Alguien haciéndose eco de lo
que Dios podría decirnos, decía algo como: ¡a ver! ¿Cuál de los diez
mandamientos no habéis entendido? ¡No matarás! es claro, y comprende el que
nadie te mate a ti. No irás detrás de dioses ajenos, porque al fin de cuentas
esos dioses en vez de liberarte como prometen, lo que hacen es esclavizarte sin
retorno.
Y así todos y cada uno de las ordenanzas
de Jesús, que han sido superadores en la aplicación y el Espíritu a las
enseñanzas primitivas; Él no modificó, sino resumió todo, condensándolo, y a la
vez expandiéndolo en un solo mandamiento que dio explícitamente: Que os améis
los unos a los otros; es decir ¡El AMOR!
Con razón decía alguien ¡Ama y haz lo
que quieras! ¿Cómo va una persona que ama a otra a causarle ningún mal? Todo lo
que anhela el que ama, es hacer al objeto de su amor de los mayores bienes
posibles; y si no puede, por lo menos se los desea.
Eso es, resumiendo, todo: Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con
vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los
profetas. (Mateo 7:12). No hace falta mucha
teología ni filosofía, para entender este sencillo y a la vez majestuoso
mandamiento de Jesús.
Nadie que ama, hace daño a la persona que
ama. Si nosotros somos capaces de amar a todos en Jesucristo, los frutos se
dejan ver enseguida sin asomo de duda. Son claros y determinantes en el devenir
de la humanidad. Es claro que cada mandamiento prohibitivo es también una
prohibición a que se proceda mal contigo, como a ti se te prohíbe proceder mal
con los demás.
Son los bellos mandamientos
Que lo mismo que te obligan
También a ti, de violentos
Te defienden y te abrigan.
R Marañón
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