lunes, 30 de mayo de 2011

INDIGNADO TAMBIÉN

 

Estoy indignado pero, a la vez, expectante....... una sociedad de contraste donde todos somos iguales, sin ninguna distinción de estatus social, raza, sexo, creencia, donde la justicia es igual para todos, donde el respeto y la solidaridad son el pan nuestro de cada día, donde el abuso de poder se ha abandonado, donde la paz y el bienestar común se viven intensamente....... Pedro Álamo  España  (Revista La Lupa)


Yo también estoy indignado de que las revistas religiosas, se utilicen para reflejar allí las ideas políticas de cualquiera, trufadas de piedad y de solidaridad desde ¡claro está! los despachos y la comodidad económica de los que escriben. No me refiero al Sr. Álamo de quien incluyo un párrafo. Él puede pensar lo que quiera en el terreno político, pero en casi todos se nota un espíritu y tufillo secular, impropio de la fe del que escribe.


¿No se han dado cuenta de que, más bien o más mal, esto ya se está haciendo? Para estas actitudes, es mejor que formen su propia “verdadera iglesia”, y no se anden a vueltas con un problema que, mientras exista la depravación humana sin Cristo, será permanente. ¿Es que no se han dado cuenta de que mientras seamos lo que somos, no habrá lugar para esas utopías? Esto se lo dice un chico de 10 años, de cualquier clase de catequesis


Que hay que ayudar a los pobres, y a ser posible evitar que existan, es un deseo que casi todo el mundo siente en su corazón, y más si es cristiano de cualquier confesión; lo que ya no es tan razonable, es trufar de política lo que pertenece al terreno de la fe. Jesús al que tanto invocamos solo en algunos lugares de la Escritura, conociendo nuestra naturaleza perdida, nos dejó dicho: Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis. (Juan 12:8)   


¡Ya está justificando a los ricos! Saldrán diciendo muchos a los que estas palabras de Jesús les resultan estridentes, cuando hay otras que les son tan gratas a sus oídos, si homologan ideologías que les permitan campear en la sociedad, basándose en citas y en interpretaciones.


No se trata de justificar los abusos y los egoísmos de TODOS y cada uno de los seres humanos que, separados de Cristo, permitimos que los pobres sigan sufriendo, siendo despreciados y aborrecidos como lo fue nuestro buen Jesús. Eso es lo que quería decir el Maestro, que sabía de nosotros mucho más de lo que suponemos, enfrascados en nuestra importancia de ser cada cual el centro del Universo: y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre. (Juan 2:25)


Es pues tontería que se hagan gestos y se tomen decisiones trascendentales, basándose en estar más atento a las necesidades de los prójimos que los que ya están  dando comida y albergue, desde siempre, a los más necesitados. Sea por mala suerte, o por mala cabeza, todos reciben paz y amor en lo físico, y paz y amor también en el terreno espiritual en la ayuda cristiana. Lo he visto en muchos lugares y épocas.


Pienso que lo demás esta teñido de intereses espurios, y es el caballo de batalla de los que pretenden implantar otra forma de ser y de pensar, basándose en el “caballo de Troya” del Evangelio para adormecer a los que, sabiendo la misión de La Iglesia cristiana y conociendo sus luces y sus sombras, permanecen fieles al mensaje de Cristo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura (Marcos 16: 15)


No nos hemos dado cuenta de la manipulación que existe en todo lo que manejamos los hombres. Todos hacen siempre una acción “pro domo sua”, y no se extrañan ¿o sí? por ejemplo, de que las exhibiciones de violencia encubierta en la plaza de Sol en Madrid, se produzcan en la semana de las elecciones; que se elija a un candidato por el dedo (a ver quien se atreve a votar a mano alzada), que se prometa y se siga prometiendo todo para el pueblo, y después se ubiquen estos “salvadores de todas ideologías” en despachos de trescientos metros cuadrados, o en palacios como los tiempos del absolutismo. Sin Cristo todo es nada. Está ya más que comprobado. Aquí lo dejo. 

AMDG 

viernes, 27 de mayo de 2011

¿INCIRCUNCISOS DE CORAZÓN?


 

Y el que físicamente es incircunciso, pero guarda perfectamente la ley, te condenará a ti, que con la letra de la ley y con la circuncisión eres trasgresor de la ley.
   Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne;
sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios. (Romanos 2:27-29)

Siempre que se lee este pasaje sobre los judíos, viene a la mente la pregunta ¿se puede trasladar esta afirmación a los cristianos? Creo que sí; rotundamente, creo que sí. ¿Estamos circuncidados espiritualmente para Dios, pero no le damos a la salvación, la majestad, y la trascendencia que se les debe, por ser de tan decisiva trascendencia para nuestras vidas.

Decía un antiguo clérigo, que las cosas de afuera nos ciegan ante las postrimerías de todo ser. Ahora con tanta información, y los espejuelos de la vida moderna con sus adelantos técnicos, parece que esta cuestión está fuera de todo pensamiento. Cuando se habla de morir, el terror por la mención se deja ver en todos.

Por supuesto hemos sido creados para vivir y a nadie le gusta la idea de morir, aunque todos sabemos que es algo ineludible. Pero sin fe y sin esperanza, la verdad es que es difícil; así vemos los comportamientos de muchos, que apuran la vida con sus malas consecuencias para ellos, solo porque creen que todo lo tienen aquí en esta esfera de la vida.

Despiertan la envidia de muchos, que les ven mofarse de todo lo sublime, y prosperar hasta que les llega el día de la derrota y la muerte, que a nadie perdona. Nadie escapa de las postrimerías de la muerte, el juicio, el infierno o la gloria. Se dice que nadie ha vuelto de allí para decirnos lo que hay, pero Jesús resucitando nos dejó bien establecidas las cosas escatológicas, y tenemos abundantes testimonios.

