sábado, 10 de noviembre de 2012

EL REINO DE DIOS






A riesgo de repetirme, he de dejar algo expuesto. Al criterio de cada cual dejo las naturales consecuencias. El Reino de Dios no está aquí o allí, porque es algo que está dentro de nosotros. (Lucas 17:20, 21) La moral cristiana se ha mostrado en manos de los hombres como algo pacata y fuera de la naturalidad que debe presidir las relaciones entre las personas. Lamentable, pero cierto. 

Algunos acusan a la Iglesia Universal de haber tergiversado el mensaje de Jesús y haberse quedado más bien con el de San Pablo que era un rabino (que no lo era, sino fariseo en el mejor sentido de la palabra). Dicen que hasta el final se mostró como tal o que arrastraba su procedencia super-judía. Mas su doctrina era igual para todos. No caben tales tergiversaciones.

Ahora se adapta la doctrina a las supuestas “morales” de cada lugar, y así vemos como en algunas observancias, opinión, o denominaciones llamadas cristianas, hay muchas diferencias. Si no en lo esencial, sí en muchos modos de interpretar las cosas espirituales. Es la modernidad que arrasa en los actos y las conciencias de todos o casi todos.

Es cierto que este apóstol de los gentiles era de una seriedad algo singular, pero a los fieles de todos los lugares aconsejaba la misma cosa, y el mismo espíritu de austeridad, mansedumbre, servicio, y pureza ya que todas eran una. Solo las características de cada región a las que escribía, hacían que la materia que trataba se adaptara a la forma de pensar y por tanto a las desviaciones que observaba en ellas.

Si el Reino de Dios no es buscado con la misma ilusión que las cosas de la vida, de nada sirve una moral que se base en unas premisas cristianas, adobadas la mayoría de las veces de retazos y parches mundanos, que de ninguna manera las adornan ni las hacen más hermosas y cercanas a los intereses del Reino.

Es pues prioritario, entender que el reino de Dios así como el bautismo no se trata solo de agua, sino de la palabra y del sumergirse totalmente en la vida de Cristo y el poder de su resurrección. El bautismo de agua (unos que por aspersión, otros por sumergimiento) es un misterio sacramental, pero solo es operante si el bautizado por el Espíritu Santo es consciente de que el Reino de Dios en él es su decisión eficiente y definitiva.

AMDG.