El que es pobre, sufre por agravio comparativo, y codicia ardientemente poseer los mismos poderes y las mismas ventajas que los ricos. En el fondo, lo que se envidia, son los placeres y las maldades que se pueden hacer con la posesión del dinero. Poder manifestar el mismo orgullo y prepotencia que los débiles sufren continuamente, y en ello les va la vida con su particular infierno interior.
El ser apartado de la vida de Dios, es un agravio comparativo para los que quedan fuera. No es un castigo impositivo, sino una realización de lo que cada uno llevaba en su corazón. Y ante esta diferencia, el rencor y los malos sentimientos contra los demás y contra sí mismo por haber errado, es ya de por sí un infierno real y eterno.
En estos asuntos hay quien sabe mucho más que yo, pero un aporte que esclarezca las cosas no está de más, sino que proporciona una idea distinta de lo que el vulgo cree que cree. Y todo ello sometido a lo que cree la Iglesia Universal.
Los excluidos desean morir, acabando su suplicio. Al no poder, sabiendo que es algo eterno, es suficiente castigo sin tener que acudir al tópico del "tridente" ni a "las calderas de Pedro Botero"; solo contemplar la dicha de los salvos es suficiente. No tengamos un error, y nos salgamos con la nuestra, que es la de la perdición.
Un toque bíblico final
Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder,
En llama de fuego, para dar retribución a los que no reconocieron a Dios, ni obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesucristo;
Los cuales sufrirán pena de eterna perdición y dannación, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros).
Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder.
Para que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.
(2ª Tesalonicenses 1:6 al 12)
El que quiera oír, oiga. Ténganse todos por bien informados.
AMDG.
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