
“Porque la vida de toda carne está en su sangre.
Por eso mandé a los israelitas:
No comeréis la sangre de ninguna carne,
pues la vida de toda carne está en su sangre.
Quien la coma, será
excluido” (Lev.
17, 14)
Hay una serie de prejuicios y
muletillas que se ponen por delante cuando se trata de las ordenanzas del NT y
si me aprietan también en el Nuevo. Es una crítica que está siendo desmontada
por los avances de la ciencia médica y por las numerosas evidencias que nos
proporciona. Las gentes cuando son reconvenidas en estas materias, se buscan
otras para tratar de “enmendarle la plana a Dios”.
De esta manera se ceban sobre los
defectos que existen en la
Iglesia , mucho menos numerosos que en la vida corriente (que
no normal) se dan entre clérigos y laicos cristianos. Como decía Moratín: este celo, y esta
comezón docta, es general locura del filosofador siglo presente. Más difíciles
somos y atrevidos que nuestros padres, más innovadores, pero mejores no. Mucha
doctrina, poca virtud. Es ahora como antes, y es tontería negarlo.
Ahora es una evidencia que un
hemograma, es decir un análisis de sangre, nos cuenta todo lo que pasa en el
cuerpo de un ser humano. ¿Qué sabía Moisés de esto, cuando dijo que no comieran
sangre porque la sangre contenía la vida? ¿Quién le dio tanta ciencia, y tan
penetrantes conclusiones que aun hoy se llevan por los judíos a pesar de los
avances de la ciencia médica?
Cuando hay un accidente que produce
heridos y sangre, lo primero que se hace es cortar la hemorragia, y hasta
ponerle un suero que restablezca la circulación de esta. Y esto se dijo hace
miles de años por Revelación, porque no era cosa del vulgo ni de los médicos de
entonces.
Comer carne de conejo, de cuervo, abubilla,
cerdo, perro, mosca, etc. era algo prohibido en el pueblo de Israel hace
milenios, y así es ahora para los israelitas. Y a nadie gusta de comer un
cuervo y sabemos que el cerdo sin la ciencia moderna era fuente de triquinosis
y otras enfermedades casi incurables en aquel tiempo. Aun hoy se tiene que
reconocer que estos animales son coprófagos, y se desaconsejan por los mejores
dietistas.
Llevar una estaca en los campamentos y
cuando se sitiaba una ciudad era a los ojos de todos los demás pueblos una
tontería más de los israelitas pero cuando llegaban las disenterías y la peste,
ya tenían que levantar el sitio porque como al de Senaquerib, el ejército
sufría más bajas que las que les hacían los sitiados. Y aun estos últimos
también tenían algo que sufrir, por causa de la ignorancia de estas normas de
higiene.
Se encontraban todos enfermos: Y morían,
de tal forma que había que levantar el sitio de una ciudad por causa de las
enfermedades que surgían en los campamentos. En ellos se vertían excrementos que
diezmaban a los combatientes sitiadores, a causa de los olores y la extrema
contaminación. Eso no ocurría en los campamentos de Israel.
La estaca servía para que los beligerantes
del campamento hicieran un agujero en tierra y allí vertieran sus deposiciones.
Tendrás un lugar fuera del campamento adonde salgas; tendrás también entre tus armas una estaca; y cuando
estuvieres allí fuera, cavarás con ella, y luego al volverte cubrirás tu
excremento;
Porque Yahvé tu Dios anda en medio de tu campamento, para
librarte y para entregar a tus enemigos delante de ti; por tanto, tu campamento
ha de ser santo, para que él no vea en ti cosa inmunda, y se vuelva de en pos
de ti.
(Deuteronomio 23: 12, 13,14). Se podrían escribir infinidad de implicaciones
relativas a esas ordenanzas higiénicas. Otra vez volveremos para darlas a
conocer, sobre todo a los nuevos.
AMDG