Que hay quien cree más a una revista o periódico amarillo que a las Escrituras es obvio, pero eso no quita nada de poder al testimonio del Evangelio. Por el contrario la refuerza. La sangre de los mártires era y es la semilla de nuevos cristianos. Cada cual, en cierto modo, se labra su salvación o su ruina. Que unos hombres jugándose la vida, las familias, los bienes, y se lancen a proclamar el mensaje evangélico, ya dice mucho de los testimonios de aquellos hombres.

Que San Pablo desprecie, y se ponga en contra de los privilegios de que disfrutada como fariseo y hombre de confianza de los poderes religiosos, dice mucho de la realidad de las revelaciones, y de la clara noción que tenían aquellos primeros cristianos, que  habían oído y como dice Juan, visto y palpado, a Jesús. (1ª Juan 1:3)

Nadie puede quedar donde no gusta estar, y así unos se acercan a Dios, y en Dios viven desde ahora, y por la eternidad. Otros en cambio, desprecian la salvación de Jesús, y durante la eternidad sufrirán eterna damnación, apartados de la vida de Dios y de la Gloria de su poder. (2ª Tesalonicenses 1:8,9)

Crea cada cual lo que quiera, que la verdad prevalece invariablemente, y seguirá triunfando como corresponde a su grandeza. Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre sembrare eso también cosechará. (Gálatas 6:7) Y eso es lo que hay. Nadie se queje de no conocer, pues estamos una legión de testigos, dando a conocer el camino de la salvación por la sangre de Jesús. El que ignora, ignore.

Nosotros, nos ponemos bajo la misericordia de Dios continuamente, pues el viejo hombre pugna siempre por salir a la palestra para dirigirnos por el camino de oscuridad. Resistamos por gratitud a quien dio todo por nosotros, y por nuestra propia conveniencia.

LEALTAD Y TRANSPARENCIA


Cuando se habla de pasividad ante Dios y mansedumbre ante el prójimo, enseguida salta el refrán de a Dios rogando y con el mazo dando. No se trata de que no hagamos proyectos y nos esforcemos. Por supuesto que sí, y eso es lo que nos corresponde hacer a nosotros. Pero en adelante dejamos todo a la voluntad de Dios. Y Él sabe manejar y juzgar lo bueno y lo malo.

Y no sólo lo malo que sabemos, sino lo que muchas veces tenemos por bueno y sin embargo está contaminado de amor propio, de egoísmo, y de la vanidad del aplauso mundano. Dios sabe lo que hace (y lo sabe muy bien) ¿a qué devanarnos la cabeza con tanta disquisición, tanta filosofía y tanta discusión? Algunos hasta se creen que han descubierto algo. Todo está preordenado y, ante Dios, también consumado.

Si quieres puedes, dijo el leproso a Jesús. Si nosotros decimos lo mismo que este desgraciado, Jesús nos responde siempre: Quiero, sé limpio (Mateo 8:2). Ese querer de Cristo, y no el nuestro, es el salvador y consolador. El nuestro sólo es desgracia. ¡Tanta casuística, tanta teología, tanta necia complicación! El amor a sí mismo en esas condiciones, es falso amor. Hace al hombre creer en su excelencia.

Le parece que las cosas que a él le suceden, son absolutamente únicas y singulares porque sólo él las percibe. Eso cree. Y también cree que a nadie más se le pueden ocurrir ¿Quién puede ser como él? ¿Quién otro puede ser autor de tan altos pensamientos, de tan altas reflexiones y proyectos? Es sabio en su propia opinión (Proverbios 3:7). Pero la Biblia dice: Fíate del Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y Él enderezará tus veredas. (Proverbios 3:5).

Al arrogante y pagado de sí mismo, se le podrá ilustrar con algunos cortos ejemplos. Los esquimales cuando quieren zaherir al borracho o perezoso... le llaman hombre blanco. Para ellos el hombre blanco es lo más despreciable. Así que nuestra arrogancia con ellos no nos vale nada.

En La India, un individuo miserable que no lleva apenas vestido, y quizás con más de un día de ayuno forzado por su extrema pobreza, no consentiría acercarse a ti, ni siquiera que tu sombra le tocara, pues su dignidad se sentiría contaminada por ella. ¿Que es cuestión de «moral geográfica»? Para él, no. Es de la casta brahmán y es su moral. Tan buena como la de cualquiera, y llevada a cabo con más lealtad a su fe que la de los occidentales (si es que tienen alguna), arrogantes y fariseos con la suya. ¿Cuántas «morales», hay en el Occidente llamado «cristiano"?

Un indio apache de América del Norte, entabló amistad con un chico blanco, joven como él. Habiendo hostilidad entre indios y blancos, se prometieron mutuamente que su amistad sería guardada en estricto secreto. Pero al fin esto fue descubierto y, ante el recto argumento de la promesa de secreto pactada, el padre del chico indio dijo a éste delante de la asamblea: Un apache no debe hacer nada que no pueda saberse por todos. ¡Apliquémonoslo nosotros!

¿Dónde encontraremos, en estos degradados tiempos, una rectitud y fidelidad a las propias convicciones? Eso es moral ante cualquier situación. Un salvaje enseñando a todos, comportamiento y ética. ¿Qué arrogante conocemos, que pueda decir lo mismo que este indio salvaje? Solo escuchar a Jesús y creerle haciendo lo que Él nos dice es como garantizamos nuestra correcta andadura entre los hombres.



La voluntad de Dios, es su amor expresado en nosotros y a través de nosotros. El amor a Dios quita el amor propio, así como por el contrario el amor propio oscurece o anula el amor a Dios. (D. de Estella). La mayoría de la gente pretende andar por estos dos caminos, y por eso no alcanzan el fin de ninguno. Intentan avanzar con un pie en uno de ellos y otro pie en el contrario y, naturalmente, no pueden progresar por ninguno ¡y se sorprenden!

Merecen que se les diga como hacía el profeta a los que andan así: ¿Para qué discurres tanto cambiando tus caminos? (Jeremías 2:36). No más vacilación, no más titubeos. Es decir a Dios con decisión: Conozco, Señor, que el hombre no es el dueño de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos. (Jeremías 10:23).

