sábado, 26 de noviembre de 2011

JOVEN BELLA Soneto bizco


Mirada que impresiona por sincera,
Un rostro que es perfecto en armonía,
La voz suena a la vez templada y fría,
Y esconde una profunda y gran quimera.

Alma de niña, corazón ardiente,
Recónditos sentires de nostalgia;
Segura de su mente y de su gracia
Distante en su expresión serena y riente.

Tal es al par, lejana y asequible,
Subyuga en paradojas femeniles,
Carácter ingenioso y bonancible.

¡Venus, inteligente!, cual estatua
Original y clásica en un todo,
Eres jovial y alegre, sin ser fatua.

viernes, 25 de noviembre de 2011

LA REVOLUCIÓN DEL REINO DE DIOS



Tengo que reconocer por enésima vez, que la raza humana está perdida, y que solo la acción de Dios por Jesucristo tiene poder para rescatar a los que desde la eternidad están llamados a ser salvos y glorificados.

Jesús perdona lo mismo a Pedro su discípulo, que a la pecadora que en casa de Simón se echa a sus pies. Lo que lo que Jesús valora no es la personalidad en cuanto a la percepción de los hombres, sino a la que según el Espíritu reconoce que se equivoca y quiere cambiar.

Pecadores somos todos, queramos o no. La raza humana, es de por sí pecadora. Lo lleva en sus genes, y eso es una verdad que puede ser contrastada en todo momento.

La libertad produjo la rebelión y la caída. Solo hay que mirar la situación del mundo, para darse cuenta de que esto no lo arregla ni Pericles ni Napoleón, que bastante tenían con arreglarse ellos.

El Perdón de Jesús no responde a una actitud conciliadora, ni altruista o romántica; es más bien una negación al pecado, mientras por otra parte muestra su misericordia porque conoce nuestra profunda debilidad.

San Agustín es una muestra de ello. Por eso es que se humilla cuando en su libro “Confesiones” reconoce su adicción al circo, al desorden, y a la deshonestidad. La oración de Mónica, su madre, actúa consecuentemente con el reconocimiento por parte de Agustín de su perdición y su pecado.

En cualquier situación recibe, como la mujer de casa de Simón el fariseo, un perdón que como el de aquella mujer, le lleva a entregarse completamente al servicio de quien, con su inmenso poder le libra de la tristeza y oscuridad de su alma. El verdadero amor, actúa así.

Jesús no obra justificando al pecador, sino que más bien lo comprende, y conociendo su perdido estado, lo rescata para Dios.  Es por ello, la gratitud del que sabe perdonado y amnistiado completamente, y da lugar a las grandes expresiones de alegría y sumisión a Jesús.

Jesús no considera mejores a los pecadores que a los virtuosos, probos, y ejemplares ante los hombres. Él sale al encuentro de todos  para colocarlos limpios ante Dios, su Padre. Él se acerca a lo vil y a lo pobre, porque sabe los sufrimientos y las carencias que llevan sobre sí, tanto materiales como espirituales. No le importa que sea fariseo, sacerdote, o prostituta.

Todos estamos bajo pecado, y si bien la lumia no tiene mayores problemas con su situación moral, el fariseo y el sacerdote instruidos, son más conscientes aun de su flaqueza y de los peligros morales que les acechan. Jesús tiene libertad y autoridad para dirigirse a todos. Tiene potestad de perdonar, y de restituir a las personas a una situación de libertad por medio de su divina libertad.

Los ricos de este mundo no suelen reconocer el Reino de Dios, porque no tienen interés en que la situación cambie para ellos. Se sienten cómodos y seguros. El cambio de valores, y la revolución que significa el Reino de Dios, solo interesa o puede interesar a los que, pobres en todo, quieren una transformación de las cosas

Esta mutación puede ser, con la redención, motivo de soberbia y como hemos visto muchas veces rebelión contra Dios. Se arriesga a todo, para todos, y paga el rescate y defiende con su vida, nuestra vida. ¡Bendito es, por los siglos de los siglos!

miércoles, 23 de noviembre de 2011

¡AY DEL SOLO!


¡Naturalmente, amigo mío!, que Jesús el Cristo era hombre. Pues no faltaba más. ¡Y que clase de hombre! Usted reconoce que Él sí, era verídico, y que los demás de la religión, “tirios y troyanos”, no han sabido ser dignos de su legado. Bueno en eso puedo estar más o menos de acuerdo con usted. Somos seres humanos falibles, y por eso tenemos esas fluctuaciones que tanto lamentamos, pero que comprendemos en los demás y en nosotros mismos, a causa de esa reconocida flaqueza.

