Estuve en el Calvario, participé
en el duelo
De tu muerte infamante, de
tu dolor profundo,
Del griterío del vulgo, del
silencio del Cielo,
Del dolor de los tuyos, de
la gloria del mundo.
No hubo palma en mis manos, te
desprecié, y de hielo
Cuando a ti te azotaban yo
marchaba facundo.
Tu generosa entrega, la derramé
en el suelo
De mis indiferencias,
hasta lo más inmundo.
Te negué como todos, no asumí
tu dolor.
Tu suplicio afligido
desprecié indiferente
Y en tu atroz desamparo, yo
te escupí en la frente.
Sí, bien digo ¡fui yo! ¿De
qué vale hoy mi amor?
Si tu divino esfuerzo desafié
insolente,
Y hasta te fui discorde, en
mi espíritu y mente.
Condené al inocente
Y me duele ahora el alma pues
te negué acremente,
Y a pesar de mis burlas me
acogiste clemente.
Rafael Marañón viernes 7 de diciembre de 2012
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