Hemos de reconocer que el egoísmo nos dirige en la mayor parte de nuestras vidas. Y es así porque somos animales, que están hechos para vivir y solo hacen lo que les conviene en cada momento. Es regla de vida. El animal es puro, porque solo hace lo que su instinto -bastante bien regulado- le hace hacer. Su instinto le guarda de muchos tropiezos, y le proporciona alimento y refugio y reproducción.
El ser humano es otra cosa, porque ya no se trata de un prado donde vivimos y medramos todos, sino que la vida el hombre se rige por otros parámetros distintos y lógicamente su inteligencia le hace dirigirse por donde ella le lleva. Somos animales racionales, aunque la racionalidad mezclada con el instinto en vez de mejorarnos, nos lleva a veces a las mayores deformidades de los dos elementos.
Por todos es reconocido el buen hacer, y hasta en los medios más bajos de la sociedad hay una forma buena y otra mala de comportamientos. Así, los ladrones tienen su “moralina”, que les lleva a comportarse unos con otros según una reglas que son bastante arraigadas. Una de ellas -muy conocida- es la de no dar cuenta para nada a la policía de las actividades de otros. El "chivato" está muy mal visto entre ellos.
Existe pues una moral peculiar en cada grupo humano, y en el grupo cristiano, la realidad de nuestras vidas es la que lleva o trae a las gentes a Dios. La dirección de las palabras del Cristo Encarnado, nos llevan a una forma de actuar que no puede ser mantenida en medio de una sociedad cruel, vengativa, y totalmente insolidaria. Por eso Jesús nos decía que "hay que morir al mundo".
Para realizar nuestras vidas, tenemos que seguir un camino realista, que nos lleva a preguntarnos si podremos realizarlo si los demás no lo llevan también. ¿Como voy yo a realizarme en cristiano, si las gentes me acosarán, y seré víctima de cada uno de los que quieran hacerme daño?
El tigre tiene sus colmillos, y la gacela sus patas que le llevan a toda velocidad. El cristiano, es un “desarmado”, en medio de gente dañina y cruel. Esto es serio; sin fe no es posible llevar a cabo nada en este mundo rebelde, que está basado en la insolidaridad y el egoísmo más feroz.
Hace falta, pues, una fe a toda prueba, porque si no es sólida se arrastrará pronto por el suelo de la realidad que nos circunda. Si la fe está siendo puesta a prueba y flaquea, adaptándose a los sucesos y a una supervivencia primordial, ya no es fe. A lo sumo, un intento tímido y medroso ante una realidad muy presente.
Solo es un intento de bañarse (baptizo) en el Espíritu de Cristo, y solo meter los deditos del pie, por si el agua que nos va a sumergir está fría o muy caliente. Es una parodia de fe, todo lo meritoria que se quiera, pero floja y acomodaticia.
Los que desprecian, su vida por amor al Reino, y la dedican a la realización de la piedad, esos han traspasado la barrera de las circunstancias externas, y se han lanzado -más o menos audazmente- en el bautismo del Espíritu. Están marcados y son “santos”, es decir, consagrados al Señor que los atrajo irresistiblemente.
Ya no hay marcha atrás porque, o seguimos o nos volvemos; si la primera opción es mala, si no se hace por convicción, la segunda es peor, porque estaremos pleiteando con nuestra conciencia toda nuestra vida. Y ello es a veces, un tormento enorme.
AMDG
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