viernes, 8 de abril de 2011

CUELLO DE BOTELLA


El tratar de filtrar la verdad por el engañoso cedazo de su conocimiento intelectivo, azuzado por sus pasiones, es la perdición total tanto en este mundo como para el venidero. Por ello es tan vital la fe y tan decisivamente valorada por Dios. Solo por fe hay salvación.

Todos los creyentes, fervorosos o lánguidos, podemos llevar dentro de estos nuestros vasos de barro del hombre natural la llenura del Espíritu, así como todos somos a la vez en el mundo y en la Iglesia, trigo y cizaña, barro y salvación, carne y espíritu. Así como sucedía en el caos primigenio, también sobre este caos actual de pensamiento y actitudes anárquicas el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. (Génesis 1:2).

La fe del hombre fiel pone a Dios por encima de cualquier cosa, de su propia persona y aún de su propia vida, ya que vida solo hay en Dios que es la Vida absoluta y el único dispensador de ella. El hombre actual, como antes el antiguo, están bajo maldición hasta que el Espíritu lo elige y moldea, llevándole en total sumisión a la voluntad de Dios.

No existe tal cosa como que el hombre, mediante estudio o predicación, ha decidido dar a Dios una oportunidad. Eso es una desgraciada forma de pensar, ignorante y fatua. Es la iniciativa de Dios la que empieza la obra de salvación, la sigue y acaba. Al hombre solo le corresponde mantener la posición con serenidad y aplicación, por la acción del Espíritu en él.

Todo fleco, toda suciedad por pequeña que sea, toda contaminación, han de desaparecer del hombre de Dios. Para él solo hay una palabra que es inerrante y esta es la palabra de Dios. La única que expresa su pensamiento para nosotros y la única aceptable.

Solo desde ese punto de partida, en perfecta aceptación, es posible al hombre gustar los bienes del mundo venidero, y participar en la paz y la felicidad de Dios desde el momento de su rendición absoluta a Él.

No es posible para el cristiano ninguna forma de relación, o aceptación de alguna facultad que pueda emanar de estos seres rebeldes, que son los incrédulos. En el plano espiritual no podemos aceptar lo que Dios mismo ha desechado como inmundo.

Rafael Marañón

Quiero vivir A Dios voy
Y a Dios no se va muriendo
Se va al Oriente subiendo
Por la breve noche de hoy;

De luz y de sombras soy
Y quiero darme a los dos

¡Quiero dejar de mi en pos,
Robusta y santa semilla,
De esto que tengo de arcilla,
De esto que tengo de Dios.

Gabriel y Galán