Es, pues, Dios el diseñador y dueño de nuestras vidas, nuestros caminos y nuestras circunstancias. Podemos asumir y creer a la Escritura: En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza. (Isaías 30:15). Jesús enseñó para nuestra perfecta paz: Hágase tu voluntad como en el cielo así también en la tierra. (Mateo 6:10).

Cuando oramos así, ¿qué estamos diciendo sino que no sólo en el cielo y en la tierra, sino en nosotros que vivimos tanto en una como en otra dimensión, también se cumpla su voluntad? Nuestro propio deseo lo contamina todo, y nos lleva a la desgracia y al dolor, y sólo negándonos conscientemente a ese nocivo querer es como vamos derechos por el camino de Dios (R. TAGORE).

¿O es que con nuestro poder podemos impedir que en la India, en África, o en parte alguna suceda lo que sucede o se haga algo distinto? Dijo Jesús: ¿Y quién de vosotros podrá por mucho que se afane aumentar su estatura un solo codo?  (Mateo 6:27). Los afanes y terquedades son causa de discordias y enemistades, porque si uno no quiere, dos no riñen, como dice la sabiduría popular. Pues si esto dice la experiencia falible del hombre, ¿no será mejor aún y además concordante con nuestro propio beneficio la enseñanza de Cristo? Él dice: No resistáis al malo. (Mateo 5:29)

La inmensa mayoría de males, provienen a causa de nimiedades sostenidas con terquedad. Si no resistimos no hay riña. El apóstol Pablo, recomienda vivamente a los suyos: No seáis sabios en vuestra propia opinión... Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, sino dejad lugar a la ira de Dios porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal (Romanos 12:16, 18, 19, 21).

Con la mansedumbre ante Dios y el prójimo se abaten odios, se apagan rencillas, se suavizan las relaciones entre los hombres, y se da lugar al reino de la paz. En él todo trabajo sosegado fructifica con las bendiciones del Padre.

Cristo nos dio ejemplo con sus palabras y hechos. No fue hallada mentira en su boca. ¿No hemos de creerlo? ¿No tenemos sus discípulos que andar como él anduvo? (1ª Juan 1:6). Hay muchos que dicen constantemente: ¡Quiero, quiero! ¡Qué palabras más nocivas y qué mortal equivocación! ¡Tanto querer! Solo querer la gloria de Dios. Eso basta.

jueves, 26 de mayo de 2011

EL ESFUERZO PERSONAL SERENO Y SERIO



Aquel labrador rico y próspero a semejanza de Nabal era una perfecta desgracia (10 Samuel 25:25). Su carácter agrio, aumentado por su riqueza, le hacia aborrecible a todo el que tenia que tratar con él, y era una «peste» temida y burlada por donde quiera que iba. Nadie le estimaba, ni aun su propia familia. Era un refrán en el entorno donde se movía. Vivía en una casa miserable y continuamente era presa de iras que atropellaban a todos, y también de depresiones que sufría alternativamente.

Sólo tenía un empleado muy avispado que no le hostigaba y que, aparentemente, no le contradecía. Callaba y sonreía cada vez que le veía agitarse en una de sus muchas tormentas emocionales. Este empleado sólo alguna escasa vez, cuando hablaba con personas de su total confianza, decía con un guiño de indulgente y comprensiva socarronería: "Desgraciado mi jefe; cree que vive mejor que yo porque tiene más dinero. ¡Y qué razón tenía!

Este empleado vivía en casa modesta pero bien provista, comía y bebía placentera y pacíficamente sin disgustos ni quimeras. Disfrutaba de excelente ambiente familiar y dormía en paz. Sus hijos fueron esforzados, prósperos, y agradecidos. Los del rico, fueron una continua discordia dentro y fuera de su casa. Su esposa fue muy desgraciada.

Todos esperaban con impaciencia el día de la muerte de tal persona atrabiiaria y soberbia. Quiso imponerle a la vida su voluntad y poder, y la vida lo redujo a la miseria más real, aun en medio de sus grandes riquezas. Su vida no fue nunca como él quiso que fuese y, finalmente murió sin que nadie derramara una sola lágrima por él.

No conoció a Dios, atropelló al prójimo, tuvo complejos de todas clases y calibres, y sus ídolos fueron su orgullo y su riqueza, que perecieron con él. Nada se llevó sino su propio rencor.  El que amó la vida de esta manera, la perdió, como dijo Jesús (Lucas 9:24).

En cambio tú, si quitas de ti toda voluntad propia, y asumes enteramente la del Padre no tendrás motivo de sufrimiento. «Toda voluntad propia, todo juicio propio, deben desaparecer del cristiano». (Jean Daujat, 1954).

Tal como aquel pastor solo en el monte, joven, despierto y apuesto, contestaba con gran aplomo y sabiduría natural a las preguntas que le hacíamos un grupo de hombres de la ciudad. Sorprendidos por su aguda mente le preguntamos por fin: ¿Cómo es que vives en el monte, y no estudias y sacas más provecho pues vemos que eres muy inteligente?

El era parte de una numerosa familia campesina, y lo aceptaba con tranquilidad. En ningún momento dio muestras de congoja por su situación. Sólo contestó: ¡Qué se le va a hacer! Y el chico se quedó pacífico y contento.

Más adelante, supimos que alguien le proporcionó libros e instrucción y llegó a ser un buen poeta y ejemplo y admiración de todos los que le conocieron. Cuando no podía hacer nada vivía en paz; cuando llegó la ocasión y pudo hacerlo, se esforzó y demostró a todos que era capaz de encajar en cualquier situación. Aquel joven labriego nos enseñó, sin pretenderlo, que todo tiene su tiempo y su momento (Eclesiastés 3:1).

miércoles, 25 de mayo de 2011

¿NOS HACEMOS NUESTRO PROPIO DESTINO?




El hombre que aborrece, poco acepta, y todo le hiere de forma directa en su corazón al que convierte neciamente en recipiente de dolorosas frustraciones. Hace de su vida un infierno, tanto más doliente, por cuanto más inútil. (R. Ridolfi).

Tiene que aprender, para su propio bien, a considerar y aceptar todo como proveniente de la mano de Dios, renunciando a su propio querer y desear, reconociendo así la grandeza y el protagonismo de Dios. ¿Quién puede conseguir en esta vida todo lo que quiere?

¿Sabemos siquiera lo que queremos? ¿Lo supo Napoleón, Hitler, Alejandro, o cualquier otro conquistador, que tan pronto pisaba las tierras que codiciaba, ya no tenía otro pensamiento sino acaparar más y más, y emprender nuevas conquistas? Ya sabemos por la historia cuán pocos lograron todo, y qué de fracasos y decepciones vivieron.

¿Cómo se atreve el hombre voluntarioso y terco, en servirse a sí mismo la vida y sus vicisitudes? ¿No es muchísimo más sensato y acertado dejar que el Señor, en su infinita sabiduría, nos proporcione todo y disponga del devenir de nuestra vida?

¿A qué resistir lo irresistible? ¿Somos más sabios y poderosos que Dios? Él dice por la Escritura: ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. ¿Es sabiduría contender con el Omnipotente? El que disputa con Dios responda a esto» (Job 38:4; 40:2).

Hay un dicho popular y antiguo que contiene mucha sabiduría: «Lo poco espanta, lo mucho amansa». Efectivamente nos dejarnos llevar por nuestro amor propio en las cosas pequeñas, ante las cuales nos sentimos poderosos y por las que ponemos, como se suele decir, el grito en el cielo.

Al fin sucede una gruesa y auténtica calamidad, en la que no nos queda más remedio que bajar la cabeza y la voz y soportar, pues no hay ya otra alternativa. Entonces conocemos nuestra impotencia de forma viva y real. Ya no nos queda ni poder ni conocimiento.

Saúl fue desechado por Dios, y así dijo el Señor a Samuel profeta, el mismo que le ungió para darle el trono y el favor de Dios: ¿Hasta cuándo llorarás tú a Saúl habiéndole yo desechado...? (1ª Samuel 16:1) El amor propio del rey y su desobediencia recalcitrante, habían provocado su separación de los designios del Señor.

Ya estaba perdido, aun antes de que sucediera su desastrosa muerte. Porque como pecado de adivinación es la rebelión y como ídolos la obstinación. Por cuanto tú desechaste la Palabra que Dios mandó, también Él te ha desechado (1º Samuel 15:23) ¿Y no es esto mismo lo que con tanta frecuencia nos sucede a nosotros?

Proyectamos según nuestro arbitrio y deseos, y esperamos insensatamente que Dios secunde y apruebe. ¡El Creador a merced y a remolque de su criatura! ¡Qué necedad! Saúl tenía vida y reino, pero su amor propio y su carácter voluntarioso e impaciente, le llevaron a la maldición y a una muerte desastrada.

El que piensa o dice que la voluntad de Dios sobre algo debería ser de otra forma distinta de como se produce, se rebela y crea sus propios ídolos en sus ideas, a las que da mas entidad y crédito que a la sabiduría de Dios. Así se convierte también en adivino, pues considera que su apreciación es mejor, más exacta, y más apropiada ante determinada situación que lo que Dios ha dispuesto.

Solo aceptando humildemente la voluntad de Dios, esperando en Él y viviendo una eternidad de complacencia con Él, es como podemos tener la paz que tanto busca el hombre rebelde, emancipado de Dios y dejado a su propia suerte. Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. 1 Tesalonicenses 5:8.

martes, 24 de mayo de 2011

DOLOR HUMANO Y SERENIDAD



Nadie debe, ni puede, pasar por alto en absoluto, el negro y abismal misterio de la realidad del dolor humano en tan trágicas manifestaciones como se produce. Es duro de aceptar; incomprensible. Ya en la vida normal y a nuestro alrededor, padecemos el impacto de una multitud de situaciones que nos desconciertan y confunden cada día.
Ante este constante torbellino, debemos interpretar claramente cada estímulo y cada rechazo que nos afecte, tratando de no permitir, por pereza o ignorancia, que agite demasiado nuestra capacidad emotiva, nuestro intelecto o nuestra actividad.
Hay que hacer oídos sordos, a las muchas agresiones y otros agentes enemigos que pretendan perturbar nuestro camino de fe. Conservar la serenidad, la mesura en la conducta y en el hablar, y nunca permitir que los excesos y extravíos de otros modifiquen ni un ápice, nuestro pensamiento ni nuestras convicciones cristianas. 
La serenidad, el carácter irreprochable y la ponderación en las opiniones, harán que la firmeza y la fe no sufran, antes bien se confirmen en el contraste entre los extravíos de afuera y nuestros propios designios espirituales.
Los caracteres recios que actúan con resolución cristiana, siempre producen en los demás un respeto y una consideración notables. Y esto, aun en las personas que, aunque admiran las buenas cualidades, no practican la cortesía, la lealtad, ni tienen convicciones arraigadas que valgan un ardite.
Por lo general, resulta contraproducente malgastar tiempo y energías en responder a los adversarios y provocadores, tengan o no nuestras respuestas fundamento y razón (Proverbios 12:16;  14:33). Hay que aceptar que la envidia, el temor, la hostilidad y el engaño siempre estarán presentes a nuestro alrededor en una sociedad pagana que hace de sus crueldades, arbitrariedades e injusticias bandera de orgullo y vanagloria.
Tu temple y equidad, mostrarán en todo momento que ejerces una superioridad real, que será captada aun entre aquellos que ni siquiera tienen idea de la equidad y buen comportamiento. Tu consciencia de la irreprochabilidad de tu carácter te sea suficiente. Y después, ¿qué queda cuando todo pase, amigos y enemigos? ¡Sólo Dios! Por ello podemos decir: ¡Gracias, Señor, por tus bondades y elección! Alabado seas de eternidad a eternidad!
Hoy tenemos en España y toda Europa la corrupción que cada día hace aflorar casos y casos entre los que por su responsabilidad y eminencia, tendrían que ser los que hicieran de su conducta ejemplo de los demás. No hay doctrina que sea respetada, y como en Babel, las gentes quieren cada uno los asuntos a su manera. Y como en Babel, la respuesta de Dios llega de forma terrible.
¡Castigo de Dios! Decimos ante la avalancha de sucesos y de agitación de las gentes en guerras interminables, en casos más o menos individuales, cuando el escándalo sacude las rotativas y las ondas. ¿Y qué queremos? Que cuando nos metemos en el agua no nos mojemos; ¿Qué cuando jugamos con fuego no nos quememos? ¿Qué cuando manejemos armas y explosivos estemos igual de seguros que si llevamos entre todos una vida más concorde con la verdad de Cristo. Esta solo es para nuestro bien, y nuestra paz y prosperidad. Dios, antes que alabanza, desea obediencia y nuestro supremo bien.
El cuadro presentado así parece (y para mí que lo es), la más solemne estupidez que se pueda imaginar. Sin ninguna clase de moral, las cosas no pueden ir bien, sino cada vez más revueltas y peligrosas. El pueblo perece por falta de conocimiento, se dice en un lugar de la Escritura. (Oseas 4:6)  Y es cierto que se repite aquí la misma situación que en Babel en donde cada uno habla, hace lo que quiere, y espera a la vez que todo marche en armonía y serenidad. Así es, el hombre sin Cristo.

