lunes, 17 de junio de 2013

¡YO QUE SÉ! (Parte 2)

Cada cual con el uniforme que le corresponde  


Un amigo me preguntaba ¿porque el Papa lleva tantos aderezos y vestuario? Yo solo le contesté ¡Porque es el Papa! Los Papas visten así y como los militares y los barrenderos tienen su propia vestimenta. Y de la misma manera que el rey viste sus ropas correspondientes a los actos en los que debe estar presente, el papa tiene los mismos deberes en su responsabilidad.

¿Qué se podrían limitar estos oropeles y vestir algo más sencillo? Es posible y en mi opinión hasta conveniente, pero no conozco esas cosas tan profundamente que pueda pronunciarme, y además eso no es cosa mía y no creo que dañara la doctrina.

Ni creo que el Papa pusiera demasiadas pegas a ir más sueltito de vestimenta, y menos cargado de simbólicos vestidos. No creo que a su edad le encante llevar tanta capa, ni tanta corona. Son (posiblemente) tradiciones de otras épocas, en las que los reyes llevaban los mantos de armiño, las coronas que simbolizaban su autoridad y grandeza, y esto se arrastra hasta hoy. Y si un purpurado lleva ese traje característico de su condición, tampoco creo que sea mucho más llamativo que la ropa del conserje de un gran hotel.

Es decir, y con esto no creo decir algo raro o insólito. El mundo no puede, ni podrá adecuarse a la Iglesia de Dios en todo el orbe y, por supuesto, la Iglesia no ha de adaptarse a los escarceos del mundo y la sociedad.  La Iglesia es lo que es; y es enemiga natural del mundo, por la simple razón de que el príncipe de este mundo es enemigo de Dios y así dice el apóstol a los “mundanos”

!Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. (Santiago 4; 4). Más claro no se puede decir, pero parece que muchos teólogos no lo han leído; o no lo comprenden, o no lo quieren comprender.

Todas las propuestas que se hacen no cuentan para nada con la obediencia al Evangelio, y todas adolecen de una jactancia y un deseo de destacar que sería legítimo (no para mí) en otras materias. Lo que pretenden estos buenos hombres es dinamitar la Iglesia de toda denominación.


Rafael Marañón