martes, 23 de octubre de 2012

ERASMO Y ERASMISTAS


Erasmo de Rotterdan

Pues no, amigo mío: no soy erasmista en el sentido en el que usted me habla ni en ningún otro sentido. Tengo mis propios criterios, y reinan muy distintas condiciones sociales. En esta hora son más los cristianos perseguidos que perseguidores. La cosa cambia.

Lo que no quiero ser es de ningún modo, un fantoche movido por quien llega el último, y ser para todos, un perseguidor porque no comulguen con mi concepción del cristianismo. La libertad es imprescindible para el seguimiento de Jesucristo. Él mismo dijo: y no queréis venir a mí para que tengáis vida. (Juan 5:40)Porque Jesús hace libres a los hombres y no esclavos. Quien quiera va, y quien no, lo deja afrontando sus propias responsabilidades y los efectos de su negativa.

También Jesús dijo claramente: conoceréis la verdad y seréis verdaderamente libres. (Juan 8:36) Tal libertad no es precisamente la libertad para hacer mal, sino para hacer exactamente el bien, que es la vocación de todo cristiano. El hombre natural tiene que pensar y hacer, tal como el mundo piensa y actúa. Los resultados son evidentes.

Es por tanto, y prescindiendo por ahora de llamamientos especiales y elección por parte de Dios, el asunto es que queramos ir, o por el contrario despreciar el llamamiento del amor de Dios. El hombre carnal, que sigue sus inclinaciones y sus propios pensamientos sobre el bien y el mal, de ninguna manera irá a Cristo. No quiere prescindir de su posición contraria a la voz de Jesús, que desea sobre todo, el bien, la libertad verdadera y la armonía de la sociedad.

Y no es así, porque ya conocemos la corrupción que hay en este tiempo, y en todo tiempo anterior. El seguimiento de las llamadas de Dios es despreciado y, por tanto, cada cual será responsable de su actitud ante el tal llamamiento. Y así dice el apóstol: Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. (2 Pedro 1:10) No cabe decir que las cosas marchan mal, si nosotros mismos estamos sujetos a la misma corrupción, que detestamos y denunciamos en otros.

Así es, estimado amigo, que esa libertad prometida por el mismo Cristo, es la que me vale para no dejarme manipular y a la vez reconocer lo que de bien, según Jesús, hay en toda circunstancia y en toda doctrina. Intentar saber más que todos, es de necios según decía Pablo apóstol: Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo. (1 Corintios 8:2)