sábado, 21 de mayo de 2011

CONFORMIDAD



Cuando Job quedó desposeído por Satanás, fue por permisión de Dios. Sin esta permisión jamás hubiera podido tocarle. Si, nosotros somos atacados, desposeídos de hacienda, honor y hasta de salud, es señal firme de que fue Dios quien lo dispuso. En este conocimiento acogeremos tanto el bien como la adversidad como de la mano de Dios. Así dijo Job: «Dios dio y Dios quitó» (1:21); ¿De Dios hemos de recibir lo bueno y lo adverso no lo hemos de recibir? (2:10). No pasa nada, que el Señor no permita.

Durante la conquista de Bujara por los mongoles, en medio del infierno de muerte, saqueo y destrucción, el Imán Ah Zandi, que veía los coranes pisoteados por los caballos mongoles, se dolía ante otra personalidad musulmana, Rokn ed-Din Imán Zaded. Silencio, respondió éste; es el viento de la ira divina que sopla sobre nosotros. Las briznas de paja que dispersa, no tienen más que callar. ¿Fatalismo musulmán? No. Solamente silencio y aceptación ante lo que Dios dispone. Esta es la única posición y actitud correcta ante El. Sumisión completa. Y lo que nos conviene.

Todo el mal o bien que nos circunda es de Dios que, o castiga, corrige, o condena. No es el verdugo el responsable de la ejecución, sino la ley, y el juez magistrado que ordenó la ejecución. Por ello, en algunas ejecuciones, los verdugos imploran el perdón de los ejecutados y lo reciben, ya que éstos son conscientes de quién es el que realmente decreta su muerte.

No debemos, pues, quejarnos de enemigos, ya que es Dios el que los dispone. Y dispone bien. Cuando Jesús fue increpado por el orgulloso Pilato, le reprendió diciéndole: «Ningún poder tendrías sobre mí, si no te hubiese sido dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti, tiene mayor pecado que tú». (Juan 19:11).
Pilatos sólo era un instrumento ciego y torpe, y de importancia secundaria en contra de lo que el hipócrita romano creía. Los judíos, tenían la responsabilidad mayor. El era sólo un raposo romano, que tras su arrogante invectiva, quedó asustado por la serena respuesta de aquel extraño prisionero.

En las tribulaciones que todos padecemos en el vivir diario, hay que poner la mirada arriba en Cristo, y no en los fenómenos y sucesos de este mundo que son todos pasajeros. Son adversidades o azotes que Dios dispone, y no son nada sin el sabio designio de Dios.

El que aborrece a su enemigo, concluye en su corazón que tiene guerra por su cuenta y poder, siendo así que aborreciendo al instrumento aborrece a Dios que lo dispone. Y es para el cumplimiento de un propósito, en el que sin embargo el hijo de Dios sabe que, ocurra lo que ocurra, «en todas las cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó».  (Romanos 8: 37-39).

Amemos y aceptemos la disciplina del Señor, que se manifiesta en las tribulaciones que nos sobrevienen, porque «nos es necesaria la paciencia» (Hebreos 10:35-39).  «Es verdad que ninguna corrección parece en ese momento agradable. sino dolorosa, pero al fin da frutos apacibles a los que son ejercitados en ella» (Hebreos 12:11).

Con este bagaje de fe en las promesas de Dios y en su fidelidad día a día, acojamos con dignidad y agradecimiento toda prueba de Dios Es designio de Él, y sabe lo que hace, por qué lo hace y qué clase de disciplina nos dispensa. Nosotros sólo sabemos a ciencia cierta, que es la que más nos conviene.


viernes, 20 de mayo de 2011

escritosypoemasderafaelmaranon: REHUSAR LA VOLUNTAD DE DIOS

escritosypoemasderafaelmaranon: REHUSAR LA VOLUNTAD DE DIOS: "Todo lo que rehúses, lo conviertes en tu antagonista . ¿Cuántas veces has tomado partido por algo que no te obligaba ni interesaba de maner..."

REHUSAR LA VOLUNTAD DE DIOS


Todo lo que rehúses, lo conviertes en tu antagonista. ¿Cuántas veces has tomado partido por algo que no te obligaba ni interesaba de manera directa o necesaria, fuiste enemigo de ese algo, y ese algo te fue durante tiempo adversario tenaz? Dejaste la lucha cuando comprendiste su inutilidad, y aquel asunto dejó de preocuparte, pues ya no lo resististe y lo convertiste con tu nueva actitud en una cosa más de las que todos los días suceden.

