martes, 6 de septiembre de 2011

MORIR AL MUNDO


¿A que se comprometen estos?


Se trata de obediencia y renuncia prometida en la consagración.

Se trata de morir al mundo, y estar crucificado al mundo como San Pablo experimentaba. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (Gálatas 2:20)

La vida cristiana tiene -en seglares y clérigos- que ser despojada de adherencias mundanas.

Soy plenamente consciente de que tenemos que convivir con el mundo, porque si no, tendríamos que salir del mundo. (1ª Corintios 5:10 y otros) Pero hay que dejarle claro al mundo -y al diablo- que no somos del mundo.

Cuando una persona siente la unción y conoce lo que Dios es, y lo que Cristo significa para toda su vida, ya no desea sino servir como los requetés “cueste lo que cueste”. Ahora bien, si se  va por hacer carrera y medrar, sin reprimir ni uno de los derechos a los que renunció, malo sobre malo.

Si estás en un sitio, estás con todas sus consecuencias-. No vale cambiar las cartas de la baraja durante el juego. Si uno ve que no está a gusto en un sitio, se va a otro. Nadie le sujeta.

El celibato es condición que San Pablo practicó, para poder dedicarse en cuerpo y alma a la tarea para la que también  son ungidos los sacerdotes. Lo demás es meter al mundo en la Iglesia. No me meto en esto demasiado, porque "doctores tiene la Iglesia".

Ahora, también se quiere eliminar las letras AC y DC –antes de Cristo y después- por la de la “era vulgar”, o “era común”. Eso -y disculpen mis contradictores- es una solemne tontería, porque el nacimiento de Jesús es el principio de la cuenta de todo un año y para el calendario de los occidentales es referencia obligada.

Es algo así como el alfabeto en cualquier idioma. Es como es, y sirve de forma excelente para poner orden en un diccionario o en la prosperidad de cada cultura. En definitiva en todo lugar, vemos que la persecución al cristiano en cualquier denominación es la persecución al mismo Cristo.

Bajo las acusaciones a los fallos de las iglesias -todas están formadas por seres humanos más o menos erráticos - se esconde o se manifiesta en determinados lugares e ideologías, un rechazo y aborrecimiento a la vida cristiana.

Esta vida cristiana, exige honradez, honestidad, amor, solidaridad, respeto a lo del prójimo –sea honor o “cualquier cosa de tu prójimo” como se expresa perfectamente en la Santa Escritura: No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, ni su tierra, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo. (Deuteronomio 5:21)

Así pues entre la ignorancia, y la comodidad de no negarle nada a sus deseos inmediatos, la gente ultraja a las iglesias cristianas  y -en España- contra la Iglesia Católica al ser ampliamente mayoritaria. Y eso sin poner en la mesa, la nueva economía espiritual traída por Jesucristo.