
Pasa a veces que tenemos a Jesús ante nuestros
propios ojos, y no lo reconocemos en un hermano. No nos damos cuenta ni esperamos
que las personas o situaciones que enfrentamos o contemplamos escondan al mismo
Cristo que está con nosotros.
Eso naturalmente nos impide examinar las cosas
desde su perspectiva. Andamos ciegos y envueltos en la vorágine del mundo, y de
nuestras propias querencias y aspiraciones profanas.
Muchas personas sobre todo mujeres protestan
contra el mandamiento de someterse a los maridos, pero como se ve claramente en
los versículos citados anteriormente, el mandamiento es de sometimiento mutuo
que no es lo que se tiene por el vulgo de «sometimiento esclavista».
Este mandamiento obliga a los hijos con
los padres… y a los padres con los hijos: Hijos,
obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra
a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para
que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra. Y vosotros,
padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y
amonestación del Señor. Efesios 6,1.
Ocurre que estamos demasiado cristianamente
lejos de la demasiado injustamente
criticada «sumisión a la voluntad de Dios» que podría reblandecer, destemplar
el buen acero de la voluntad humana, blandido contra las fuerzas de las
tinieblas y el debilitamiento.
(Teillard de Chardin).
La voluntad de Dios siempre está al cabo
de donde acaban nuestras fuerzas y él puede empezar a actuar en nuestras cosas
y en nosotros. La mayoría de los males que nos afectan es por causa de nuestro
descuido y pecado.