El Papa Benedicto XVI, (a mí me gusta más nombrarle Ratzinger, al que admiro si intelectualidad desde hace muchos años) ha dicho últimamente que los cristianos vivamos sobriamente, y que no nos demos a la ambición y a escalar los mejores puestos mundanos; y desde luego no en La Iglesia donde militemos.
Ya en los principios lo recomendaba vivamente San Pablo: Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, (Tito 2:11,12,13).
El Papa no dice nada nuevo, es cierto, pero hay muchos que no leen la Biblia y muchos más que no desean leerla, y es bueno que esta especie se propague para evitar ambiciones maliciosas, que hacen caer a muchos en desgracia eterna, aunque se crean muy grandes en el conjunto de la sociedad.
Muchos de los que quieren conseguir honores y prelacía en la casa de Dios, no es solo porque no conozcan las palabras de Jesús, sino que las ignoran voluntariamente, y así lo hacen notar en su actitud. Quieren ser predicadores, aunque sepan que no están suficientemente preparados y, para eso, ha de pisar a los demás hermanos, sobre todo a los más idóneos y que, claro está, pueden ser sus más fuertes rivales.
Quiere ser persona consejera, aunque para ello tenga que obligar a las gentes a su cargo a declararle todo lo que él quiera saber sobre sus vidas. Desde ese momento ejerce una presión y soberanía sobre los que están a su cargo;
En cambio el apóstol Pedro dice taxativamente: Apacentad el rebaño de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la congregación. (1ª Pedro 5:2-3).
La ambición debe ser totalmente descartada del andar del cristiano. Todo el que busca honores y dignidades, está haciendo un flaco favor a la Iglesia de Dios, provoca herejías y malos sentimientos, y en fin, genera injusticia en donde la justicia debe ser el preeminente resultado del amor y no de la ambición.
Estos estados del alma en las personas que obran así, son propios de gentes que buscan en su ejercicio una recompensa que no es precisamente espiritual, puesto que solo quieren halagarse con su pretendida importancia. Y así nos dice claramente la Escritura : Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor.
Pero Él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve.
Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Pues yo estoy entre vosotros como el que sirve. (Lucas 22:24 y ss). Escuchemos atentamente, sigamos a Jesús, y nunca fallaremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario