sábado, 30 de abril de 2011

SOLEDAD ENTRE HOMBRES Y COMPAÑÍA DE DIOS



 

Por más que lo pienso no logro saber a veces cual es mi cometido en el escaso tiempo que me queda sobre esta tierra bendita de Dios. A veces la casi nula comprensión de mis escritos por parte de mis lectores y por otra la abundancia de escritos en Internet y la confusión reinante en las interpretaciones y traducciones me hacen preguntarme que es lo que hago en el maremágnum de escritores a los que la facilidad de escribir en Internet nos proporciona la ocasión de expresar nuestras opiniones más o menos razonables.

No obstante como soy más bien obstinado y al pedir al Espíritu que me muestre cual es el propósito claro para mí, la realidad es que algunas veces ando confuso sobre cual es mi llamamiento y misión determinada para mí por el Espíritu de Cristo. No es que no tenga claro lo que tengo que hacer, sino que a veces me acuso a mí mismo de hacer las cosas, no en obediencia, sino por mi propio gusto o facultades.

Realmente la actual situación de corrupción generalizada me arrolla, y me hace pensar que soy mejor que otros, cuando lo que realmente mentalizo es que somos todos gente corrompida por el entorno, lo que hace más concreta y real las palabras de Jesús: Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno. (1 Juan :19).

Bien; palabras incontestables, si se cree en la exacta  veracidad de los escritos evangélicos. Ahora miro a mi alrededor, y sin querer ser mejor que nadie, observo que hay una división incontrolable de las iglesias evangélicas, una desconfianza entre las iglesias institucionales, y una maraña de teólogos y teologuillos que pretenden que todo sea distinto de cómo es como si la Iglesia de Dios tuviese otro objetivo confiado, que proclamar la resurrección de Cristo, y la posibilidad de salvación para todos los que en él Creen.

Muchos, meritorios, que denuncian los sucesos reales, y casos como de los que dentro de la Iglesia, proponen que no existe infierno y que se salvan todos los hombres. Niegan la resurrección de Jesucristo en la mejor línea súper laica, y trazan para la Iglesia cristiana (y aquí me refiero a las que hacen centro de su culto y acción a Jesucristo como hijo de Dios y segunda persona de la Trinidad) unas lineas de conducción y "formato" distinto, según las apetencias de cada cual.

Reconozco, que cada cual tiene una visión distinta sobre los misterios cristianos, y sobre todo en el culto y en la significación de los llamados sacramentos. Pero hay algo que hay que conservar, y es la verdad y la paz. No por mucho gritar, se tiene razón. Por el contrario los gritos significan casi siempre que no se tiene razón, y que se pretenden imponer razones o lo que ha sido llamado desde antes “razonadas sinrazones”.

Yo sé muy bien en quien he creído, pero por escribir glosas y cantos a María, la madre de Jesús, con reverencia y admiración, he recibido el más repugnante rechazo de los que yo creía que eran personas desprendidas de sectarismo, y podía esperar de ellas comprensión, ánimo o por lo menos calor y amistad. Si la amistad está condicionada a la renuncia a mis más caros principios, pueden quedarse todos, “tirios y troyanos”, con sus creencias (que no fe), y desde luego me han enseñado mucho sobre la condición humana, por lo que doy gracias a Dios por ello.

Gracias al Dios bendito, y a su misericordia para conmigo, por darme la humildad de darme cuenta de cómo somos realmente los pobres seres humanos, (yo incluido naturalmente), y la necesidad que tenemos todos de la misericordia de Dios, y de la sangre de Jesucristo. Lo demás es solo paja. Yo creo que la Iglesia es como se dice en la Escritura: ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme. (Carta de San Pablo a los romanos 14:4)

Yo solo confío en mi Señor, y me basta con su amor. El de los demás, si es por Cristo, excelente, si es amor humano o discrepancia se lo pueden guardar si lo desean. Yo vivo de otro manjar más saludable y abundante. Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos. (Romanos 11:32). En ello confío.

Rafael Marañón 30 de abril 2011.        

EL VERDADERO EVANGELIO




Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo,
tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar
cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios;
y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche,
y no de alimento sólido.
Y todo aquel que participa de la leche es inexperto
en la palabra de justicia, porque es niño; (Hebreos 5:12,13).

Estas palabras del apóstol resumen la situación de muchas congregaciones en las que, la falta de atención o la macilenta forma de enseñar, produce cristianos tibios y deseosos de que se les enseñen siempre las mismas cosas secundarias, por falta del deseo de crecer sin cesar en la vida de Jesucristo.

Es lamentable, por no decir más, el estado de algunas congregaciones, viviendo con los pies puestos uno en cada orilla del río de la vida. Uno puesto en una orilla (la del mundo) y otro en la otra del Evangelio en su (para ellos) cómoda posición. Y en esta tesitura, se impone cada día dejar bien establecido lo que hay que hacer, para el crecimiento espiritual que dé grandeza y eficacia a nuestra fe.

Ante todo hay que volver a los principios vitales, pues quizás por exceso de materia se olvida lo que es principal, y se tornan el discurso y la praxis en divagaciones sobre unos elementos de enseñanza, totalmente desmarcados de lo que es la primigenia forma de conducirse de la Iglesia y los cristianos. Y lo que es peor, en envidias y celos unas con otras, lo que trae animosidad y desprecio entre congregaciones "cristianas".

Ante todo, hay que establecer que los llamados Evangelios deberían denominarse escritos evangélicos, para que no se confunda con el Evangelio que es solo uno. Los distintos escritos de los apóstoles son partes todas importantes de lo que se dejó escrito sobre Jesús y su doctrina. El Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, es el simple anuncio de que Dios ama a todas sus criaturas y desea para ellos la vida eterna.

La salvación procede de Dios, y no de los esfuerzos de las criaturas de hacerse un nombre aceptable para Dios, mediante esfuerzos y méritos. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16). Ese es el Evangelio de la Gracia de Dios para con los hombres. Procede de su amor y termina en su amor. Nada del Hombre; todo de Dios.

Solo Jesucristo, y la aceptación de su anuncio y su doctrina para una correcta praxis en esta vida son eficaces, y no la simple confianza sin vida real, o la serie de méritos que a veces arrogantemente nos atribuimos; todo desemboca, se quiera o no, en la trascendencia eterna. Unos para vida eterna, otros reprobados: los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, (2 Tesalonicenses 1:9). Espantosa perspectiva.

San Pablo llega a decir con verdad: en cuanto a la justicia que es en la ley, soy irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo,

y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte.

Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida, por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo (Filipenses 3: 6 al 10).

Pablo deja establecido el orden de las cosas en la relación con Cristo. Es simplemente tener todo como pérdida, si no nos lleva a la perfección cristiana, que no es escuela de méritos, que también tendrán su justa recompensa; dejar que Él se posesione de nuestro ser, de tal manera que todas las cosas nos parezcan insignificantes en relación con el Evangelio de la Gracia de Dios, para con los que pensamos en su nombre.