Verá; si los humanos fuéramos puros y perfectos, Jesús no habría hecho falta y nos la hubiésemos arreglado solos. El mundo sería un paraíso, y “ataríamos a los perros con longaniza” como se dice en lenguaje vulgar.  Pero amigo mío, la humanidad es corrompida desde su nacimiento, No es solo que está corrompida; es que es corrupta. Es incapaz, a pesar de las posibilidades que tiene, de organizarse en orden y en armonía de razas y de pensamiento  en paz, para el bien de todos.

Jesús no habría tenido que ser crucificado, pero tampoco resucitado, y garante de nuestra salvación de la justa ira de Dios sobre nuestra rebeldía, y el desprecio de sus ordenanzas para dirigirnos en medio de nuestro egoísmo y maldición. Si Jesús tuvo que ir a la cruz, y como hombre íntegro gimió y pidió al Padre Eterno que le librara de su sacrificio, es porque Dios sabía que sin su sangre no habría salvación.

Dios nos amó primero, y en su amor no quiso que nos perdiéramos y cayésemos en una muerte eterna, que significa estar separados de Dios y de la gloria y grandeza de su poder. (2 Tes. 1:8,9). No habrá cosa peor, que la condición de los que estarán lejos de la ventura de Dios y de la compañía de los que amaron al Señor, y son llevados, en medio de la Gloria eterna, a la victoria del Cristo y de su Padre eterno.

Allí conoceremos a tantos que también le siguieron, algunos hasta la muerte. A los que amamos tanto y a los que se volvieron de su mala vida al regalo de Cristo. Estaremos en una dicha eterna, y no habrá preocupaciones, porque el manto del Señor nos cubrirá con todo su esplendor.

Y no habrá quien nos espante, (Ezeq. 39:26) ni con amenazas, ni con tentaciones, porque estaremos en la visión y estado beatífico que es como dice el apóstol Pablo. Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. (1 Corintios 2:9) ¡Ya es decir!

Conoceremos una victoria sin paliativos, sin bajas ni pérdidas: Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. (Apoc.21:4,5) Es algo tan incalculablemente maravilloso que no cabe en mente humana.
Todo ello gratis, y sin precio de compromiso. El que quiera… (Apc. 22:17)
Un toquecillo bíblico
Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
    Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda. Apoc. 21:6,7,8.

martes, 22 de noviembre de 2011

ALCALÁ LA REAL Mi pueblo.



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¿Cómo hablar de mi amor y mi devoción para con mi amado pueblo, Alcalá la Real, en el que viví continuamente durante 30 años desde mi nacimiento? Nadie puede escrutar y describir los sentimientos que me embargan cuando deambulo por la calle Pedro Alba, contemplando y recordando las fachadas señoriales, la calle Oteros tan estrecha y tan misteriosa para mí, el antiguo Hospital, otrora también inclusa, etc. Las entrepuertas de La Mota, con su sobrecogedora soledad en cualquier día oscuro y frío, característico de Alcalá, y tantos lugares para mí tan significativos y de tanta influencia en mi vida interior. 

Recuerdo (no lo puedo olvidar), el toque a muerto (generalmente una persona rica o conspicua), de las campanas de la formidable y bellísima torre de la casi derruida Iglesia de Santa María la Mayor, en plena fortaleza de la Mota, tan sonoras y significativas.

Campanas tristes de la vieja Mota
De ronca esquila que traspasa el alma,
Recuerdo triste...

Aun hoy, me paro a contemplar el bellísimo y cabalístico equilibrio entre su anchura y su altura, y su orgullosa y rampante hermosura. Domina desde lo alto toda la fértil comarca, como presidiendo las torres de aviso que hay en su alrededor.

Nunca olvidaré mi Iglesia de San Antón tan hermosa, y (ojo, paisanos) tan abandonada. Con aquel pequeño recintillo del «Señor de la Misericordia», siempre tan solo en las noches de invierno en que parecía que se cortaba el frío. La iglesia de Las Angustias, la de Santo Domingo, de la que aun espero vehementemente que será restaurada algún día; la de San Juan, a la que me gustaba llegar desde los callejones medievales que llevan hasta allí desde la Mota y bajar por la calle Rosario.

Y, como no. La Iglesia de Consolación, que tantos episodios ha escrito en mi vida y en la de todos los alcalaínos. Con su nave central inmensa y que tantas noches visité cuando silenciosa y fría, me ofrecía el único lugar para mis meditaciones.   