Es decir, al quitarle el aguijón de tu resistencia, lo desarmaste en ti mismo y lo neutralizaste. Ese enemigo, pues, fue enemigo mientras lo quisiste tú. Después, ya no fue nada. En ti nació y en ti murió; persona o cosa, pues, si es resistida y rechazada como mal, la haces tu enemiga. Se ve claro, en los deseos de revancha o en la realización de una venganza. Si te vengas de una persona, en ese momento te has hecho más daño a ti que el que tú le puedas infligir a él.

Rompes tu paz y te haces daño interior a ti mismo, no sólo ya cuando cumples el acto de la venganza, sino anticipadamente, mientras meditabas cómo hacerlo. Tal como el que tropieza con una puerta, y la emprende a patadas y golpes contra ella. ¿Qué consigue? ¿Piensas que el Señor Jesús mentía, se equivocaba, y deseaba equivocarnos cuando mandaba que no resistiéramos al malo?

Si por el contrario aceptamos las actitudes hostiles, agresiones e injusticias, con la perspectiva y visión de fe, y somos acordes con los propósitos del Señor, a la hora de hacer nuestros juicios y valoraciones, las cosas y los hombres que nos son adversos podemos y tenemos que considerarlos como dones y obsequios amorosos del Padre.

En el proyecto global de eternidad y gloria, Dios dialoga y comparte con sus hijos. Es puro amor que se muestra aportando en nuestros enemigos los elementos necesarios para nuestra corrección, en la adecuada dirección (Hebreos 12:5, 6). Como en todo es cuestión de fe. Es confiar en Dios en cualquier circunstancia.

De todo lo que me combate y me es enemigo, yo digo: «Señor, estoy de acuerdo en todo, porque tú, Padre, lo has dispuesto y realizado. Que se haga tu voluntad tan preciosa por la fe, que tú también me has regalado junto con la prueba. Y así tengo tu paz. Todo es posible para el que cree; y yo creo. (Marcos 9:23). No tengo que preguntar: ¿Dónde está tu voluntad? No hay que esperar una visión o señal en cada momento y en cada caso.

Lo que sucede... ¡eso es tu voluntad! No que yo reniegue y rechace tu voluntad (que muchas veces lo hago), No que yo soporte estoicamente tu voluntad (eso también lo hacen muchos paganos), ni que la comprenda siempre. Es que yo he de amar y amo tu voluntad en todo. Sed imitadores de Dios, como hijos amados (Efesios 5:1), amando y aceptando todo lo que el Padre disponga o haya dispuesto. Como dijo el mismo Jesús: No lo que yo quiero, sino lo que tú (Marcos 14:36). Así, en la plena aceptación, llega la paz más eficaz. Ya no más indecisiones, no más dudas, no más incertidumbres. Total liberación. Heme aquí, o Habla, porque tu siervo oye. (1º Samuel 3: 10-16)

Buscar la voluntad de Dios, y reconocerla en relación con aquello que se te enfrenta y a la luz de su Palabra. Con discernimiento espiritual y sana sabiduría. Con criterios de Dios. No podemos dañar al enemigo sin dañarnos a nosotros muchísimo más. ¡Ay del que se goza en la venganza!, ¡qué gran desgraciado!, ¡qué infeliz! Ya te has vengado, ¿y ahora qué? Por eso el Señor mandó sabiamente, haciéndonos grandísimo beneficio, que amásemos a nuestros enemigos. El se entenderá mejor con ellos. Yo pagaré (Romanos 12:19).

miércoles, 18 de mayo de 2011

escritosypoemasderafaelmaranon: - NO RESISTÁIS AL QUE ES MALO-

escritosypoemasderafaelmaranon: - NO RESISTÁIS AL QUE ES MALO-: " Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ..."

- NO RESISTÁIS AL QUE ES MALO-


       
        
Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os
    maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen
 para que seáis hijos de vuestro Padre que esta en los cielos...
         Sed vosotros perfectos como vuestro Padre que está
    en los cielos es perfecto

                          (Mateo 5:39, 44, 45, 48)

Si ponemos oído atento y obediente al mandato de Jesús y no resistimos al que es malo, tendremos junto a su promesa una sanísima instrucción sobre cómo sobrellevar los asaltos de los malos y las agresiones que nos oprimen continuamente. ¿Para qué resistir al malo? Decía un humorista famoso que los puñetazos son mercancía que viaja; van y vienen (Wodehouse). Y la Santa Escritura: A cualquiera que te hiera en la mejilla, vuélvele también la otra (Mateo 5:39)

Presencié un día un pequeño atasco de automóviles cuyos conductores intercambiaron algunas palabras agresivas. Dos de ellos se bajaron de sus respectivos vehículos y se enzarzaron en una pelea. Si los estupefactos espectadores hubiéramos podido contar los golpes, tal vez hubiéramos podido decir ¡empate! No hubo nadie que los separara, porque en aquel alboroto solo se podían pescar bofetones y golpes variados.

Ya restablecida la circulación, cada uno volvió a su automóvil, y se fueron sin más palabras. He presenciado altercados estúpidos, pero éste superó a todos. Dos adultos dándose golpes mutuamente, para no dejar nada aclarado ni solucionado. Fue algo ridículo, que después hizo reír a todos los que lo presenciarnos.

Yo me pregunté: ¿Qué pensará cada uno de los contendientes de las hinchazones y moraduras sufridas? ¿Qué provecho sacarán de los golpes que ellos propinaron al contrario? Pura estupidez; pero sucedió y sucede continuamente de muchas maneras. Si queremos saber cuáles son nuestros fallos y cómo corregirlos, es preferible oír lo que piensan y dicen nuestros enemigos de nosotros que escuchar lo que te dicen los amigos.

