viernes, 15 de abril de 2011

ACLARANDO A MI MANERA




Tuve la dichosa ocasión de dialogar con una buena cristiana, que me abrió los ojos, a muchas más cosas de las que ya sospechaba. Y como soy persona que gusta de clarificar las cosas, aquí intento hacerlo. Ante todo pongámonos de acuerdo. Soy cristiano, porque el Espíritu me llevó a Cristo y este a Dios, por lo que todo queda por decirlo así, en familia. Un hermosa familia por cierto. Y ahí termina el definitorio.

Pero quiero desmontar tanta pamplina y tanto prejuicio como llevan todos, en un alarde de orgullo más o menos larvados, y más o menos fanáticos. No admito que una persona que es creyente probado, tenga que privarse de beber vino o cerveza, porque si lo hace lo expulsan de su comunidad.

Sabemos que no es bueno el tabaco, el alcohol, el derroche, y tantas bobadas a las que nos entregamos, pero nadie nos ha constituido en jueces de los demás. Y menos obligar a que otros se abstengan, y si no, tenerlos por malos y pecadores. Yo no fumo ni bebo, y vivo (por mis pocos ingresos) austeramente, pero si así me lo ponen “queden con Dios y a otra cosa. Por eso si me piden que me defina a que grupito infalible pertenezco les digo que a todos y a ninguno.

No aguanto que todos tengan que entregar su conciencia a la orden de un pastor, por muy consagrado que sea. No admito que se me diga por tantos que el hambre en el mundo no es cosa nuestra y que debemos admitirlo como la alopecia, y sin embargo estén siempre dando la matraca, con las conductas de los cristianos.

No soporto a los que constituidos en fariseos juzgan cualquier caída de un hermano mientras ellos hacen barbaridades de otra calaña y juzgan desde la comodidad de sus butacas con televisión de plasma y vivienda en un sitio “centriquito”

Aborrezco a los que dicen que viven de fe y después se averigua que tienen unas buenas pagas, que les envían desde sus "vaticanillos". Feo engaño, que cuando es descubierto acaba con los arrestos de muchos cristianos que dependían de la conducta de tales farsantes.

No me gusta que tanto alaben a Lutero o a Calvino, cuyas trayectorias no son lo mejor de lo mejor, como no las fueron los de Alejandro VI Borgia, o algunos otros principales de la Iglesia medieval, dignos de condenación y repugnancia. Tengo montones de ejemplos que aportar por si alguien lo desea.

A mí no me parece mal que los clérigos vivan del altar, porque al altar sirven. De mejor o peor manera; Dios es juez y también es rico en misericordia ante los fallos que todos tenemos, y ante los que nos mostramos tan rigurosos si se dan en otros.

Me fastidia enormemente que cuatro lunfardos que ni conocen el idioma, y bigardos con grotescas traducciones e interpretaciones, vayan por ahí con sus fanáticas y trasnochadas ideas, fruto de su supina ignorancia, pretendiendo enseñar al que lleva décadas trabajando sobre el negocio de la salvación que es por Jesucristo. Calvinistas, Arminianos, y toda una serie de gente o gentuza, que saben más que nadie, y a todo quieren atropellar.

Y por ahora, no admito que se me exija si soy de esta o de otra forma de creer, cuando Jesús no dio ni una pista, sino la de sus palabras y sus hechos. Ni hizo diferencia de judíos, ni de samaritanos, ni gentiles, etc. Solo la del Templo y la cátedra de Moisés. El movimiento se demuestra andando; y Jesús anduvo justamente. También Pablo, fue al Templo a cumplir unos votos. Y cuando fue bautizado dijo al bautista: conviene que se cumple toda justicia (para rumiar)

Como colofón tengo que decir que amo a María la Madre de Jesús. Para mí es mujer ejemplar, maravillosa y elegida del Señor para la epopeya más maravillosa de la historia de la humanidad, si es que creo La Biblia, como dicen creer muchos, que tienen hacia ella una hostilidad y un aborrecimiento que no comparto, y que repugna por su sectarismo. Si ello me separa de estas personas “vayan con Dios”, y que Él los guíe. Me declaro fuera. No admito imposiciones de nadie, sino de Jesucristo que nunca despreció a su madre.

Rafael Marañón  15 de Abril de 2011