Mi unión o vinculación con Alcalá es tan estrecha, que al final terminaré por ir a morir a ella, como animal herido que va a su cubil.  Todo en Alcalá, es fuente y motivo de nostalgia para mí. Aun puedo evocar cuando entro en la plaza del Ayuntamiento, a los niños cuando jugábamos a «cangreje» y los «liques» de Iro y compañía.

Cangreje,
Harinilla y harineje.
Tengo un patio
Muy bonito
Debajo, una higuera
Que echa los higos chumbales...
 .
Los «tallos», tan ricos por las mañanas, los «hornazos» para el día de San Isidro, y para cuando era el «Día del cerro» con sus pitos de barro y «La hermana Mayora» con sus banderas y estandartes.

Las solemnes campanadas del reloj del Ayuntamiento, o los gritos mañaneros de los «castilleros» preparando sus mercancías de frutas y hortalizas, que tan denodadamente cultivan, y vendían y venden en Alcalá. Todavía hoy, me parece oir a veces el ruido de los vehículos subiendo por la calle Alonso Alcalá, donde vivía en una inmensa casa que ahora es un bloque de viviendas, y un banco o Caja de ahorros en sus bajos.

Aquellas tardes en casa del tío Cristóbal (falangista él, al contrario que mi tío Pepe era republicano y lo pasaron mal los dos), zampándome la propaganda de Adler y Signal, las dos revistas que hablaban de los triunfos alemanes en la segunda guerra mundial. Yo era un furibundo germanófilo, y cuando las revistas empezaron a publicar en sus páginas asuntos poco relacionados con las primeras campañas triunfadoras germanas, sufrí un tremendo choque en mi niñez. Era la primera vez que mis ideales empezaban a desmoronarse.

Las tardes con mi hermano Miguel, poniendole la cabeza como una zambomba, con mis locos relatos que él se bebía literalmente. Yo mentía como un bellaco, pero también me creía lo que le contaba. Una antiquisima y oxidada escopeta y un sable de mi abuelo, nos daban la ocasión de calentar la situación dramática de  los relatos, allá en la gran terraza de la casa.

Por si fuera poco, chupábamos los chorizos que mi madre colgaba de aquellas cámaras, haciendo luego con los labios el cierre de tal modo que mi madre no se percibiera de la sustracción. ¡Y vaya si se notaba, pero ella se hacía la boba.

Aquellas cámaras de leña del obrador en la pastelería de un amigo entrañable, donde encontramos revistas antiguas con escenas escabrosas, y que devorabamos y comentábamos como entendidos “maduros del sexo” entre nosotros. Y las tardes de lluvia en la que nos empleabamos en envolver caramelos, sin más retribución que “el diente libre”, es decir que podíamos comer los caramelos que quisieramos mientras trabajabamos, pero solo los trozos sueltos.

Las palomas que fueron mi gran afición, además de las chicas, y que se comieron literalmente dos mil kilos de yeros americanos que mi padre guardaba en una de las cámaras. Entraban por un ventanuco y yo creía que se alimentaban de lo que encontraban en el campo.

Era tal mi capacidad de convicción, que mi padre creo que llegó a creerselo, hasta que un día comprobó el desastre que le habían hecho las palomas de su hijo. No sé como me dejó vivo, y desde luego mucho me debía querer cuando me dejó seguir con las palomas.  

Aquellos partidos de pelota en la plaza, con un niño que vigilaba y que de vez en cuando gritaba .-¡que viene un municipal!- y el buen hombre se demoraba para darnos tiempo para recoger nuestra pelota de trapo o de papel, y hacer la comedia de que no jugábamos. Comedia que cuando la rememoro, no deja nunca de darme risa.

Y las farolas que se podían hacer sonar, subidos en ellas. Aquellas niñas jugando a la rayuela: las ya mocitas, a las que tanto hacíamos rabiar levantándoles las faldas en rápidas carreras para cogerlas desprevenidas, y de las que escapabamos entre risas por nuestra parte y los insultos (bien merecidos) de aquellas, con algún que otro tortazo que conseguían sacudirnos.

Las cañas partidas que hacíamos servir de esquís por la calle Veracruz cuando después de una nevada, tan frecuente en Alcalá, nos dejábamos resbalar por ella aprovechando su empinada cuesta. Y a los pozos, que hoy solo de pensarlo me pone los pelos de punta.

