domingo, 8 de enero de 2012

VUELVE A MÍ, JESÚS



Desde el día que te fuiste de mi lado
Transito por desierto seco y muerto;
Me encuentro solitario, triste y yerto
Penando mis errores y pecado.

Perverso fui con loco desenfado,
Soberbio, habiendo loco despreciado
Tu amor, que me llamaba a ser liberto
Del grillo del dolor y del pecado.

¿Y tú, que a todos das amor y vida
Me dejas en la noche oscura y fría,
Sin lumbre, sin amor, ni luz, ni guía?

Acude a mí, y sana tú mi herida
Redime por tu amor mi vida impía
Y llena el corazón de tu alegría.

Y así, en tu cercanía,
Disfrute en tu regazo, rozagante,
De vida, paz, y gozo en todo instante.

YA ME VOY YENDO

 


He vivido las felices jornadas
De juventud, hombría y madurez
Y he marcado también largas zancadas
De pena frustración y de escasez.

Y es muy cierto que nunca me ha faltado
Amor, gozo, renuncia y sentimiento,
Pero el tiempo ya todo se ha llevado,
Volando como al polvo lleva el viento.

¿Que resta de unos años trepidantes
De amores, ilusión, y fantasías,
Que ya ni los recuerdos más boyantes,
Dejan de ser tan solo alegorías?

Nada queda; aun aisladamente
Me riega una llovizna de añoranza,
De aquellos años en que Dios clemente
Me dio en salud, anhelos y bonanza.

Y encaro el porvenir precario y breve,
Sabiendo que la espera será triste,
En mi luengo pesar, en lecho angosto
Donde ¡Oh Cristo! a mi lado tú estuviste.

Dulce la vida llegue a su final;
En ti mis pensamientos se recrean,
Que solo el Santo Espíritu es vital;
Sus dones en mi alma siempre ondean.

Adiós a los lejanos bellos sueños,
Adiós a la esperanza y juventud,
Pues ya solo me embriago en tus beleños
Que me hacen soportable el ataúd.



TE SIGO MI SEÑOR


Yo te quiero seguir mi buen señor,
Y también quiero hacerlo dignamente,
Pero ¿cómo lograrlo? si presente
Ya tengo, mi fracaso y mi dolor.

Nada puedo ofrecer de algún valor;
Solo tengo mi fe, que mansamente
Declara, que si tú te hallas ausente,
Flaqueará sin tu manto protector.

Quisiera que bastara mi trabajo,
Para hacer que mi mérito me avale,
Sin temer del pecado el espantajo.

No reinen, ni el retraso, ni el atajo,
Ni lavado, ni afeite me acicale;
Solo Tú, garantizas mi relajo.