A
riesgo de repetirme, he de dejar algo expuesto. Al criterio de cada cual dejo
las naturales consecuencias. El Reino de Dios no está aquí o allí, porque
es algo que está dentro de nosotros. (Lucas 17:20, 21) La moral cristiana se ha
mostrado en manos de los hombres como algo pacata y fuera de la naturalidad que
debe presidir las relaciones entre las personas. Lamentable, pero
cierto.
Algunos
acusan a la Iglesia Universal
de haber tergiversado el mensaje de Jesús y haberse quedado más bien con el de San
Pablo que era un rabino (que no lo era, sino fariseo en el mejor sentido de la
palabra). Dicen que hasta el final se mostró como tal o que arrastraba su
procedencia super-judía. Mas su doctrina era igual para todos.
No caben tales tergiversaciones.
Ahora
se adapta la doctrina a las supuestas “morales” de cada lugar, y así vemos como
en algunas observancias, opinión, o denominaciones llamadas cristianas, hay
muchas diferencias. Si no en lo esencial, sí en muchos modos de
interpretar las cosas espirituales. Es la modernidad que
arrasa en los actos y las conciencias de todos o casi todos.
Es
cierto que este apóstol de los gentiles era de una seriedad algo singular, pero
a los fieles de todos los lugares aconsejaba la misma cosa, y el mismo espíritu
de austeridad, mansedumbre, servicio, y pureza ya que todas eran una.
Solo las características de cada región a las que escribía, hacían que la
materia que trataba se adaptara a la forma de pensar y por tanto a las desviaciones
que observaba en ellas.
Si
el Reino de Dios no es buscado con la misma ilusión que
las cosas de la vida, de nada sirve una moral que se base en
unas premisas cristianas, adobadas la mayoría de las veces de retazos y parches
mundanos, que de ninguna manera las adornan ni las hacen más hermosas y
cercanas a los intereses del Reino.
Es
pues prioritario, entender que el reino de Dios así como el bautismo no
se trata solo de agua, sino de la palabra y del sumergirse totalmente en la
vida de Cristo y el poder de su resurrección. El bautismo de agua (unos
que por aspersión, otros por sumergimiento) es un misterio sacramental, pero
solo es operante si el bautizado por el Espíritu
Santo es consciente de que el Reino de Dios en él es su decisión eficiente y
definitiva.
AMDG.
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