Excursiones a los Tajos, a las Cruces... o a La Mina, que por cierto no sé si ya existe hoy, y que nosotros los chicos creiamos (y así puede que sea), era un largo laberinto que nos podía llevar a La Mota. ¡Cuantas veces penetrábamos en aquella cueva tan sugerente y misteriosa, y nos volvíamos miedosos cuando apenas habíamos penetrado en sus húmedas entrañas unas docenas de metros! El más valiente era, claro está, quien más profundamente había entrado en ella.  

Aquella juventud cándida y anhelante, curiosa y temeraria, ebria de vitalidad y buscado desesperadamente saltarse los pequeños horizontes a los que nos habían confinado las secuelas de La Guerra Civil o mejor dicho, incivil.

Ansiosos de horizontes y conocimientos, encerrados en aquel casino tan hermoso, nos costaba un esfuerzo titánico procurarnos el dinero para poder pagar la cuota mensual. Pero la pagábamos, porque a algunos (muy pocos) nos proporcionaba la ocasión de hablar de Rubén Darío, García Lorca, Miguel Hernández, Unamuno, Machado, y otros escritores prohibidos como Felipe Trigo, Eduardo Zamacois, Fray Candil... y tantos autores por aquel tiempo tan desfenestrados, como el mismo Jacinto Benavente. Y cuanto más prohibido, mejor.

Todo ello con un aire de misterio, para no ser descubiertos y expulsados del casino. Lo que nos recomendaban y podíamos leer sin cortapisas era Machado (Manuel) Pereda con su obra Peñas Arriba, Sotileza etc. recomendadísima por todos y especialmente por las fuerzas vivas de aquel tiempo. Teniamos algunos de 14 a 16 años por aquellos tiempos.

Blasco Ibañez, Galdós, Azorín, Baroja, Benavente,etc., a los que me devoré varias veces, y me hizo por aquel tiempo devoto de los héroes de Trafalgar, Churruca y Gravina, y odiar al detestable cura Trijueque. Leíamos y escribíamos poemas, que discutíamos secreta y acaloradamente.  

Ortega y Gasset, encendía nuestros ánimos, cuando nos describía como «tigrecillos encerrados en los casinos»; en la jaula de nuestras propias limitaciones, y en el entorno de aquel tiempo. Más adelante, con el establecimiento de la Biblioteca Municipal tuvimos acceso más fácil a más libros, y ya podíamos hablar y comentar con la bibliotecaria de la que todos conocéis el nombre. Mi mayor afecto y admiración hacia ella y su trabajo, tan espléndido con los jóvenes.

Las palabras de Machado, casi proscrito en aquel tiempo, nos encendían en quimeras y anhelos sin concreción alguna, pero era casi nuestro «Leit motiv» de vivir. Los estudios y todo lo demás, no tenían mayor importancia para nosotros o por lo menos para mí. Había en nosotros el empuje de una generación que deseaba, ante todo, superar los traumas de la guerra, y sus desdichadas secuelas. No sabíamos exactamente lo que queríamos, y sin embargo creo que lo percibíamos muy bien.

Alcalá debe mucho a estos jóvenes, pioneros de la libertad y de las inquietudes de progreso. Fue la Alcalá más altruista y audaz, que sacrificó sus espectativas de éxito para darle a la vida del pueblo (hoy ciudad), un tono de despegue y de renovación, aunque no sabían que lo estaban haciendo, aparte de estropear sus carreras y su porvenir.  

También fuimos (y en mi caso fue así) la desesperación de nuestros padres que, desde luego, eran los primeros en no comprendernos empeñados en empujarnos a nuestro éxito material. A pesar de todo, insistimos en nuestra locura tan épica y primordial para nosotros, y que tanto nos distinguió por la demencia temeraria que observaban los que nos conocían.

Dejamos en el puerto la sórdida galera
Y en una nave de oro nos plugo navegar
Hacia los altos mares sin aguardar ribera
Lanzando velas y ancla y gobernalle al mar.

¡Cuantas veces, adolescentes, mirábamos la carretera de Granada con un impulso que nos hacía vibrar el corazón, imaginando lo que habría de haber tras los horizontes que vislumbrábamos desde la Mota! Para mí todo era algo inflamable con mi imaginación. Romántico hasta más no poder, deseaba darle a toda relación ese toque de lealtad y un halo de imaginación.

La Mota, la Mazmorra, el Cementerio, la Iglesia; para nosotros todo aquello era el depositario giganteo de mil misterios. Todo era, en Alcalá, un tesoro para nosotros los que en ese mundo casi cerrado tuvimos la visión de un porvenir para nuestro pueblo, mejor y más merecido que el presente que vivíamos.

