Lucero santo, que a mi noche oscura
Alumbraste con brillo sempiterno,
Y sacaste del hondo del averno,
A mi alma rebelde en amargura.
Estrella que a la aurora da su albura,
Y al cuitado con celo tibio y tierno,
Alumbras su penoso y cruel invierno,
Llenándole de gozo y de ventura.
Ya se muestra con claridad el día
Que ilumina en celeste resplandor,
La luz egregia que tan fiel me guía.
Y en el Cristo que al Gólgota subía
La vida recobró su nuevo albor,
En su manto de gloria y gallardía.
Rafael Marañón
No hay comentarios:
Publicar un comentario