sábado, 18 de febrero de 2012

JESÚS COMO PIEDRA DE TROPIEZO Y EDIFICACIÓN


Pedro confiesa a Jesús

Jesús para muchos es un gran misterio, y al no querer profundizar las gentes dicen de Él que es un gran maestro y un gran demagogo. Ttodo el mundo le tiene  simpatía (incluso en el Corán), pero le tienen por una especie de demiurgo pleno de sabiduría, y que tomaba su saber de las Antiguas Escrituras.

Las apariencias para los simples, eran las de un curandero que era piadoso y conocedor de las Escrituras. Por eso la gente sencilla le seguía por que como Él decía. De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. (Juan 6:26). Y eso viene sucediendo desde siempre.

Jesús ventiló la importancia de su misión y su persona, cuando enfrentó las críticas y las capciosas y envenenadas preguntas de los rabinos y sacerdotes del Templo. Y la acusación primera ante el Sanedrín era que se hacía Hijo de Dios. Y eso era insoportable para los judíos anclados en la Ley. De hecho la gente del pueblo clamó para que lo crucificaran, cuando la jerarquía del templo lo exigió a Pilatos.

Esa mezcla de una superior sabiduría y conocimiento de las Escrituras y su persona confesada por Pedro, era lo que ahora se repite. La iglesia de Dios, esposa de Jesucristo, es zarandeada,  vilipendiada, y hasta perseguida. No se la persigue a ella como tal, sino a Cristo, y de hecho se hacen muchos esfuerzos por personas a las que no quiero calificar, para que se cambien aspectos controvertidos de la verdad evangélica. Quieren derribarla como obra de Dios.

La iglesia cristiana puede ser torpe, a veces ciega ante los tiempos, y  hasta corrupta a veces (claro que sí), pero lo que no puede hacer es derribar la doctrina de su fundador y esposo para siempre; Jesucristo. Puede ser débil y a veces rancia, pero siempre fiel a lo que Cristo ordenó para nuestro bien y la vida eterna. La verdad no es cambiable.

Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. (Mateo 7:15) Son palabras de Jesús a sus discípulos que ya formaban la primera Iglesia Cristiana. Y es que el enemigo de los humanos, envidioso de la salvación de ellos, pretende derribar la doctrina clara y terminante de Jesús para establecer la suya propia.

Para ello se vale de gentes que penetran en el interior de la asamblea con más apariencia de piedad que los demás, para desde esa posición y de haberse ganado la confianza de los discípulos comienzan a sacar de contexto y a perturbar a todos los que sencillamente creen en Jesús y en sus palabras.

Dice de ellos el apóstol: Estos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados; (Judá 1:12).

Jesús es nuestra meta, y nuestro estímulo para vivir una vida entregados a la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual dice seriamente: No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre. Aquí no cabe otra cosa para Jesús que el total sometimiento al Padre. Imitémosle, pues aun en el plano humano no podemos ni de lejos compararnos con Él.

AMARGAS DISCREPANCIAS


Pues verá usted amigo mío: posiblemente no ha leído otros escritos míos en los que me decantaba por una sola opción;  Cristo Jesús como Estandarte de la Inmensidad de Dios. Lo demás me tiene sin cuidado, aunque naturalmente venero a María, la madre de Jesús.

Elegida por Dios para llevar en sí, y nutrir con su sangre, la vida del que era la vida de todos. Ya es obnubilación ser indiferente a ella o para más error, tenerla por poquita cosa. Hasta incluso, amarla y evocarla, es casi una blasfemia para algunos.

Es cierto que se llega a muchas exageraciones, de la misma manera que algunos de otras  observancias veneran a San Pablo, (como los antiguos paulicistas) y dan por hecho que todo lo recibió del Espíritu de Dios, por lo que se hace necesario dar por voluntad de Dios, lo que él apóstol nos dice en las Escrituras cristianas, o Nuevo Testamento.

Y eso está bien. San Pablo merece todo crédito y veneración, pero María no lo merece menos menos. Haga usted sus cuentas. Yo creo que más, pero claro está, esa es mi opinión que no creo que sea enjuiciada por usted, como herejía o suplantación de los méritos de Jesús su hijo.

Yo me la imagino a veces, hablando con su hijo adolescente, recibiendo todas sus confidencias y enseñanzas, y guardando todas esas palabras y hechos en su santo corazón. Pero no caigamos en derivaciones, aunque es ocasión para que quede bien claro lo que cada cual tendrá que presentar ante un juicio muy riguroso, por juzgarnos los unos a los otros de esa manera tan agria.

Yo lo respeto a usted como excelente persona que es, pero no espere que respete la totalidad de su creencia. Tampoco espero que usted esté milimétricamente de acuerdo con mi forma de pensar. Si en vez de ser tan atolondrados al juzgar, prestáramos atención a las Escrituras, y a los grandes hombres de Dios que nos precedieron, no habría lugar a estas polémicas.

Si yo voy a un lugar, y no puedo edificar ni me edifican, francamente no voy. Ahora la Fraternidad de los Lefevristas ataca al Papa que sigue siendo su Jefe espiritual. Lo atacan de tal manera que ni el más enfervorizado y partidista protestante lo hace.

Y como les dije que eran como Lutero, por no estar conformes con la dirección del Papa, se pusieron furiosos. Como si ellos, tal como Lutero, no estuvieran poniendo en solfa la autoridad del Papa, y lo criticaran tan ásperamente y con tan poco respeto. Es más, se atreven a decir de él que es un “anticristo”, porque dicen que tras su aparente bondad esconde un malvado corazón para destruir la Iglesia.

