Cada cual con el uniforme que le corresponde
Un amigo me preguntaba ¿porque el Papa lleva
tantos aderezos y vestuario? Yo solo le contesté ¡Porque
es el Papa! Los Papas visten así y como los militares y los barrenderos
tienen su propia vestimenta. Y de la misma manera que el rey viste sus ropas
correspondientes a los actos en los que debe estar presente, el papa tiene los
mismos deberes en su responsabilidad.
¿Qué se podrían limitar estos oropeles
y vestir algo más sencillo? Es posible y
en mi opinión hasta conveniente, pero no conozco esas cosas tan profundamente
que pueda pronunciarme, y además eso no es cosa mía y no creo que dañara la
doctrina.
Ni creo que el Papa pusiera demasiadas pegas a ir
más sueltito de vestimenta, y menos cargado de simbólicos vestidos. No creo que
a su edad le encante llevar tanta capa, ni tanta corona. Son (posiblemente)
tradiciones de otras épocas, en las que los reyes llevaban los mantos de
armiño, las coronas que simbolizaban su autoridad y grandeza, y esto se
arrastra hasta hoy. Y si un purpurado lleva ese traje característico de su
condición, tampoco creo que sea mucho más llamativo
que la ropa del conserje de un gran hotel.
Es decir, y con esto no creo decir algo raro o
insólito. El mundo no puede, ni podrá adecuarse a la Iglesia de Dios en todo el
orbe y, por supuesto, la
Iglesia no ha de adaptarse a los escarceos del mundo y la
sociedad. La Iglesia es lo que es; y es
enemiga natural del mundo, por la simple razón de que el príncipe de este mundo
es enemigo de Dios y así dice el apóstol a los “mundanos”
!Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad
del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo
de Dios. (Santiago 4; 4). Más
claro no se puede decir, pero parece que muchos teólogos no lo han leído; o no
lo comprenden, o no lo quieren comprender.
Todas las propuestas que se hacen no cuentan para nada con
la obediencia al Evangelio, y todas adolecen de una jactancia y un deseo de
destacar que sería legítimo (no para mí) en otras materias. Lo que pretenden
estos buenos hombres es dinamitar la
Iglesia de toda denominación.
Rafael
Marañón
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