Estimado
amigo: Ya no estoy en condiciones de pleitear por salirme con la mía, así como
supongo que usted tampoco. Su mensaje merece respuesta, y eso hago. Pero de
forma corta, y deseando no complicarme en cosas abstrusas
o teologías que no son lo mío.
Cuando
me habla usted de ciencia, versus fe, lo hace desde un prisma
muy restringido. Para usted no existen nada más que los
fallos de la iglesia, las enormes riquezas que dice que tiene, y el hecho de
que no lanza alegremente al aire las lacras que en su mismo seno se producen
por hombres falibles como usted y como yo.
Personas humanas, al fin y al cabo.
Yo
no quiero andar por esos caminos. Lo que haya hecho un cura o un pastor,
(lo digo con todo respeto) o cualquier miembro de una comunidad
cualquiera no me incumbe; creo que la comunidad afectada, hace muy bien
con no airear asuntos tan graves y enojosos, propios como digo, de nuestra general
y corrompida naturaleza y flagrante debilidad. Se hace lo que se puede,
para paliar estas lacras, y nos confiamos a la misericordia de
Dios que tanto necesitamos todos.
Somos
casi dos mil millones de cristianos, o que se llaman así y, claro está,
seríamos ángeles si no hubiese fallos. En nuestra fe lo admitimos, porque si
fuéramos perfectos ¿para qué murió Cristo?
Es
cierto que dio las más sublimes ordenanzas, previsiones o profecías cumplidas y
por cumplir, pero nunca confió en nuestra corrompida naturaleza. El nos conocía
muy bien: y no tenía
necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que
había en el hombre. (Juan 2:25)
En
nuestra naturaleza perdida, como pecadores y opuestos a los designios de
Dios para nosotros, solo quedaba la muerte el viejo hombre
que nos llevaba a los desordenes y perjuicios más terribles.
No mintáis los unos a los otros,
habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos… (Colosenses
3:9)
Eso
hizo Jesucristo, ofreciendo como Sumo Pontífice, y recibiendo
el sacrificio como persona de La Bendita Trinidad ; y no por sangre de machos cabríos ni
de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar
Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. (Hebreos 9:12).
Autor: Rafael Ángel Marañón
No hay comentarios:
Publicar un comentario