Pienso en que el ritual puede ser modificado por un papa después de que fue establecido  por otro papa. A mi, personalmente, me gustaba que los curas fueran con sus sotanas y su teja, porque sentirse mal por vestir así no me parece que sea propio.

Si son curas que se vistan de curas, si son monjas que se vistan de monjas, si son militares que se vistan de militares etc. aunque a veces por comodidad para circular por la sociedad moderna basta con el clergyman. Pero calificar a un concilio de satánico, ya es pasarse demasiado y no asumible.



SEGURIDAD DE LA SALVACIÓN

Hay importante cantidad de cristianos que piensan que su salvación no es segura, y por ello se angustian y en muchos casos desesperan de ello. No entiendo como alguien que ama a Cristo sinceramente, y le conoce bien, puede esperar que Él le deje en angustia, y que al final le condene a perdición. Eso es llegar a la idea del “Condenado por desconfiado”

Es congruente con esta idea la afirmación de San Pablo: Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. (Carta a los Romanos).

¿Cómo puede pensar nadie en que a los que le aman les rechace, porque ellos no supieron sostenerse en una línea de Ley que él mismo abolió. La Gracia de Dios no es de quita y pon, sino una acción constante para que los suyos sean iluminados y crezcan continuamente en el conocimiento de su sabiduría y amor.

Hay muchos que creen que en su última hora pueden “ponerse a bien” con Dios, como si fuera posible despreciarle y después, cuando conviene, resolver el asunto; como si tuvieran seguridad de que tendrán esa ocasión, o si en medio del dolor o la sorpresa de una muerte instantánea, fuera posible para el réprobo hacer una maniobra que engañe a Dios.

Hay un amigo que dice que es calvinista y “supralapsario” y se excusa de que eso moleste a algunos. Creo que no va a molestar a muchos porque el calvinismo en España es poco conocido y las gentes, salvo excepciones, ni siquiera saben que es “supralapsario”; es lenguaje calvinista.

Las gentes no profundizan en el estudio de la salvación porque entre otras cosas no saben que se van a salvar, puesto que la idea del infierno del réprobo se les ha presentado casi siempre de forma grotesca y no creíble.

El que pierde a una persona amada, que se aparta de él, sabe bien lo que es un infierno cuando esta persona amada va con otro semejante. Es un remedo humano del infierno de verse apartado de Dios. Partiendo de esta premisa de verse apartado de la vida de Dios comprende, como el drogadicto, que ya es casi imposible volver atrás.

Recuerda la fortuna que dilapidó en el vicio, y se ve mucho más desgraciado que el que conserva su familia, y el “drogadicto irredento” los ve estar juntos y felices. Siempre que trato sobre este asunto, menciono siempre el “agravio comparativo” porque refleja bastante bien, la diferencia de estar con Dios en dicha y paz, y pasar una eternidad (presente eterno) envuelto en el mal y la desdicha.

En esta vida, aun hay esperanza y, poco o mucho, todos intuyen que detrás de esta vida hay algo especial; que la fosa no es la salida. Cuando llega la irreversibilidad de la separación eterna de Dios, verán como despreciaron sus dones y su tremenda obra, y se lamentarán de no haber hecho más cuentas de ella. Ya están perdidos.
COMUNISTAS, NAZIS, FASCISTAS, TODOS SOCIALISTAS


Cada día que pasa me sorprendo más de la  característica de las masas. Y pienso que es a causa de su ignorancia, pero a veces compruebo que personas con culturita y buenas maneras también desbarran. Posiblemente haya gente que crea que el que desbarra soy yo. Goebel el Nazi decía algo como: la estupidez de las masas es proporcional a su mala memoria.

Y es que, cuando hay mejores condiciones de vida parece que se excitan las exigencias, mientras que cuando pintan mal las cosas y no son excesivamente onerosas, la gente baja la cabeza y se mantiene más humilde. Es cierto un dicho popular en mi tierra: lo poco espanta, lo mucho amansa.

Rememoro las masas enfervorizadas cuando Mussolini proclamaba la guerra, y estas masas en vez de ver en él a un hombre fuera de control, pero que lo ejercía con saña sobre los demás y los llevaba a la perdición, lo que realmente creían ver, era a un triunfador que podía hacer la guerra, lejos de sus intereses y sus hogares. Y clamaban repetidamente, al grito de ¡guerra, guerra! interrumpiendo la soflama del llamado Duce.

Ellos no recordaban las matanzas del río Isonzo, las colinas de Santa Elia, en la hecatombe de Caporetto, donde morían hombres y más hombres en una inútil batalla; para después en la derrota, acusar a los que antes casi adoraban, y ensañándose en ellos como culpables. Volvieron a creer que podrían salir victoriosos.

Ninguno de aquellos mandatarios hubiera podido hacer semejantes burradas, si unas masas no los hubiesen sostenido a toda costa, para satisfacer sus locuras personales, que en masa era locura colectiva. Y es que todas las ideas se contagian cuando un colectivo se recrea con ellas. Y lo malo de mas utopías no es tenerlas sino querer ponerlas en práctica.

Los cristianos, hemos de entender que podemos ver las mismas cosas y entenderlas de distintas maneras, pero no cabe en ello ni el rencor ni el odio. Tratemos de ver el punto de vista del prójimo y darnos cuenta de sus orígenes, su educación y sus circunstancias, para poder conocerle mejor. Después, veremos que en el fondo no somos tan distintos. Todos, más o menos, tenemos las mismas apetencias.

Y como dice la Biblia claramente, para nuestra edificación:     El que quiere amar la vida Y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño; apártese del mal, y haga el bien; Busque la paz, y sígala.

Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal. ¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien?

 Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros… (1 Pedro 3:10 y ss.) Sepamos a quien seguimos y quien no lo sigue. Y obremos en consecuencia.