Vuestras
palabras contra mí han sido violentas, dice Jahvé, Dios.
Y dijisteis: ¿Qué
hemos hablado contra ti?
Habéis dicho: Por demás es servir a Dios.
¿Qué aprovecha
que guardemos su ley,
y que andemos afligidos en presencia de Dios?
Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los
soberbios,
y los que hacen impiedad no sólo son
prosperados,
sino que tentaron a Dios y escaparon.
(Malaquías 3:13)
Una de las grandes
equivocaciones en la comunidad cristiana, (y ya no digo en la perdida) es la
creencia de que el ser humano no es tan perverso como en el Evangelio se dice que lo es. Pero si
miramos atentamente la historia de la salvación vemos claramente la distinción
que Dios hace entre los suyos y de
los demás.
Nosotros no somos perdidos,
que se han reformado y que lo hacemos más o menos bien. Somos completos
hijos de Dios y herederos de su inmensa gloria junto al Cristo. Nada de medias tintas o salidas de tono. O somos o no
somos. Grandeza y responsabilidad. Tal vez pobres en muchos aspectos, pero los
más inmensamente ricos e hijos del que
es dueño de todo en el Cielo y en la tierra.
Los que no aceptan el
Evangelio son, sencillamente, perdidos
sin remedio. Nosotros los
fieles somos pecadores perdidos y
rescatados mediante la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Y esa perdición que es tan desatendida, se cierne
sobre los que no aceptan sus estados pecaminosos y se burlan del castigo y lo
menosprecian.
Entonces los que
temían al Señor hablaron cada uno a su compañero; y Dios escuchó y oyó, y fue
escrito memorial delante de él para los que temen a Dios y para los que piensan
en su nombre.
Y estos serán para mí
especial tesoro, ha dicho el Señor, en el día en que yo actúe; y los perdonaré,
como el hombre que perdona a su hijo que le sirve. Entonces os volveréis, y discerniréis
la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no
le sirve. (Malaquías 3:18).
AMDG
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