lunes, 5 de septiembre de 2011

¡DECEPCIÓN!

 

Todos, en alguna ocasión, hemos sido o hemos hecho de otros, alguien sobresaliente en cualquier materia que en cierto modo se domina. Aunque sea en tirar piedras, y acertar en el blanco. Cualquier cosa que hagamos mejor que otros, aunque sea una insignificancia, nos hace sentirnos superiores por lo menos en estas trivialidades.

Yo he sido también igual de bobalicón, y he admirado a muchas personas, hasta que he devenido en un viejo escéptico, que ya no cree en ningún hombre o mujer por muy bien que se presente a los demás.

Sé que hay personas, que en determinado momento se  portan heroicamente, pero por lo general, cuando profundizo en su historia y en su fondo me doy cuenta de la verdad de La Escritura, en cuanto a todos éramos pecadores y todos habíamos sido destituidos de la gloria de Dios. (Romanos 3:23).

Así que ¿a qué vienen tantas alharacas cuando alguna persona destaca meritoriamente en algo, si se va a demostrar tarde o temprano que es tan vulnerable o endeble como nosotros?

Queramos o no, podemos repetir siempre que, desde el principio hasta el fin, todos dependemos total y absolutamente de la misericordia de Dios. Y aquí no entro en méritos o esfuerzos. Eso ya lo trata Dios, en su momento y hora. Solo miremos a Cristo, que es quien nos ha mostrado al Padre, y tiene el testimonio del mismo Padre Dios. Es nuestra estrella guía. En Él, no hay temor a errar.

Veo, y yo mismo escribo, montones ingentes de literatura cristiana que, sobre todo en Internet, aparecen de todos los “colores”, pero al fin me doy cuenta  al final que el punto crucial del creyente es Cristo (sin quitarle mérito y oportunidad alguna a toda profundización en los misterios).

Hace poco leí un artículo sobre una monja que en su tiempo, y criticando el fraude de las vacunas, me convenció. Para mí era un gozo, ver a una mujer desarrollar conocimientos con la facilidad que fluía de sus labios, y comprobar que tenía razón.

Después he comprobado que apoya el aborto, el matrimonio entre homosexuales, y eutanasia, etc. cosa que la Iglesia donde se ubica -en forma clerical- rechaza -como he de ser- si esta Iglesia quiere ser consecuente con la Revelación.

La Biblia o es inerrante, o no es sino un bonita fábula semítica. Así que si se está en ella, bien; si hay una teología particular se admiten matices y reflexiones sobre ella, pero no se puede afirmar nada que choque contra ella. Y menos frontalmente, desvirtuando todo el caudal de doctrina y certezas, que todas las Iglesias Cristianas tienen -dentro de sus diferencias- como depósito común.

Y así me tienen, esforzándome en ver lo mejor de cada cual, y después decepcionándome por tan gruesos errores o conductas. Como yo soy igual, porque nada humano me es ajeno, sigo apelando para todas estas cosas -y para las demás- a la bondad, y la misericordia de Dios. Esa no falla. Como dice la bonita canción: -Roca fuerte es mi Dios-     



En Dios, se aquieta mi alma;
En Dios, confío mi suerte;
Vivo ya en completa calma,
Pues Cristo, el Señor, es fuerte.

Extiendo mi campamento
Con alegría sin par
Aunque el gozo del momento
Me hace de gozo llorar