Pues verá usted: yo no sé ni quiero saber, aunque lo sabré si quiero estar vivo, es que me da igual que el tipo que gobierne se llame Zapatero o Rajoy. Que sea de extrema derecha o de extrema izquierda, como si es el portero del equipo. Me da igual. Lo que quiero que quede claro es, que soy cristiano, y por consecuencia de lo más comprensivo de las debilidades y errores humanos, de los que yo también he sido y soy parte.
Por tanto sobra que usted me califique de derechas o de izquierdas. Había un dicho francés, que decía que su corazón estaba con la izquierda, pero su bolsillo (poche) estaba en la derecha. Pero no se trata de estas tonterías porque otra cosa no son.
A nadie le gusta que su hijo se dé a la droga, ni que su hija se meta en prostitución, ni que a su familia le falte de nada. Mi madre decía que “quería que a sus hijos no les faltase ni leche de mosquito”. Y mi padre "que se quitaba los bocados de la boca para dárselos a sus hijos". Y esto es así en la inmensa mayoría de los humanos así como en los animales.
Esa es la tónica general. Luego existen los que se llaman en inglés outlaw o “proscritos” “fuera de la ley”. No porque hagan delitos o faltas contra la ley común (que también puede ser), sino porque se separan de la marcha normal de la sociedad, y cuando tocan las consecuencias se convierten en los eternos resentidos y exigentes vindicadores, de un sistema que a ellos les permita vivir con comodidad y sin esfuerzo por su parte.
Consideran al Estado como inagotable fuente de beneficios, y se quejan y reivindican un sistema que les permita a ellos, poner sus necesariamente marcadas barajas sobre la mesa social. Y es cierto que hay tullidos, enfermos, solitarios, disminuidos de alguna forma, a los que no se les proporciona la suficiente cobertura para que puedan salir adelante. Todo es posible solo queriendo.
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