Digamos lo que digamos, es una realidad sangrante de que actuamos como autómatas. Las viñetas que dibujan unos muñecos que bailan dirigidos por hilos en una mano gigante que maneja los movimientos de todos es –y siento decirlo- una realidad experimental.
Y así se producen cientos de ideologías a cada cual más fantasiosa- cuando no perniciosa- que lleva a los hombres y mujeres a un abismo de ignorancia, y que solo estimulan los impulsos naturales de jóvenes y viejos, aunque en direcciones nada benéficos para la salud tanto del cuerpo como del alma.
De ahí las casi infinitas filosofías y criterios de cada persona; al tener mentes cerradas en una realidad circundante de ramplonería, acostumbran su paladar a esas estúpidas corrientes de “pensamiento” corto, miope, y desgarbado, para formar lo que hoy se llama “opinión pública”.
Para comprobar este aserto, solo hay que salir a la calle y evidenciar por una simple conversación los tasadísimos elementos intelectuales que componen la tasadísima cultura de las gentes, su pocas ganas de saber más, como no sean bagatelas y chismes, y su pensamiento derivado de lecturas o corrientes de opinión “boca a boca”.
Esta situación, se me puede decir que es repetitiva desde el principio de los tiempos, y que hombres con criterio y valores morales escasean, aunque en cierto modo estos últimos son los “catalizadores”, sin cuya presencia la humanidad caería más aun en extremos más bajos de cultura y de criterios.
La superstición y la búsqueda de perversiones es la tónica general, porque la estructura del ser humano es perversa por naturaleza, y las perversiones y los sueños que derriben a su gusto las convenciones sociales, son los únicos acicates que realmente los atraen.
Sentimientos como el altruismo, la compasión, el respeto, son sentimientos instantáneos que se borran ante cualquier otro estímulo por muy débil que sea este. La ramplonería está tan extendida, que se palpa en cualquier ambiente, aunque este aparezca como una pátina de cultura o inquietud intelectual.
Hay que tener asumido que esto seguirá así, porque la elevación del ser humano a su prístina naturaleza, solo llega cuando el Espíritu de Dios entra a formar parte de una naturaleza nueva y el ser humano se transforme, tal como dice tan taxativamente la Escritura :
En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. (Efesios 4: 22 al 26)
La renovación de la mente con principios y valores morales de esta especie, es la que hace hombres y mujeres “especiales”, filántropos, y por el premio esperado (sí, por el premio), hacen sus cosas teniendo en cuenta las orientaciones tan claras y elementales de la Escritura Cristiana. Ama al prójimo, como a ti mismo (Marcos 12:30) Casi todo lo que quería Jesús, era prácticamente esto.
Es algo elemental, y no hay que devanarse los sesos preguntando a cada paso lo que es bueno y lo que es malo. Simplemente, ama a Dios y al prójimo y siempre acertarás, aunque falsamente parezca como error. Lo que te clasifica es el móvil de tus acciones, y no los resultados, que ya van entremezclados con el proyecto de Dios. Eso ya no es cosa tuya.
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