final desembocan en una síntesis cristiano marxista, que no ha solucionado nada. Ya se ha visto en los más destacados líderes de la revolución marxista, y en los países en que han dirigido la economía.
Hay que reconocer que los que preconizan la teología de la liberación se proclaman cristianos, o se les supone; desesperados por la indiferencia y la relajación moral del Occidente rico (que dicho sea de paso, también trabaja y se cultiva), hacen como la sangre en el organismo; al no encontrar franco paso por las venas y arterias naturales, acude a establecer otros caminos para circular.
Estoy con los que hacen ver, de mil maneras, la indiferencia y politización de las ayudas, y también de los esfuerzos que se pregonan para mejorar la vida de millones, aunque eso como teología no es el camino. Solo hay una teología válida y total, y esa es cumplir con los preceptos de Jesús como figura única, y dejarse de cosas estrambóticas. Y tal actitud, por todo el que se llame cristiano.
Si quieren hacer el bien, que lo hagan como otras ONGS, entre las que figura el presbiterianismo, el catolicismo, etc. Cambiar de dados o las cartas a mitad del juego no es bueno, y peor aún, si los dados pertenecen a un determinado jugador. La Iglesia cristiana en general tiene una misión primordial que repito constantemente. Proclamar el Evangelio.
Otras actividades de los cristianos (que les son propias) interactúan con sinergia, pero en sí no son la misión que tiene encomendada la Iglesia cristiana. Evangelizar no es solamente predicar o proclamar, sino también, hacer cercanas las virtudes que se desprenden de la doctrina para reforzar el testimonio. Ante todo, va el anuncio de la salvación. Que ya es anuncio, de máxima trascendencia.
La política de los paños calientes, y el “yo ya he hecho bastante”, no sirve. Ese es tal vez, el fracaso de la cristiandad en este terreno (no fracaso del cristianismo). Así que ¡no más inventos! que todo está inventado en esta materia. Póngase en práctica sus preceptos, orientaciones, o lo que se quiera, y verán como funciona la máquina maravillosa que Dios creó, y una humanidad, a la que ha dado las instrucciones para su perfecto funcionamiento. Ratzinger insiste en eso, con sus propias palabras claro, pero esa es la posición que mantiene.
Que sea mal o bien interpretado, es otra cosa muy distinta. Conozco a este teólogo (ahora papa), desde hace muchos años, y aparte de las naturales inclinaciones y las, digamos motivaciones o tic propios, es impecable en su doctrina, en lo que él llama “las cosas primeras”. Esa es naturalmente la opinión de un servidor de ustedes. Cada cual que examine la situación del cotarro, y elabore su propia definición de esta teología. La verdad es la verdad la diga quien la diga.
De palabras, ya estamos saturados. De unos y de otros, que los “otros” también se las traen, y mienten al par que hablan. Hechos, hechos, y hechos. De parte de los necesitados, moverse para alcanzar lo que otros han alcanzado trabajando, y ordenando sus sociedades mejor o peor. Cambiemos al hombre, y todo habrá cambiado.
Que hay egoísmo, y flagrante culpabilidad en los que han alcanzado prosperidad, es evidente. Eso mismo los irá matando. Por otra parte, también existen mentalidades imposibles de torcer para su bien. Otras culturas, de seguir como son, nunca alcanzarán la deseada prosperidad. ¡Quien diera que todos a una fuéramos, si no iguales, sí menos estúpidos y más generosos! ¡Hay tanto que hablar de estas cosas…y tanto que hacer!
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