lunes, 1 de octubre de 2012

DEL VIEJO, EL CONSEJO


Esta semana pasada hemos sufrido en la familia una tragedia que nos ha llevado a la depresión, que aun no hemos superado completamente. Se trata del asesinato en macabras circunstancias de nuestra nuera, Rosa Cobo Román por parte de un hombre que pretendía (y lo consiguió) vengarse de ella, a causa de no estar conforme con la defensa en juicio de ella como su abogada.

El colegio de abogados ha hecho un panegírico de su labor y se han manifestado en el sepelio y en la calle protestando por este caso, y en general por la indefensión que ante personas de esta clase sufren todos ellos en el ejercicio de la abogacía.

Trato solo de indicar, que la prudencia de los mayores y los consejos que podemos dar, se pierden en el impulso más juvenil, pero más imprudente, aunque no sea el caso que explico más arriba. Las personas más jóvenes deben pararse a escuchar lo que les dicen los mayores, que llevan muchos años de oficio y experiencias de todo jaez.

Despachar, y desairadamente, una opinión de los viejos, en ocasiones cruciales para la vida es una solemne estupidez. Tal vez ellos no estén “al día” en lo que respecta a muchas materias, pero la veteranía y la buena intención con la que erogan consejos y casos sucedidos con el tiempo son más valiosos que un rubí.

Desentenderse de ellos a la hora de pensar las cosas y sopesar con calma los conflictos que casi diariamente aparecen, y más en materias que por si solas son vidriosas, me parece una temeridad y escoden un orgullo  que después trae muchas consecuencias.

Yo tenía muy buena memoria y la he utilizado siempre para rememorar lo que mi padre y algún otro mayor me ofrecían n mi tiempo juvenil. Ahora me doy cuenta de lo valiosas que eran, y han sido una referencia cierta para las muchas encrucijadas en las que me he encontrado.

Debo decir que en muchas ocasiones he actuado como si aquellas valoraciones de mi padre fueran vanas o anecdóticas, comprobando después la validez sólida y real de sus opiniones o consejos que me administraba entre mi impaciencia y por la repetición de ellas.

Recordé la cita bíblica que siempre me atormentaba cuando hacía algo que me salía mal desdeñando la experiencia de los mayores:  No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, Que han de ser sujetados con cabestro y con freno, Porque si no, no se acercan a ti. (Salmo 32:9).

Y cierro este escrito con un proverbio que vale para todos: Pídeles consejos a los viejos y a los jóvenes, pero sigue tu propio sentido común. El sentido común nos lleva a actualizar en momento actual la experiencia de años o de siglos. Todo ello con paciencia y sin ofender la sabiduría recibida. Nunca decir : ¡a mí que me vas tú a decir! ¡Como si lo supiéramos todo!.