lunes, 20 de febrero de 2012

MIS VISIONES DE DIOS


                                                                                                                           Y después de esto
 derramaré mi Espíritu sobre toda carne,
 y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas;
 vuestros ancianos soñarán sueños,
 y vuestros jóvenes verán visiones.
(Joel 2: 28)

En este asunto de las visiones hay mucha confusión, de la que yo participaba, ya que me cuesta creer en las muchas apariciones y visiones de muchos que después se han comprobado, que eran una serie de patrañas o de falsificaciones que han devenido en nada. Es por eso, que he demorado escribir públicamente lo que escribo hoy aquí.

Como estas apariciones se ubicaban en la Iglesia Católica, yo he pensado siempre  que ante los fracasos de muchas de ellas, lo mejor era dejar el agua correr y no entrar en estos asuntos para mí abstrusos y vidriosos y que me conciernen. La Iglesia Católica, como más “afectada” por esos fenómenos, también se toma las cosas con tranquilidad, y no se precipita como hice yo en varias ocasiones.

Los que me conocen bien me dirán ¿tú también en esas? Como decían los antiguos israelitas ante las manifestaciones de Saúl que fue rey en Israel: Por esta causa se hizo proverbio: ¿También Saúl entre los profetas? (Samuel 10:11,12) Y es que de lo más extraño se pude esperar una manifestación de Dios.

Cuando la Transfiguración de Jesús los discípulos (todos los discípulos) vieron con sus ojos a Elías y Moisés. Después de estas manifestaciones, y muchas más venideras con que les agració Jesús, ellos ya no querían bajar del monte.

Se encontraban en otra esfera de la existencia, y ya no querían volver al llano con sus complicaciones y la realidad de la vida, en su matiz físico y humano descarnado. El Monte era mucho mejor sin comparación. En sus corazones, cambiados por la aparición, saborearon por un poco un anticipo de la Gloria, y sé muy bien lo que pudieron sentir.

Escribo esto, porque soy un concernido en estos fenómenos que algunos tienen como paranormales, otros dicen que es sueño, otros que fiebres o delirios, y así hasta el infinito. Bueno, mi experiencia no me permitió ver Ovnis, ni gente alguna, ni siquiera alguna visión más o menos identificable. Y los años en que sucedieron no los recuerdo.

Fue en varias ocasiones, pero creo que fue la primera la que modificó mi vida. Y como dice San Pablo: Ciertamente no me conviene gloriarme; pero vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor. Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo.

Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar. De tal hombre me gloriaré; pero de mí mismo en nada me gloriaré, sino en mis debilidades. (2ª Corintios 12: 1 al 5 y contexto).

En mi visión, me encontré en una nube de luz como neblina luminosa, y solo pude percibir una ola de amor que me envolvía, de tal manera que yo solo podía balbucear una pregunta obvia, que ahora no quiero repetir. Y escribo esto, porque mis años me dicen que no estaré mucho entre vosotros y que debo declarar lo que alguna vez me ha sido difícil de explicar.

La verdad es que he temido. Esa es mi falla principal, aunque toda mi vida quedó marcada por la primera visión, y por otras menos significativas. En mis trabajos me tenían a veces por raro, y por muchas muestras refractario a la convivencia en los negocios, y en ocasiones incapaz por mis reticencias, y parecer huidizo en ocasiones. Y solo se lo he comunicado seriamente a una persona; una monja. Y bastante recientemente.

Dios me trajo hasta esta edad, y me libró de tantas tentaciones y ocasiones que solo puedo dar cuenta de esta manera como testimonio para todos, porque guardarme estas cosas y morir sin manifestarlas, me parece un pecado de omisión del que ahora me arrepiento.  Sé a lo que me expongo al decir esto, y también sé que Dios me comprende.

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