Tengo que reconocer por enésima vez, que la raza humana está perdida, y que solo la acción de Dios por Jesucristo tiene poder para rescatar a los que desde la eternidad están llamados a ser salvos y glorificados.
Jesús perdona lo mismo a Pedro su discípulo, que a la pecadora que en casa de Simón se echa a sus pies. Lo que lo que Jesús valora no es la personalidad en cuanto a la percepción de los hombres, sino a la que según el Espíritu reconoce que se equivoca y quiere cambiar.
Pecadores somos todos, queramos o no. La raza humana, es de por sí pecadora. Lo lleva en sus genes, y eso es una verdad que puede ser contrastada en todo momento.
La libertad produjo la rebelión y la caída. Solo hay que mirar la situación del mundo, para darse cuenta de que esto no lo arregla ni Pericles ni Napoleón, que bastante tenían con arreglarse ellos.
El Perdón de Jesús no responde a una actitud conciliadora, ni altruista o romántica; es más bien una negación al pecado, mientras por otra parte muestra su misericordia porque conoce nuestra profunda debilidad.
San Agustín es una muestra de ello. Por eso es que se humilla cuando en su libro “Confesiones” reconoce su adicción al circo, al desorden, y a la deshonestidad. La oración de Mónica, su madre, actúa consecuentemente con el reconocimiento por parte de Agustín de su perdición y su pecado.
En cualquier situación recibe, como la mujer de casa de Simón el fariseo, un perdón que como el de aquella mujer, le lleva a entregarse completamente al servicio de quien, con su inmenso poder le libra de la tristeza y oscuridad de su alma. El verdadero amor, actúa así.
Jesús no obra justificando al pecador, sino que más bien lo comprende, y conociendo su perdido estado, lo rescata para Dios. Es por ello, la gratitud del que sabe perdonado y amnistiado completamente, y da lugar a las grandes expresiones de alegría y sumisión a Jesús.
Jesús no considera mejores a los pecadores que a los virtuosos, probos, y ejemplares ante los hombres. Él sale al encuentro de todos para colocarlos limpios ante Dios, su Padre. Él se acerca a lo vil y a lo pobre, porque sabe los sufrimientos y las carencias que llevan sobre sí, tanto materiales como espirituales. No le importa que sea fariseo, sacerdote, o prostituta.
Todos estamos bajo pecado, y si bien la lumia no tiene mayores problemas con su situación moral, el fariseo y el sacerdote instruidos, son más conscientes aun de su flaqueza y de los peligros morales que les acechan. Jesús tiene libertad y autoridad para dirigirse a todos. Tiene potestad de perdonar, y de restituir a las personas a una situación de libertad por medio de su divina libertad.
Los ricos de este mundo no suelen reconocer el Reino de Dios, porque no tienen interés en que la situación cambie para ellos. Se sienten cómodos y seguros. El cambio de valores, y la revolución que significa el Reino de Dios, solo interesa o puede interesar a los que, pobres en todo, quieren una transformación de las cosas
Esta mutación puede ser, con la redención, motivo de soberbia y como hemos visto muchas veces rebelión contra Dios. Se arriesga a todo, para todos, y paga el rescate y defiende con su vida, nuestra vida. ¡Bendito es, por los siglos de los siglos!
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