sábado, 3 de noviembre de 2012

EL INFIERNO ¡QUE RISA!


En aquel tiempo estabais sin Cristo,
alejados de la ciudadanía de Israel
y ajenos a los pactos de la promesa,
sin esperanza y sin Dios en el mundo.
(Efesios 2:12)


Los cristianos siempre hemos sentido enorme respeto a todo cuanto está fuera de nuestra comprensión, ya que se trata de enigmas o misterios que, al no ser asequibles por nuestra imaginación o inteligencia, hemos sabido apartar para que esta no sea perturbada y agitada, por lo que diga cada cual según su particular parecer.

Y así dice el apóstol: para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, (Efesios 4:14)

Creo que es lo razonable. Sin embargo, muchas mentes retorcidas o miedosas, han hecho mofa de la idea del infierno y su realidad. Estas personas creen que haciendo como se dice del avestruz, que mete la cabeza en un agujero del suelo, y al no ver cree que no le ven, ya tienen solucionado aquello que les rasca continuamente el alma y el espíritu.

Hay cristianos confesos, que niegan la realidad del infierno y creen que no pensando en él se va a disipar, pero la idea y la experiencia les muestra, como a todos, que el infierno, como la vida eterna, es una presencia real y actual en sus vidas.
La paz genuina cristiana es una paz sin limitaciones, confiada, completa y sin sobresaltos. Hemos dejado en manos del Creador todo cuanto somos, aunque las vicisitudes visitan cada casa y cada persona.

Y así dice el Cohelet: Todo acontece de la misma manera a todos; un mismo suceso ocurre al justo y al impío; al bueno, al limpio y al no limpio; al que sacrifica, y al que no sacrifica; como al bueno, así al que peca; al que jura, como al que teme el juramento. (Eclesiastés 9:2).

El infierno del burlador, sucede en el vacío de su propia alma, y en el agitar incesante de su propio corazón. El que ama el dinero no se saciará de dinero, y ello se torna en un infierno para obtenerlo y para conservarlo. Ha abandonado a su verdadero señor para caer en manos de otro, miserable, cruel.

Es un anticipo real de lo que será una vida sin la presencia del señor que aborreció. Ha despreciado a Dios , que nos conduce en nuestra libertad aconsejándonos, estimulándonos, y condenando aquellas acciones que le deshonran y perjudican gravemente a los demás humanos.