Éstos, por ser amigos y desear seguir siéndolo, no osarán señalarte ninguna falta tuya por mucho que la conozcan, y menos aún, si a cualquier defecto que te señalen respondes con enfado y hostilidad y no quieres reconocerlo. Al momento lo convertirás interiormente en enemigo. Por eso tus amigos se guardan con cuidado de comunicarte tus defectos. Y para eso Dios dispone a tus enemigos. No aceptas consejo de amigo fiel y tendrás que oír censura de enemigo.

Pero entiende que precisamente por estas condiciones el gran favor de señalar y hacerte ver tus faltas y caídas. Para conocerte a ti mismo, que es tarea importantísima y de mucho mérito y provecho, son precisos los enemigos. Mientras el reino de Israel fue fiel no precisó de ejército alguno para defender sus fronteras de enemigos, merodeadores y saqueadores, cuando acudían todos a las santas celebraciones en Jerusalén. El Señor les guardaba con extrema fidelidad. Tuvieron siempre seguridad. (Nehemías 9:27,28)

Tan pronto olvidaron sus deberes y la atención debida a Dios, no les faltaron enemigos que les hostigaran. Sólo entonces, en la aflicción, cuando clamaban arrepentidos y en actitud de obediencia, fueron invariablemente defendidos por el poder de Dios, aunque su arrepentimiento sólo fuera algo momentáneo y efímero. Pero aun con tan débil ánimo, «quitaron de entre sí los dioses ajenos y sirvieron a Dios. Y Él fue angustiado a causa de la aflicción de ellos» (Jueces 10:13-16; Salmo 78).

Todo buen cristiano ama a su enemigo. Amar al enemigo es amarse a sí mismo. Y el cristiano conoce que cuando los caminos del hombre son agradables a Dios, aun a sus enemigos hace estar en paz con él  (Proverbios 16: 7). Tus enemigos abundan tanto dentro como fuera de ti. Es pues prudente abstenerse a juzgar y condenar, a quien al fin y al cabo, si no fuera por sus circunstancias especiales, es igual que tú. Solo Dios, es quien tiene derecho a juzgar. Dejémosle hacer.

AMDG

martes, 17 de mayo de 2011

¿ARBITRARIEDAD DE DIOS?



La aparente y. por tanto, falsa arbitrariedad que los paganos atribuyen a Dios, porque desconocen sus designios de amor, los cristianos confiados en su fidelidad la consideramos como lo que verdaderamente es: una prueba que, como a hijos amados, nos hace pasar para darnos reflexión, dirección e inteligencia espiritual, aun cuando observemos que viene concatenada con otros acontecimientos que a nosotros nos puedan parecer no relacionados con lo que nos atañe.

El cristiano escarmentado y de vuelta de las falsas filosofías, ya no pone atención ni hace depender su vida de las mundanalidades nocivas y, por tanto, tiene libres su mente y su cuerpo para oponer a la agresión externa o interna, las adecuadas contramedidas con total eficacia. En la convicción de depender de su Padre soberano y bueno, le es permitido al cristiano afrontar los problemas que emergen ante sí, con la elegante y desconcertante naturalidad que tanto sorprende a los paganos.

Ninguna agresión o padecimiento, hará derrumbarse al cristiano convicto y confeso de su propia debilidad y dependencia. Es el ser más débil e indefenso, y a la vez la más poderosa fuerza del universo creado. Al no tener poder propio alguno, posee para existir el poder de Dios en la plenitud de Cristo. Es hechura nueva elegida y privilegiada por Dios, «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13).

Lo experimentamos, lo percibimos así en cada instante, y una alegría interior indescriptible, real y sentida profundamente nos invade momento a momento. En el triunfo o en el desastre mundano vemos impostores y engañadores. Tanto en una como en otra situación conocemos que, fijos los ojos en la luz del Cielo, podemos atravesar tranquilamente tanto la oscuridad del fracaso como la falsa luz del triunfo. Antes bien, en estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Romanos 8:37).

Ciertamente vivimos aquí, en otra esfera de la existencia, en la que se contemplan por la fe y la revelación, ambos lados del misterio de la vida y la realidad del más allá. Todo constituye un complejo de factores, que forman parte de una misma unidad del obrar de Dios. Percibida de una forma maravillosamente real, hace de nuestras vidas una experiencia trascendente y eterna.

Formamos parte del "Pleroma", es decir, de la plenitud de Dios en Cristo, y todo lo que acaece forma parte del mismo plan y de su misma realización. Nos llevaría tan lejos este pensamiento que hemos aprendido con simplicidad a decir, ¡amén! en cualquier circunstancia o tiempo. ¡Y sabemos lo que decimos!

La gran equivocación entre tantas grandes equivocaciones es que, a menudo, confundimos las dos palabras, mal y adversidad. ¡Cuántas veces hemos comprendido, aun desde nuestra mente testaruda, que aquella adversidad no fue un mal! Contemplado desde la actual panorámica, fue el salto a un enorme bien.

Por eso cuando comprobamos diariamente tal verdad, podemos  exclamar confiados: “menos mal que el Señor lo hizo a su manera, y no como yo creía que debía ser hecho”. Todo hemos de verlo como fin hacia la última manifestación de la gloria de Dios. Y la gloria de Dios es lo único de valor a buscar, puesto que, aun egoístamente, es la sola garantía de gloria para nosotros.  
AMDG

lunes, 16 de mayo de 2011

DIOS NUNCA NOS FALLA; SOMOS NOSOTROS




En todas las iglesias autollamadas cristianas, cuando se lee un trozo de la Santa Escritura se dice solemnemente: ¡Palabra de Dios! Nosotros verdaderamente lo creemos así sin más discusión, y por ello procuramos hacerla real y viva. Y es que para nosotros, estas palabras que se leen no son un acto más del ritual, por espectacular que éste sea. Son reales y transformadoras de vidas.

