domingo, 20 de mayo de 2012

ATENCIÓN A LO QUE VALE LA PENA OBTENER.






El cristiano precisa de una gran capacidad de atención hacia las cosas espirituales. Esa atención al principio es difícil por causa de una vida anterior disipada y sin concentración alguna.

Pero el afán continuado de auto control y auto vigilancia se establece poco a poco (y a veces de forma rotunda) según la mayor o menos capacidad que el Espíritu proporciona, nuestra voluntad regida por el amor a Dios, y por la consideración del sacrificio del Cristo.

Consiste primordialmente en permanecer totalmente conscientes de nuestra propia vida interior. Ya tenemos poder para velar y vigilar (dominándolos) nuestros deseos y nuestros impulsos primarios propios de las personas perdidas que antes éramos.

Hay una transformación de esos instintos y perversos impulsos en deseos de agradar al Señor. Esto hace que sean algo consustancial con nuestra nueva persona, de modo que, abandonamos los anteriores desarreglos y costumbres anteriores. Entramos en otra esfera de conciencia, y nuestros pensamientos y discernimiento espiritual reinarán en toda su plenitud y actividad.

La inclinación hacia la virtud, la perfección y el diálogo espiritual, primarán sobre cualquier otro pensamiento (de forma real) y producirá una naturaleza transformada que está en condiciones de superar los obstáculos de la carne.


Es tarea difícil, aunque no imposible. A veces tediosa, y otras nos parece que el control de nuestras inclinaciones, es algo contra el devenir natural de las cosas. Desdichadamente la experiencia demuestra la gran verdad de Jesús sobre estas materias: El que hace pecado, esclavo es del pecado. (Juan 8:34)


¿Y que es peor que estar pendiente de las drogas, alcohol, sexo, y otros vicios no mejores, y no poderte liberar, porque al aceptar la vida de pecado, aceptaste ser esclavo de aquello a lo que te entregas?


Hemos visto demasiados alcohólicos, demasiados drogadictos, demasiados enfermos y adictos a pesar de que saben que su adicción los mata. Son paradojas del espíritu humano, porque conociendo quien le conduce a su perdición, se empeña en entregarse a la esclavitud por su propia voluntad, aunque ya en adelante quien manda totalmente es el vicio; en definitiva y sin rodeos, el pecado.

En ese sentido, solo la aportación del Espíritu Santo de Dios, en la fe en Jesucristo, harán prevalecer la nueva naturaleza. Toda duda queda despejada; toda vacilación, rebasada; toda dificultad, superada Y dice la Escritura: Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. (1 Tesalonicenses 5:23)


Ser hallado irreprensibles es la aspiración del humano a pesar de sus tropiezos y dificultades. Nada se obtiene de nada. La fe junto con obras consecuentes nos da la seguridad. pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.

DOMINIO DEL ESPÍRITU



A medida que el Espíritu de Dios se impone y llena el espíritu y el alma del hombre, también el cuerpo empieza a incorporarse a este estado de comunicación espiritual. Somos un todo indivisible y todo obra en armonía con el llamamiento de Dios.

La confianza en Dios, y en uno mismo, se robustece a medida del continuo crecimiento espiritual, de manera que sus actos son regidos por un único móvil, que proviene de Dios que otorga por este medio una capacidad de autocontrol superior con mucho a la que posee la gente corriente. 

La práctica del autodominio deja de ser onerosa violación a la tendencia natural, porque un nuevo hombre se ha formado según la voluntad y el imperio de Dios, y la disposición natural del nuevo ser ha sido transformada y dirigida hacia metas absolutamente superiores.

No existe ya subordinación a las querencias naturales que siguen impresas desde la caída en el hombre corriente. Dios actúa en nosotros y pone sobre la nueva criatura recreada, unas inclinaciones nuevas para hacer su voluntad, y todo nuestro ser coadyuva a este divino propósito.

Así afirma y constriñe la Sagrada Escritura: En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos naturales engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios) en la justicia y santidad de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Efesios 4:22,25.

Un mandamiento imposible de cumplir para la persona inconversa. Perfectamente alcanzable si entregamos a Cristo todo nuestro ser; espíritu, alma y cuerpo, actuando el Espíritu Santo en nuestras mentes y en nuestros corazones ya entregados a Él.

Un mandamiento que solo exige lealtad y autodominio para que, hacer la voluntad de Dios sin aspavientos ni jactancia, sea algo grato que nos llene de satisfacción y, como dice la Escritura: esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria, 2ª Corintios 4:17