Las tardes del «Juego pelota» que así se llama este lugar, y no el repipí «Juego de pelota» quizás reminiscencias del de la Revolución Francesa. Allí y en la Plaza jugaban las chicas a la comba, y nosotros estábamos atentos al vuelo de sus faldas. Ellas lo sabían, y se las recogían con las manos, frustrando así nuestro ladino acecho. De todos modos algo veíamos, y eso era bastante.

Al pasar la barca
Me dijo el barquero,
Las niñas bonitas
 No pagan dinero...

La Fuente de la Mora con su subyugante historia, y que un autor que no recuerdo, describía tan cercana y nuestra cuando relatando la ira del cristiano amante de la mora Cava o Caba  decía:

¡Ay! del muslín si arrojado
Osó ofender a la Cava...
Todavía recuerdo estos versos del fascinante relato.

El Coto. Expansión de nuestras vitalidades y nuestros cuerpos. El Coto unió a los jóvenes de nuestro entorno, mucho más que tantas celebraciones que precisamente trataban de obtener, sin conseguirlo, lo que la camaradería del deporte lograba sin esfuerzo alguno.

Aquellos equipos de futbol, sin más equipamiento que aquel que el noble entusiasmo procuraba por medio de lo que cada uno se aportaba. Alpargatas, zapatos de paseo, (luego había que explicar esto a las madres), raras veces botas y rarísimas veces, verdaderas botas de futbol. Pero el equipo de Alcalá jugaba, y se proyectaba solo con aquellos pobres rudimentos que a veces rozaban lo ridículo.

Adelante campeones
Del equipo volador
El que no tenga calzones
Que se ponga un bañador.

¡Cuantas veces teníamos que saltar lugares, prohibidos para conseguir oir zarzuelas! Y no es que estuviesen prohibidas formalmente, porque en tal tiempo ni lo sabíamos, aunque que no eran ni mucho menos asequibles a los jóvenes que no tuvieran muchísimo interés en oirlas. ¡Que maravillosamente jugosa nos parecía aquella música en aquel tiempo! El tiempo de la «Vaca Lechera», Machín etc. y otras de contenido patriótico.

Prietas las filas recias marciales
Nuestras escuadras van
Cara al mañana que nos promete
Patria justicia y paz (o pan)

O

Montañas nevadas...
 .

Aquella Academia que llamabamos «La Estaca», como contraposición con el Colegio de Málaga llamado El Palo, adonde iban los más privilegiados, tanto de Alcalá como de todos los pueblos del entorno. Aquellos profesores repletos de vocación y ¿porqué no decirlo? de necesidades y mucha incomprensión por parte de alguna gente, pero de un estilo y un interés impresionante ¡Como los recuerdo!

Ya más cuajados, las escapadas en bicicleta para reforzar a los equipos de futbol de los pueblos cercanos. Después de un partido de fútbol, y de bailar como locos en las casetas de la feria del pueblo en cuestión, tal vez a 30 kilómetros, volvíamos a Alcalá en bicicleta de nuevo a las tantas de la noche, y con la reprimenda asegurada por parte de nuestros padres. ¡Como os recuerdo, dulces amigos!

Nuestro hermoso «Paseo», que así se llama el parque de Alcalá con sus «marmolillos», sus bancos de piedra (que hasta para eso es señorial mi pueblo), y presidiendo todo, la Cruz de los Caídos detrás de la cual hacíamos bellaquerías algunos chicos y chicas.

Los cines de verano y El Teatro Martinez Montañés, con su «gallinero» su anfiteatro y su «patio butacas» donde nos proyectaban al principio aventuras de vaqueros con sus heroes a caballo. Más tarde Sudán, el héroe Sabú... y otras en «Tecnicolor» amén de alguna que otra obrilla de teatro. Para nosotros era un banquete.

Cuando pusieron (o quisieron poner) la «Blanca doble» una revista picante para aquel tiempo (hoy sería bastante pacatilla) las gentes se debatían entre la moral y la curiosidad. Hubo altercados, y al final creo que no la pusieron. Ya no lo recuerdo, pero creo que yo no la ví.

Aquellas aventuras cinematográficas y sugerentes «adelantos», nos vovían locos y encendían nuestra imaginación, aunque las veíamos a trozos por la costumbre de los «descansos» y los apagones que nos dejaban en tinieblas a mitad de la proyección. Aquella juventud que cantaba:

Desde que vino la moda
De los abrigos granate
Parecen los señoricos
Papas fritas con tomate.

