Es posible que muchos digan que las cosas sagradas no se tocan, pero hay cosas que no son tan sagradas, y es de ver como los cristianos, que tanto les exigimos a nuestros pastores, seamos tan endebles y descuidados en nuestra vida interior, y en relación con nuestro Padre Celestial.
Tenemos que mostrar mucho cuidado, porque de las derivaciones de la doctrina que creemos que son las que marcan la diferencia entre un ignaro y un conocedor, se pueden infiltrar muchas herejías.
Con respecto a la deidad de Jesucristo, la mayoría de los que dialogan conmigo (cada vez son menos) son claramente arrianos, y en muchos casos, semipelagianos (o arminianos). La inexacta comprensión y el excesivo amor propio, no les dejan ver las cosas claramente, aunque muchos son conocedores de las Escrituras.
La sobrecarga de los pastores en comunidades y parroquias, y las homilías dirigidas a evangelizar, no dejan mucho lugar para afinar y desarrollar el concepto del verbo divino, aunque suene muy familiar a los oídos de muchos. Se tiene, por así decirlo, un concepto de la majestad y divinidad de Jesús parecido al que se vierte en el Corán de los musulmanes. Jesús nos solo es profeta (que lo es), sino el Mesías o Cristo de Dios porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad ) Colosenses 2:9). El Espíritu Santo del Padre dijo de Él. Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. Mateo 17:5)
Para ellos Jesús es un profeta más y no el verdadero elegido de Dios para hacernos por su divinidad, como hijo eterno, libres del pecado que la libertad nos hace al ir por caminos que no son los que Dios procura para nosotros y a causa de las concupiscencias de este siglo malo. Y así dice la Escritura : para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; (2ª Pedro 2:4)
Y es que la resurrección de Jesucristo cuesta mucho de interiorizar a muchos, y creo que en todos los lugares donde se habla de Jesucristo se debería dar firme y repetidamente como dos conceptos o verdades principales la divinidad de Jesucristo y su muerte y resurrección. La gente cree en la resurrección, pero no la ligan con la de Jesucristo, y ello es una debilidad que puede hacer tambalear a la fe.
Solo la resurrección de Jesús, puede garantizar la nuestra. Repítase esta verdad sin tregua, para que entre con claridad y por el Espíritu en las mentes y espíritu de todos.
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