martes, 26 de junio de 2012

¡Y TÚ, QUE TE CREÍAS!







Veamos: tú te creías muy listo. Te iba bien y eras negociante, constructor, o alcalde, y pensabas que lo de la moral era moralina, y que lo del Cielo y el Infierno eran bobaditas de beatos que todavía creen en un libro que fue escrito hace milenios.

La religión te parecía algo de ignorantes o de fanáticos, aunque ahora poco a poco vas entrando a una Iglesia o lugar de culto cristiano, y rezas para que en la terrible situación en que te encuentras no empeore.

Ahora que la necesitas, te parece bien la justicia, la solidaridad, y hasta la caridad, pues puedes ser uno de los que tengas que acudir vergonzantemente a un comedor de Caritas o al pastor o cura tan denostados para que te auxilie.

La familia a la que despreciabas, y en la que todos te parecían pelmas o tontos, ya te parece algo serio que te puede acoger en caso de extrema necesidad. Y es que como se decía en un cuentecillo que leí hace muchos años: en la fracción de un segundo, cambia la opinión del mundo.

Los que antes se sentían a gusto y prósperos en el carro social, ahora se quieren bajar del tren en marcha sin que les sea posible; y ahí van trampeando como pueden, con una especie de espada de Damocles económica pendiente de un hilo sobre su cabeza.

Los bancos… bueno, los bancos son los bancos ¿para que desbarrar¿ Y así todos a lo suyo sin muestras de solidaridad que solo en el mundo cristiano se da, aunque sea defectuosamente como herencia que cae en manos de pobres mortales que todos somos.

Toda esa parafernalia de conspiraciones de las naciones contra Dios, ya están teniendo sus consecuencias. No, no solo se trata de lo que pasa en África con las matanzas de cristianos, sean niños mujeres o varones o de gentes de otras etnias distintas.

Es la brutalidad del que se llena la boca de palabras como solidaridad, respeto, tolerancia, etc. y se torne en asesinatos y odios mutuos. Lo que se precipita lo tenemos en Europa donde la mentira campa por doquier y los políticos (sálvese el que pueda) resulta una manada de vagos y de extorsionadores. Por lo menos esa es la noción que tienen las masas de la clase política.

En fin el antiguo proverbio judío. “los padres comen las uvas agrias y los hijos tienen la dentera”. Nadie, con dos dedos de frente, duda de que España en buenas manos puede salir del impasse en que se encuentra ahora. Nadie tampoco, de los mismos conocedores, dudan de que se hará con sacrificios y pobreza durante más o menos años.

La revolución merodea por los problemas, y el civismo brilla por su ausencia. Todo ha fracasado, y solo los valores de honradez, honestidad, seriedad, etc. se vuelven a apreciar por las gentes, y una palabra que en mi pueblo durante mi infancia se decía de los hombres íntegros: formalidad. Y esos son valores cristianos. Sin ellos, es la hecatombe tan anunciada.