Y las chaquetas blancas que hicieron furor y que hicieron popular la canción:

Madre yo quiero, yo quiero,
Quiero una chaqueta blanca
Con los bolsillos de parche
Y los botones de nácar.
Lo mismo me dá de seda,
 Que de hilo, que de lana.
Madre yo quiero, yo quiero,
Quiero una chaqueta blanca.

Aquellos años de Machín o Bonet de Sampedro, la famosa Orquesta Orozco tan esperada todos los años en Alcalá, y que a veces traía una vocalista que era la comidilla de los chicos...y de las chicas, con sus melancólicas y líricas canciones cuando venían  a las casetas de la feria de Alcalá. Esta feria era, entre todas, la más hermosa, con enorme cantidad de ganado y muchas transacciones, y que esperábamos con ansia y también despedíamos casi con frenesí para aprovecharla a fondo.
Aquellas chicas, adolescentes, casi nos eran indiferentes (nos parecía a nosotros) al lado de las cuales blasfemábamos para escandalizarlas. Las mismas a las que perseguíamos de aquí para allá en procesiones, a la salida de «misa de doce», y en cualquier lugar donde ellas se encontraran porque allí las buscábamos.

Más adelante, aquellas preciosas jóvenes, hoy matronas y  quizás ignorantes de lo mucho que las amamos, eran para nosotros un acicate y las elevábamos hasta situarlas a un nivel sumamente romántico, enfrascándonos en un culto caballeresco imitando a los héroes de nuestras mentes calenturientas.

Y es que en aquellos tiempos una chica se cotizaba mucho, y continuamente andábamos de escondidas para verlas y hablarlas. A veces para escuchar que nos mandaran a la porra, por pesados, y no ser exactamente la persona en la que ellas pensaban. Pero nos «arrimábamos» a todas.

¡Ah, amigas mías! Os recuerdo con toda la dulzura de mi corazón, y aun cuando os vea ya mayores, no temáis sobre lo que piense de vosotras  porque yo siempre os contemplaré con todo el amor de que soy capaz. Lo poco o mucho que me has dado tú, amiga que me lees, lo he agradecido y lo recuerdo y recordaré mientras viva. No te sientas olvidada. Yo, te recuerdo. Sois el mejor recuerdo de mi juventud. ¡Benditas seáis!

Los bailes organizados en la casa de alguna chica, y a la que los varones llevábamos garbanzos tostados y sangría muy aguada (no había dinerito para más). Ellas limpiaban (con nuestra ayuda en lo más gordo) el salón de baile, y lo adornaban con cintas y farolillos que recogían al final de la fiesta (al dar las diez y ni un minuto más), para otra vez en otro baile volverlas a poner.

¡Que maravillosas chicas! ¡Cuanto les debemos (al menos yo) en ternura, belleza y alegría! Llenas de simpatía y buenas formas, eran nuestras cómplices para preparar nuestros modestísimos saraos, y eso sí, bailaban todas con todos. Ninguna, ni ninguno, se quedaba sin bailar.

Los músicos se turnaban para participar en el baile, y eran nuestros propios amigos. Una guitarra, un laud, una bandolina y algún instrumento más que no recuerdo, (orquesta de pulso y púa, la llamábamos nosotros), bastaban para que pasásemos las fiestas más alegres y con una solidaridad confianzuda entre chicos y chicas verdaderamente ejemplar.

Hoy, Alcalá ha despegado y resulta ser una ciudad en plena expansión, con un vigor y un potencial increíbles y todavía sin explotar adecuadamente. En cuarenta años de viajes por toda España, pueblo por pueblo, de los más grandes, muchos me han dicho:¿Usted es de Alcalá la Real? ¡Que frío!, ¡Pero que gente más acogedora! -Yo estuve allí en la guerra o como vendedor etc. pero me acuerdo con gran cariño de Alcalá.-

Nadie me ha hablado de nada negativo sobre Alcalá, y no ha sido exactamente por cortesía. Es que Alcalá ha suscitado un atractivo misterioso sobre todo el que la ha visitado.

Como hay que acabar alguna vez, y no deseo extenderme demasiado, no quiero que se crea que olvido a las personas de mi generación, y también  que me mostraron un afecto que tal vez (y pido perdón por ello) no habré sabido corresponder como merecen. Pero a todos quise y a todos quiero hoy. Muchos viven, por fortuna. Otros ya nos han dejado, pero todos tienen un lugar muy calentito en mi corazón.

