miércoles, 13 de febrero de 2013

ANACRONISMOS



¡A VER CUANDO ACABAMOS!

Una de las peores artimañas para los que no tienen otra clase de recurso para atacar al contrario es el uso del anacronismo.

Es decir cuando alguien quiere denostar a otro y no tiene argumentos válidos, se remonta a los sucesos que ocurrieron siglos atrás y en los que tuvieron lugar sucesos en los que de mala manera, a decir del agresor, estuvieron implicados los ancestros del atacado. Y casi nunca se acierta con el tiempo ni con el contexto de los sucesos.

Es proverbial citar la Inquisición como prueba de la maldad de la Iglesia Católica actual, o a Calvino y a los presbiterianos con el desdichado suceso de la quema de Servet, o a Lutero cuando incitaba a los príncipes alemanes a extirpar violentamente las rebeliones de los campesinos.

Pero ahora estamos en el siglo XXI, y hay que atenerse a lo que hay, no a lo que en épocas más “oscurantistas” y en situaciones políticas muy distintas sucedió por la fuerza de las cosas. Analizando cada evento del que tengamos noticia desde Espartaco a la Revolución Francesa o a la soviética, vemos muchos motivos por donde queramos mirar, que al no ser admitidos por ninguna de las partes implicadas, trajeron unas consecuencias funestas que con la concordia y la cesión de las partes hubiesen podido ser evitadas.

Pero es actualmente cuando se quieren resucitar viejas rencillas y sobre todo en España y contra España. Soy español a pesar de mi apellido originario, y me duele que estemos en la situación de ventilar viejas rencillas cuando todos tenemos nuestros muertos y nuestras penas por las consecuencias. Hoy recibo la noticia de que un pastor estaba cometiendo incesto, sodomía, abuso, etc. con por lo que se deduce un hijo suyo.  Fue detenido durante una predicación.

¿Qué decir de esto? A mi no se me ocurre otra cosa, que una constatación de que la realidad del hombre no redimido y no salvo es penosa de tal modo, que puedan ocurrir estos tristes casos en todos los estamentos, siendo el religioso el que más destaca, a pesar de ser lo que en porcentajes estrictos se aprecia, el que menos tienen que avergonzarse, si no es porque desde los púlpitos proclaman algo tan sublime como el mensaje de Nuestro Señor Jesucristo.

Recurrir a lo que hizo mi tatarabuelo al que no conocí, para ofenderme o acusarme de algo, es tan infantil como perverso. Recuerdo aquella coplilla que decía

Mira que bonita es
Mira que bonita va
Es lastima que su madre
Fuera fulana de tal.

No tenéis perdón de Dios
Ni tampoco corazón
La que no tenga pecado
Ponga en su puerta un renglón

¿No veis que me estáis matando
Con tanta murmuración
De lo que fuera mi madre
Que culpita tengo yo?