Podemos citar algunos pasajes, aunque para el creyente maduro e ilustrado existen infinidad de ellos. Toda la Biblia es consuelo, instrucción y ayuda y cada pasaje es útil para alguna necesidad específica. De todos modos expondremos algunos ¡Son tan hermosos! « «Mi alma está muy turbada y tú, Señor, ¿hasta cuándo?». (Salmo 6:3). «Conozco, Señor que tus juicios son justos y que conforme tu fidelidad me afligiste». «Sea ahora tu misericordia para consolarme» (Salmo 119:75, 76)

¡Cuántas y cuántas citas bíblicas podemos aportar! Son innumerables, y todas nos enseñan que el hombre, ante la prueba, conoce las dos cosas principales en medio de ella.

1ª Todo proviene de la voluntad de Dios, adverso o favorable aun desde nuestra corta perspectiva. ¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo buena? ¿Por qué se lamenta el hombre viviente? ¡Laméntese el hombre de su pecado!... Que se siente solo y calle, porque es Dios quien se lo impuso» (Lamentaciones 3:37-39; 28).

2ª Dios sabe lo que hace; al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén. Romanos 16:27) 
La primera consideración ya nos proporciona un horizonte de alivio y esperanza Le sigue consecuentemente que la liberación vendrá en todas las ocasiones. Para  verdadero  creyente, hasta la muerte es una forma de liberación.

A veces esta liberación, este escape, se presenta rápidamente, y otras, aunque ocasionalmente parezca que se aplaza según nuestra torpe impaciencia, al final llega con fruto cierto y abundante (Hebreos 12:11).

Siempre hay liberación para el que está en el Señor si sabe esperar el momento oportuno. El Señor dice por boca de David: «Deléitate en el Señor, y El te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda tu camino a Dios y confía en Él: y Él hará» (Salmo 37:4-5). No es hacer ni ser por nosotros mismos, sino amar la obra de Dios y deleitarse en ella sabiendo que ha sido escogido para una gloria inimaginable. Solo eso produce los frutos del Espíritu:… el fruto del espíritu es amor, gozo espiritual, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra esto no hay ley. (Gálatas 5:22 y ss.) Es decir, que nunca nos pasaremos practicándolo.

Las formas, pues, y el tiempo del consuelo, hemos comprobado que dependen de Dios; como todo. Que el consuelo llega es cosa segura; basta estar confiado. La paz llena al creyente, que sabe que el Padre no aflige ni entristece por el placer de atribular a sus criaturas. «Antes bien, si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias» (Lamentaciones 3-32).

AMDG

jueves, 12 de mayo de 2011

ACTITUD Y PAZ


Pero hay que dejar bien aclaradas dos premisas principales para enfrentarse con un tema tan delicado. Primera. No es lo que nos sucede, sino nuestra actitud ante ello, lo que hace que cualquier dificultad con la que nos sentimos enfrentados sea para nosotros algo terrible, o sólo un inconveniente pasable. Repetimos, es la actitud subjetiva la que proporciona identidad y cuerpo a lo que nos sucede objetivamente. Un ejemplo: Cuando mi hijo era pequeño había que llevarlo periódicamente a la peluquería, a la que él aborrecía.

Era una "odisea". Tan pronto como el peluquero nos veía entrar en su establecimiento, nos lanzaba una mirada mezcla de simpatía y de compasión por él y por nosotros. El niño gemía, protestaba, sudaba... y el peluquero y yo con él. Una angustiosa hora era precisa para hacer el trabajo; tanto que  dejábamos pasar el tiempo más de lo conveniente, antes de volverlo a llevar.

Un día que se hallaba más sosegado pude persuadirle de que si se quedaba quieto, le podía prometer que el asunto duraría menos de la mitad del tiempo y el trabajo sería menos desagradable y aun pasable para él mismo. El niño era inteligente y comprendió. Dios sabe el esfuerzo que el chico haría con tal de contentarme. Lo cierto es que los siguientes cortes de pelo fueron totalmente tranquilos, sin gemidos, ni tirones ni sudores.

Éramos el mismo peluquero, el mismo padre y el mismo niño, pero la actitud de éste era distinta y todo cambió a mejor. Ya jamás volvimos a padecer aquel suplicio. La actitud del niño, confiado, positivo y calmado, fue el condicionante de aquella estupenda variación.

Podemos colegir, por este simple ejemplo que es nuestra actitud ante cualquier situación lo que condiciona decisivamente las circunstancias y resultados en casi todas las situaciones de la vida. Mala actitud y enfrentamiento es igual a sufrimiento. Buena actitud es serenidad y paz. Comprueben en un niño pequeño al que hay que ponerle una inyección.

En medicina, y ante cualquier intervención médica, lo que más aprecian los cirujanos es la serenidad y confianza del enfermo, que les facilita de forma extraordinaria la necesaria intervención. Y con lo dicho se puede hacer una extrapolación a toda situación.

Segunda. Muchas veces preguntamos: ¿Cuál es la voluntad de Dios en este asunto tan doloroso y complicado que me está sucediendo? Podemos decir con toda certeza: La voluntad de Dios es exactamente lo que me está pasando! ¡Esto mismo!

En esta actitud, que es difícil si es sincera, el creyente comprueba sin más cuál es la voluntad de Dios. La fe repite constantemente: ¡Esta es! Y ya no hay por que devanarse la cabeza ni agitar el corazón. Todo lo que ha pasado, pasa o pasará, es la voluntad de Dios. Los mismos sucesos son su voluntad y los resultados de esa voluntad.

Ya decimos que es difícil, en un trance cualquiera, decir y sentir esto con sinceridad y acatamiento real. Pero es así, y no de otra forma. Dios crea, vitaliza y controla su universo. No se descuida o duerme, ni tampoco se equivoca. Si lo sentimos así, comprobaremos más adelante esta verdad tan reconfortante.

Para empezar a guiarnos, en primer lugar hemos de tener muy en cuenta las afirmaciones de La Biblia, perfectas y verdaderas como lo que son: Palabra inspirada por Dios. El decurso de la vida nos da ocasión de comprobarlo, pero es más sabio obedecer y, después, sin complicaciones, verificar su eficacia y poder.

Rafael Marañón