No puedo dar nombres, porque no acabaría este relatillo, ni me cabrían en él y no quiero agraviar a nadie por omisión involuntaria, pero sabe lector amigo, que me has conocido y tratado, que soy tu amigo y que seguro que te estimo mucho más, tal vez, de lo que puedas sospechar. Alcalá es mi patria, y amo a Alcalá y su gente. ¡Que conste!

                  


lunes, 21 de noviembre de 2011

Y SED AGRADECIDOS




                    Naturalmente amigo mío que yo también me preocupo: soy hijo de madre como todos y por tanto las cosas que ocurren en el cotidiano vivir me afectan como a todos. No estoy hecho de madera y participo de todas las vicisitudes que hay en la vida.

La enorme diferencia es que -sin ser fatalista- sé que este Universo está regido por una inteligencia infinita, y que todo lo que ocurre está determinado por esa inteligencia que llamamos Dios. A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer. (Juan 1:18)

Si el Universo se mueve con esa exactitud matemática, y vemos lo que hay en el mundo que habitamos, tan maravilloso y colorido, disfrutemos de él todo lo que podamos de forma natural, y sabiendo que todo es don de Dios para con nosotros sus criaturas, que desde luego no somos un dechado de gratitud.

Solo mencionamos a Dios, para echarle en cara nuestra falta de algún don que se nos escapa. El que tiene una cosa no da gracias sino que reprocha a la “fortuna” porque no tiene lo que otro tiene. No somos capaces de darnos cuenta de la inmensa variedad de atributos de que disponemos para vivir en paz, sin desear compulsivamente todo cuanto alrededor se nos presenta con los espejuelos del placer y lo prohibido.

Ciertamente que carecemos todos de algún don que otro posee, pero cada cual es una persona distinta con sus dones y sus carencias. Unos son más ricos, otros son ciegos, y otros paralíticos, etc. Aunque la mayoría es más dotada, tampoco se nos ocurre dar gracias  Dios por tantas posibilidades como tenemos.

Tal vez los cristianos seamos más sensibles a las desgracias ajenas y -sobre todo -tenemos una tristeza profunda de ver como tantas criaturas son sacrificadas en el altar de los beneficios de los poderosos. Sostenemos que hay para todos, a poca solidaridad que se tenga por las desgracias de tantos y tantos que se conformarían con lo que algunos de nosotros tiramos a la basura.

¡Hay para todos! La ciencia ha avanzado y la técnica también para dar a cada uno lo que necesita, aunque dejemos a la iniciativa de cada cual lo que pueda innovar para beneficio de todos. Esa es la forma de avanzar social y moralmente.

Ese prurito de despreciar las instituciones como malas en sí, es nuestro enemigo larvado que tanto daño hace. El abuso por parte de los que las manejan, hace que estas instituciones sean mal utilizadas y por tanto, en vez de ser provechosas para el Pueblo son muchas veces la rémora del progreso. Su valía y la necesidad que tenemos de ella, no disminuyen. Y bien manejadas son muy válidas. 
Jesús dijo aquello tan conocido por tantos de que: En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.
También de estas palabras -tan mal interpretadas- se sacan conclusiones erradas. Jesús conocía las lacras que menoscababan a las dignidades del templo, más eso no le disuadía de acudir y orar allí. Solo cuando ellos se apropiaron de la palabra de Dios, cambiándola por sus muchas sutilezas y extremismos, es cuando dijo estas palabras.
No cambiemos lo que Jesús tenía en su mente, para aplicar estas palabras a tantos que trabajan denodadamente en la extensión del Reino con constancia y pureza. Respeto y al que sea culpable solo criticar sanamente y con misericordia, no sea que caigamos nosotros los que nos tenemos por tan puros.   
  

domingo, 20 de noviembre de 2011

ASÍ ESCRIBO YO




Amo los divertimentos,
El verso me es agradable
Y expresar mis pensamientos
En todo lo imaginable.

Alguno adora la fama
Con el reconocimiento,
No se goza porque no ama
Y se apacienta de viento

Es mejor pasarlo grato
Con chuflas o seriedad,
A soportar un mal rato
Componiendo en ansiedad.

No deseo petulante
Que me otorguen algún premio,
Quiero gozar cada instante
Desarrollando el ingenio.

Ni voy loco tras la fama
Ni la vana adulación:
Gozo haciendo un epigrama
Sin ninguna otra ambición.

Y como me siento libre
De alabanza o abucheo,
Hago que mi verso vibre
Contando lo que yo veo.


