Hablar hoy de política sin saber nada más que lo que vemos en la calle o en los hogares es de una temeridad terrible. Yo voy a decir lo que siento y que Dios reparta suertes. La clase política se ha constituido como ya denunciaba Milovan Jilas en una nueva clase, ávida de grandezas. Una nueva aristocracia arrojada sobre sus prebendas, y ciegamente ávida por disfrutar del dinero público.
Pero nadie dice nada porque como son todos, ni los seguidores de unos y otros dicen nada, porque les parece muy bien que se inflen "los suyos". Es un pueblo despojado de valores, no digo ya cristianos, sino los que de siempre han sido respetados y encumbrados. La honestidad, la honradez, la formalidad y claridad, y el cumplimiento de la palabra dada.
Utilizando descaradamente los privilegios que les concede la gobernación y convirtiéndolos en un privilegio personal, cada cual se aplica a disfrutar de su situación de la manera que les venga a ellos bien. Una nueva aristocracia se ha generado como si ya no estuviéramos hasta el gorro de aristocracia hereditaria.
Queremos la verdadera aristocracia que es la del mérito y el trabajo, la de la verdadera solidaridad, y no el cuento que tenemos de subvenciones para cualquier porquería que un amigo pida a los influyentes políticos. Es cierto el chascarrillo que decía en una reunión de políticos “ahora que hemos decidido subirnos el sueldo un 30% digamos todos a la vez ¡yuuuupppi!” Para eso si están todos en unanimidad
Ninguno de ellos se despoja de sus influencias, y se dedica a servir fielmente al Estado que les paga y que les da tales privilegios. Todos hablan de austeridad, reglamentar los beneficios de cada cual, pero ninguno es capaz de decir que se rebaja un 30% en época de crisis. No saben hacer lo recto, dice Yahvé, atesorando rapiña y despojo en sus palacios. (Amos 3:10)
Pienso que los políticos deben ganar sin duda para que se puedan dedicar a resolver problemas que nunca faltan en los países sean de una clase o de otra. De otra forma tendríamos que sufrir una clase política como la que estamos sufriendo, que lleva el país a la ruina, aduciendo como coartada la crisis europea, para tapar los derroches y las arbitrariedades que cometen.
Esta dichosa crisis, que en España ha coincidido con una crisis mundial, por casi las mismas causas en todos, que creían estar viviendo en una Jauja norteña, mientras las gentes del sur mueren como conejos con mixomatosis. Eso está bien, como se decía en la película del Padrino: “los negros como no tienen alma pues si mueren, ¡que mueran”. Y los indios, y los demás que no son los opulentos blancos. Y nos enfadamos si protestan o se rebelan.
Y así se ha montado una infecta aristocracia, o como la llamaba Papini “coprocracia”, que hace tantas burradas, atropellos, y desafueros absurdos, e injusticias de tal magnitud y descaro, que ya la gente no se mueve ni se estremece con ellas, sino que les sirven de diversión o de poder criticar al bando contrario de donde pertenecen ellos. ¡No passsa nada!
Y este es el pueblo que un día como dice Quintana e poeta tedió a todos los vientos sus velas y “todo el mar Atlántico se hallaba sembrado de su gloria y su fortuna”. Ahora es una caterva de desaprensivos que sin moral ni valores, pretende detentar la razón cuando no se merece, sino lo que un pueblo inconsciente, ignorante y cretinizado, le puede dar en caso de darse malas las cosas.
Y padeceremos todos del mismo mal, porque cuando esa peste aprieta nadie está a salvo, nadie quiere a nadie, y nadie se responsabiliza, diciendo cuando piensa en su pecado ¿Qué he hecho? Desdichadamente nadie piensa en su pecado. ¡Lo hacen todos! ¡Supremo argumento!
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