domingo, 20 de noviembre de 2011

ASÍ ESCRIBO YO




Amo los divertimentos,
El verso me es agradable
Y expresar mis pensamientos
En todo lo imaginable.

Alguno adora la fama
Con el reconocimiento,
No se goza porque no ama
Y se apacienta de viento

Es mejor pasarlo grato
Con chuflas o seriedad,
A soportar un mal rato
Componiendo en ansiedad.

No deseo petulante
Que me otorguen algún premio,
Quiero gozar cada instante
Desarrollando el ingenio.

Ni voy loco tras la fama
Ni la vana adulación:
Gozo haciendo un epigrama
Sin ninguna otra ambición.

Y como me siento libre
De alabanza o abucheo,
Hago que mi verso vibre
Contando lo que yo veo.


Escribo a tontas y a locas
Lo que mi magín me dicta,
Correcciones hago pocas
Y prosigo fatalista.

La rima es libre y hermosa
No requiere precisión,
Mas deviene farragosa
Si no tiene inspiración.

Con rima libre, ingeniosa
Se consigue lo mejor:
Más preferible es la prosa
Si no eres buen trovador.

Y es que la poesía asonante
Si se compone armoniosa
Tiene estilo palpitante
Y expresión maravillosa.

No busco en mi verso gloria
Que es efímera e incierta
No quiero, por vanagloria
Sufrir crónica reyerta.

No deseo rimar castigos,
Mi verso es para gozarlo,
Que solace a mis amigos
Y si me canso... dejarlo.

INTELIGENCIA Y SUS APLICACIONES

Un buen amigo me envió recientemente un link sobre inteligencia y me hizo pensar en lo que es algo consustancial con la especie humana. La utilización de tal inteligencia. No es lo mismo se inteligente que actuar con inteligencia.

No tengo quejas de la mía, aunque si ve uno que el general  Norman Schwarzkopf, - el que mandó a los americanos en la guerra del golfo- tenía 170 IQ, ya se hace uno una cura de humildad y empieza a ver claramente lo que realmente importa.

Ignoro la inteligencia que poseyera Napoleón, Gengis Kan, o los músicos y literatos más destacados. Lo que importa para mis necesidades y las de todo el mundo, es tener un cociente intelectual suficiente para comprender lo que hace falta para vivir bien, en el sentido total de la expresión “inteligencia”.

Se habla mucho de inteligencia emocional y he leído un libro sobre ello titulado así y numerosos aplicaciones de esta llamada inteligencia. Recuerdo una frase que en una película antigua le hicieron decir a San Isidro labrador patrono de Madrid.

Le preguntaban unos petimetres petulantes, y respondía con extraña lucidez. Estos extrañados le dijeron que parecía inteligente. Él contestó lapidariamente: soy muy inteligente porque tengo toda mi confianza puesta en Dios.

A Algunos puede parecerles esta respuesta algo necia o petulante… o tal vez muy humilde. Eso depende del que la pondere. Para mí es una excelente contestación casi insuperable. La inteligencia emocional, es la normal puesta al servicio cristiano de hacer el bien y tratar de ser comprensivos, agradables y amigables con todas las personas.

Ser inteligente, supone que no vas a emitir una respuesta necia por una ofensa cierta o subjetivamente interpretada; ser inteligente supone que te vas a ordenar, porque el desorden hace multiplicar el trabajo sin provecho y el tiempo sin motivo.

Hay muchas maneras de ser inteligente, pero el que no aplica esa inteligencia a procurarse una vida agradable, y es incapaz de proporcionarse los estímulos y realizaciones que le gustan realmente, creo que es poco inteligente. Un tal Charles, creo que era sumamente inteligente... Ya saben, “Jack el Destripador”.

O esos malhechores astutos y muy inteligentes para sus fechorías y para burlar a la justicia, que en las películas muestran que en muchas cosas carecían de inteligencia, aunque les moviera por tiempo su orgullo. Un pequeño fallo les hacía caer en las manos de la justicia, compuesta de policías no tan inteligentes, aunque sí lo suficiente para llevarles a la cárcel.

Si la inteligencia no se aplica “inteligentemente” -valga el torpe retruécano- no vale una higa. Se dice que los muy inteligentes son desgraciados. Se ponen ejemplos de hombres famosos, que destacaron en su tiempo, que hicieron grandes hazañas, y fueron desdichados. Si un hombre inteligente es desgraciado, es porque no sabe aplicar su inteligencia, y si no sabe esto es que no es tan inteligente.

Hablando de mí como ejemplo, yo no soy demasiado inteligente y soy feliz como un tonto. ¿Por qué? Simplemente porque he sabido elegir el camino de la santidad y la fe en Jesucristo, y con ello me considero como el más inteligente del mundo, porque supe elegir entre tanto montículo de ideas que yo escudriñaba tenazmente.

Fui a dar con la montaña gigantea del Evangelio, y allí encontré la felicidad, la paz y la esperanza, y además aprender a ser humilde, dado que mi carácter fue, y es, el mayor obstáculo para mis objetivos espirituales.

Y eso es todo lo que tengo que decir, por causa del espacio, aunque creo que suficiente para la comprensión de cualquiera, que no necesita ser tan inteligente, sino avispado espiritual para dar con la famosa tecla. La tecla de Jesús.