Escribo a tontas y a locas
Lo que mi magín me dicta,
Correcciones hago pocas
Y prosigo fatalista.

La rima es libre y hermosa
No requiere precisión,
Mas deviene farragosa
Si no tiene inspiración.

Con rima libre, ingeniosa
Se consigue lo mejor:
Más preferible es la prosa
Si no eres buen trovador.

Y es que la poesía asonante
Si se compone armoniosa
Tiene estilo palpitante
Y expresión maravillosa.

No busco en mi verso gloria
Que es efímera e incierta
No quiero, por vanagloria
Sufrir crónica reyerta.

No deseo rimar castigos,
Mi verso es para gozarlo,
Que solace a mis amigos
Y si me canso... dejarlo.

INTELIGENCIA Y SUS APLICACIONES

Un buen amigo me envió recientemente un link sobre inteligencia y me hizo pensar en lo que es algo consustancial con la especie humana. La utilización de tal inteligencia. No es lo mismo se inteligente que actuar con inteligencia.

No tengo quejas de la mía, aunque si ve uno que el general  Norman Schwarzkopf, - el que mandó a los americanos en la guerra del golfo- tenía 170 IQ, ya se hace uno una cura de humildad y empieza a ver claramente lo que realmente importa.

Ignoro la inteligencia que poseyera Napoleón, Gengis Kan, o los músicos y literatos más destacados. Lo que importa para mis necesidades y las de todo el mundo, es tener un cociente intelectual suficiente para comprender lo que hace falta para vivir bien, en el sentido total de la expresión “inteligencia”.

Se habla mucho de inteligencia emocional y he leído un libro sobre ello titulado así y numerosos aplicaciones de esta llamada inteligencia. Recuerdo una frase que en una película antigua le hicieron decir a San Isidro labrador patrono de Madrid.

Le preguntaban unos petimetres petulantes, y respondía con extraña lucidez. Estos extrañados le dijeron que parecía inteligente. Él contestó lapidariamente: soy muy inteligente porque tengo toda mi confianza puesta en Dios.

A Algunos puede parecerles esta respuesta algo necia o petulante… o tal vez muy humilde. Eso depende del que la pondere. Para mí es una excelente contestación casi insuperable. La inteligencia emocional, es la normal puesta al servicio cristiano de hacer el bien y tratar de ser comprensivos, agradables y amigables con todas las personas.

Ser inteligente, supone que no vas a emitir una respuesta necia por una ofensa cierta o subjetivamente interpretada; ser inteligente supone que te vas a ordenar, porque el desorden hace multiplicar el trabajo sin provecho y el tiempo sin motivo.

Hay muchas maneras de ser inteligente, pero el que no aplica esa inteligencia a procurarse una vida agradable, y es incapaz de proporcionarse los estímulos y realizaciones que le gustan realmente, creo que es poco inteligente. Un tal Charles, creo que era sumamente inteligente... Ya saben, “Jack el Destripador”.

O esos malhechores astutos y muy inteligentes para sus fechorías y para burlar a la justicia, que en las películas muestran que en muchas cosas carecían de inteligencia, aunque les moviera por tiempo su orgullo. Un pequeño fallo les hacía caer en las manos de la justicia, compuesta de policías no tan inteligentes, aunque sí lo suficiente para llevarles a la cárcel.

Si la inteligencia no se aplica “inteligentemente” -valga el torpe retruécano- no vale una higa. Se dice que los muy inteligentes son desgraciados. Se ponen ejemplos de hombres famosos, que destacaron en su tiempo, que hicieron grandes hazañas, y fueron desdichados. Si un hombre inteligente es desgraciado, es porque no sabe aplicar su inteligencia, y si no sabe esto es que no es tan inteligente.

Hablando de mí como ejemplo, yo no soy demasiado inteligente y soy feliz como un tonto. ¿Por qué? Simplemente porque he sabido elegir el camino de la santidad y la fe en Jesucristo, y con ello me considero como el más inteligente del mundo, porque supe elegir entre tanto montículo de ideas que yo escudriñaba tenazmente.

Fui a dar con la montaña gigantea del Evangelio, y allí encontré la felicidad, la paz y la esperanza, y además aprender a ser humilde, dado que mi carácter fue, y es, el mayor obstáculo para mis objetivos espirituales.

Y eso es todo lo que tengo que decir, por causa del espacio, aunque creo que suficiente para la comprensión de cualquiera, que no necesita ser tan inteligente, sino avispado espiritual para dar con la famosa tecla. La tecla de Jesús.