Ni ricos ni pobres están libres de problemas, aunque de la riqueza dice la Biblia : Porque escudo es la ciencia, y escudo es el dinero; mas la sabiduría excede, en que da vida a sus poseedores. (Eclesiastés 7:12) El dinero es un medio directísimo para procurarnos sustento, lujos, o buenas y malas obras.
Es por ello, que las personas acuden como orates enajenados a las administraciones y expendedurías de loterías y juegos de azar para, si hay “suerte”, convertirse en los millonarios a los que tanto dicen detestar.
Ciñéndonos a lo suyo un padre de familia (o madre, para que no se moleste nadie) es bueno si mide sus fuerzas y sus ingresos, y proporciona a la familia lo más posible siempre pensando en no pasarse y evitar caer en manos de prestamistas y logreros. Porque eso no es vivir. Eso es arrastrarse al arbitrio de otro.
El “santo temor a las deudas” se ha subvertido, y ahora todos se “entrampan” con una facilidad pasmosa. Mantener un hogar equilibrado sobriamente, aunque haya entradas de sobra, es prudente y proporciona ahorros para necesidades imprevistas. Eso no es, ser de derechas o de izquierdas. Eso es, sentido común.
Solo funcionarios estatales asimilados, pueden contar con unos ingresos más o menos importantes, pero regulares en el tiempo de sus años de trabajo. “Poca paga, pero segura” es el estribillo sobre todo en tiempos de crisis.
Sin embargo multitud de ellos se “endeudan” y cuando les surge un inconveniente o calamidad, añaden a esta circunstancia el desastre de estar metidos en deudas que no pueden pagar de ninguna manera. Es cuando de hombres y mujeres normales se transforman en simples palabreros a los que nadie quiere prestar ni yna monedita.
Entonces, se tornan revolucionarios y reivindicativos de otra forma de Estado, que les permita salir del pozo donde sus imprudencias o vanidades les han metido hasta el fondo. Ahora es cuando somos “de verdad” auténticos revolucionarios. Son las lógicas humanas, y de ellas participamos en más o menos grado todos los humanos.
Hay un camino que desde la perspectiva de la mundanalidad parece duro y por demás trabajoso; solo se apoya en una vida en el más allá, que se supone por los extraños y lo conocen los de la fe. Realmente desde la incredulidad, es difícil sumergirse (bautizarse) en el Espíritu y la amistad plena con Cristo.
Una vez sumergidos (no solo meter el dedito del pie a ver si está el agua muy fría) sino (como debemos insistir), metiéndonos total y irreversiblemente en la vida de Cristo, para gustar en adelante los bienes del mundo venidero junto a Él. ¡Desde ya!
Vivir sin temor y sin duda es de lejos lo más provechoso para cualquiera. Y si alguno ha perdido la paz (¿y quien no?) solo el encontrarse lejos de los azares y las amarguras que el usurpador, el diablo, nos llena a pesar de sus falsas promesas de paz y felicidad.
No se trata por supuesto de hacer de inquisidor de vidas ajenas. ¿Quien se puede arrogar esa prerrogativa? Es que las cosas son así más o menos y nadie puede penetrar en el corazón de cada cual, sin saber por las vicisitudes que les hacen ser como son.
El que disfrute de una amistad con Jesucristo, hágalo pensando que hay otros que andan por extraviados caminos, que son dignos de lástima y también de oración y comprensión.
El Señor es tan bueno que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. (Mateo 5:45) Entendamos que cuando Jesús dijo esta frase, inevitablemente distinguió dos clases de personas; buenos y malos. Y eso es lo que hay. Seguirá.
Deudas tienes ¿y haces más? Si no mientes, mentirás. Saludotes.
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