Siempre que tengo que repetir las cosas me encuentro un poco incómodo. Sea, por beneficio de todos. Yo no soy teólogo, ni me hace falta para un asunto tan simple.
Yo no sé si por su forma de pensar es usted agnóstico o ateo, y ni lo sé dirimir. Considero (y digo considero, yo) que el ateo no existe. O no lo ha pensado, o es más tosco que Pichote.
Ha de ser una persona poco pensadora (supongo), para no darse cuenta de que, tanto el mini universo más allá de lo microscópico, como el macrocosmos, más allá de lo que podemos imaginar o dimensionar, están realizados con el mismo material, y funcionan con matemática exactitud.
Ahora, científicos de la mayor talla, coinciden en aceptar que todo está hecho del mismo «material». Átomos, y quasares, etc., son los materiales de que está compuesta la materia del universo «conocido». En, definitiva de luz.
Es decir que, cuando La Escritura dice que somos luz, no se equivoca en nada. Por eso la creación se comienza, cuando en el libro de Génesis se dice que Dios antes que nada mandó: Hágase la luz: y fue hecha la luz. (Génesis 1:3).
Porque claro el asunto del Big-bang ya no cuela, sino al vulgo porque le han dicho eso, como podrían haberle dicho otra cosa. ¡Que se le ha dicho! Hay que volver al siempre fácil ejemplo del reloj.
No hay reloj sin relojero, ni libro sin compositor. ¡Hombre! me podrá decir: eso está muy repetido. Pero más repetido está lo del big- bang (¡que nombre tan gracioso! dicho sea de paso), y eso se repite en hogares, escuelas, universidades.
Hasta en el llamado «mundo científico» se pondera tal teoría que solo con echarle la vista encima se ve absurda por no decir más. Parece mentira que “sabios de talla” sostengan todavía la Evolución confundiéndola con la adaptabilidad al medio.
Y nadie dice ni pío. Después saldrá otra teoría que, como se acostumbra a decir, invalida la anterior porque estamos «ante nuevos descubrimientos»
Decía Einstein, y más gente científica, discípulos o no, que el hombre no creaba ni inventaba; solo descubría. ¡Y hay tanto que descubrir! Por ejemplo ¿Qué sabemos adonde termina el Universo? Cuantos planetas existen? Porque decir que hay no sé cuantos millones es fácil, porque nadie lo puede comprobar. De manera que todo son “teorías”
Por tanto yo, pequeño pensador, solo puedo decirle que, para mí, es más fácil (prescindiendo de ciencia o religión), aceptar que una mano poderosa mueve los hilos de las trayectorias de los planetas, galaxias, y hasta de los átomos que componen la más ínfima ameba: Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos. (Salmo 19:1).
Por lo tanto, cuanto dice Monod en su libro «Le hasard et la necesité» (El azar y la necesidad), también queda desmontado Son muchas casualidades y misterios que componen la creación en el orden material, y figúrese en el espiritual. En otros aspectos dijo cosas importantes, pero en lo que respecta a lo que nos referimos falló estrepitosamente.
El Rhinchites (un pequeñísimo escarabajito) forma su nido a partir de la evoluta, cosa que no se había conseguido por el matemático Huyghens hasta 1675, en una meritoria labor basada en el comportamiento del Rhinchites al formar su nidito.
El problema no puede ser más arduo, ni la resolución más admirable; un problema de cálculo diferencial e integral. Pregunte a los matemáticos, y ya verá lo que le dicen. En la siguiente entrega se clarifica este asunto del Rhinchites.
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