martes, 27 de marzo de 2012



DINERO ¿EN QUE MANOS?

No hay bobada más enorme, que centrar la actividad de la Iglesia de Cristo sobre la beneficencia y nada más. Es sentir de mucha gente. La Iglesia tiene según sus hagiógrafos adversarios, la obligación de ser muy pobre de forma que no se puedan formar grupos y poder hacer tal obra de beneficencia. Que por cierto, nadie hace nada más que ella.

Otro mito es que la gente tiene que ser feliz, previo goce de los actos y adquisiciones, de lo que es la gratificación inmediata de sus objetos o deseos. Se dice que la Iglesia ha de vender sus posesiones y darla a los pobres. Una vez que se acaba el dinero conseguido ¿Qué hacer? Sin medios, la Iglesia no puede lograr nada, según la “acreditada teología” de sus adversarios.

Y hay tantos mitos, que podríamos desgranar aquí toda una suerte de ellos. Uno muy importante y extendido, hasta dentro de la comunidad cristiana es el de la pobreza. Mejor dicho, de la miseria. Creer que la miseria es una preciosa virtud es de una estolidez enorme. Una austeridad, o mejor, una sana morigeración, es buena no solo entre clérigos sino en cada cual. Pero eso es cuestión personal.

Un clérigo gordo puede ser sospechoso de gula, pero no hay porqué estar hambriento y sediento, sin poder hacer bien a nadie. Tal vez nuestro gordito clérigo se “parte el pecho” en su trabajo y en su misión. Y tal vez es gordo por constitución corporal.

San Pablo lo dice corto y bien ¿Acaso no tenemos derecho de comer y beber? (1ª Corintios 9:4) Tal vez quisiéramos a un jerarca de cualquier confesión yendo a lomos de una borriquilla. ¡También hay que ser terco para pensar así!

Vivimos en un mundo donde hay unas necesidades básicas y donde una empresa, por ejemplo, ha de tener tesorería, porque de no contar con ella se pararía, con las pérdidas consiguientes para empresa y trabajadores. La repentización de las ideas, casi nunca es buena.

PENSAR Y ACTUAR


Todo arte, toda idea, todo sentimiento, y más si es bueno, debe ser sometido a rigurosa reflexión, para que pueda dar su fruto racional y no resulte un impulso espontáneo, casi siempre alocado y disparatado. ¡Tantas tonterías se dice sin ton ni son! Y sin tener idea de las dificultades que se presentan, en el ordinario devenir de la Iglesia cristiana.

Esos impulsos para cambiar cosas, son muy bonitos de ponderar ¿a quien no le gustaría quitar el hambre del mundo? Pero hay que pensar con qué, y como se podrá hacer. Bien pensado y analizado, ya no resulta tan fácil como se especulaba con tan buena intención.

El ser humano quiere tener las cosas que le permitan tener el ingenio de la raza, y disfrutar de un buen pasar. Los ambiciosos, los insensatos, y los débiles, siempre existirán entre nosotros. Los pobres como consecuencia. Todos ellos, unidos a nuestra propia desidia, producen las barbaridades que ocurren en el mundo.

Otra cosa es el uso que se haga de los bienes que el hombre sea capaz de sacarle a la tierra y a su ingenio. Una planta nuclear puede servir para producir electricidad en abundancia o para crear combustible de un artefacto capaz de volar una ciudad entera. La historia lo demuestra.

Es por eso, que una pistola no vale nada descargada y en su funda, si no es manejada por una persona que la emplea para buenos o malos resultados. Así que no es la pistola la que es peligrosa sino las manos de quien la manipula. De igual manera el dinero sirve para bien o para mal, según quien sea el propietario o el que lo maneje. Es muy buen servidor, pero muy mal amo.

Termino diciendo, que aceptar la Revelación cristiana simpatizando con ella, y a la vez indolentemente dudando, no es aceptar sino una forma más o menos decente de vivir (que también). Solo la introducción de todo nuestro ser en el misterio, y dejando que el misterio se apodere de nosotros, es cuando este se hará vivo y de un valor espiritual que el hombre que fluctúa no calibrará jamás, y por ello no lo disfrutará tal como es.


AMDG.