sábado, 28 de enero de 2012

SOMOS RECALCITRANTES



Muchos creyentes sinceros se quejan y lamentan: “¡Quiero conocer la voluntad de Dios para éste asunto, o ésta necesidad! ¡No sé qué hacer!” Y fluctúan ante cualquier dificultad, con una falta de fe y de seguridad y por desgracia, ignorancia en la asignatura más decisiva en sus vidas.

Pero la voluntad de Dios está muy claramente expresada en La Escritura. Y es para nuestra dirección y bien. No podemos decir que consultar a un consejero idóneo sea malo. Ni mucho menos. Ya se echa en falta tanto el buen consejero, como el cristiano que consulta buscando la voluntad de Dios para hacerla. (Hebreos 10:36)

Lo que ocurre con inaudita frecuencia es que los llamados cristianos no conocen (o no conocemos) la voluntad de Dios, porque no la buscan en la Escritura Santa. No leen la Biblia. No la examinan ni estudian. No la hacen referencia y guía de sus vidas. Tienen a la mano el Testamento de Dios, y no lo miran siquiera. No conocen su contenido.

Dadles a esos “cristianos” cualquier carta, donación, testamento... y lo abrirán y leerán con toda avidez y concentración, para ver qué contiene para ellos. Encontrarán tiempo, correrán adonde haga falta o indique el documento que se encuentra su herencia, y se alegrarán y ufanarán cuando comprueben la veracidad y eficacia del mismo.

¿Y La Escritura de Dios? ¿Y su herencia firme, dada a conocer fielmente en este documento trascendente y fiable?... ¡Que pesada! Y algún día, voy a ilustrarme bien de las cosas de Dios. Además, en la Iglesia me la dicen claramente. Ya la veré mañana, como dijo Faraón.

Este Faraón... ¿Qué insensato, verdad? Aplazó a mañana una decisión de obedecer o no a Dios, en medio de tan grandes plagas. Pero, ¿somos nosotros más inteligentes que él? ¿No decimos también nosotros "mañana", a las llamadas de Dios? ¿Y no continuamos diciendo: mañana... mañana... todos los días?

Y, mientras tanto, como Faraón, iremos recogiendo las plagas que nos sobrevienen cada uno de los días aplazados. ¿Tendrá que hacer Dios con nosotros como con Faraón? ¿Esperaremos nosotros, como Faraón, a que se cumplan nuestras plagas día a día, siendo tan fácil obedecer a Dios de una vez por todas?

El pueblo de Dios obedeció, saliendo de Egipto tal y como Dios había prometido que sería hecho. Pero Dios tuvo que meterlo en el desierto para probarle. Y no les faltó el agua en Meriba, a pesar de que en medio de grandes señales de Dios, todavía decían una y otra vez: ¿Está, pues, Yahvé entre nosotros, o no? (Éxodo 17:7)

Les dio el maná, y no les faltó hasta que los introdujo en la tierra prometida. Endulzó las aguas de Mara. Les dio carne a comer, en tan gran abundancia que les "salía por las narices" y la aborrecieron. (Números 11:20) Con todo, nunca les abandonó, y siempre les sustentó, a pesar de su rebeldía y sus quejas. Pero trajo castigo por su desconfianza y falta de fe.

Esa es hoy la situación del pueblo de Dios. Rebelde, quejoso, tardo para oír y hacer. Menospreciador de La Palabra y el poder de Dios. No hemos cambiado. Tenemos en nuestras manos las instrucciones de Dios, la promesa y realidad de su protección y amor. ¡Y no obedecemos!

¿Hasta cuándo esperará el Señor en su paciencia y benignidad? No  pongamos a prueba su ira. Seamos sabios, y pongamos a prueba su benignidad y poder,  para que nos lleve en la palma de su mano. (Isaías 49:16)