miércoles, 26 de junio de 2013

LAS OPRESIONES DE LA VIDA (Reflexión a un amigo)



Claro que sí, afable amigo. Si todos los que sabemos algo de cosas espirituales y de la profundidad del misterio de Dios en Cristo, nos dedicamos febrilmente a enviarnos nuestros “magníficos y cuidados escritos” que ya conocemos desde hace muchos años, solo estamos satisfaciendo nuestra vanidad. Y eso es un trabajo necio y poco cristiano.

Este servidor tuyo, se dedica a enviar sus modestos escritos a los que no conocen muy profundamente los asuntos espirituales porque, lógicamente, están absortos en los problemas cotidianos. El que es rico desprecia estas cosas porque ya tiene bienestar, y a su manera vive bien: ya habéis tenido vuestro consuelo, dice Jesús.

Los que están asediados por conflictos y penurias, tampoco prestan atención a las llamadas del bien, estando como están, en una lucha constante por ganar o conservar empleo y bienes materiales, que en el pensar de la generalidad de las gentes es primordial o principal.

Como la solidaridad y la caridad ya se ha dejado en manos del Estado, la gente se siente desamparada y casi nadie ve su porvenir o el de su familia tan claro como quisiera, por lo que las preocupaciones son un obstáculo enorme a la hora de adherirse a una doctrina que, por sí sola, requiere un grado de anulación de los instintos y sentimientos primarios.

Como resultado se buscan defectos en los clérigos de cualquier clase, y se desprecia una doctrina que aplaza la recompensa hasta después de la muerte. La paz y la anulación de sobresaltos, envidias, etc. ni se tiene en cuenta ni se valora suficientemente aunque muchos de los que menciono nunca han conseguido la paz. Se va con la gente en la vida y al fin se desciende a la tumba sin haber sido dueño de sí mismo jamás.

Se van como han venido y raramente se paran para hacer un inventario de su vida, que consideran al fin como hueca y sin alicientes. Los hijos se van o quedan descolocados y siendo una espina para los padres, y cuando estos hacen el resumen de su vida, se reduce casi todo a trabajar, y a vivir siempre en la precariedad y en la esclavitud de un trabajo o en la angustia de perderle, así como la salud de la familia y los medios de subsistencia.

Solo el cristiano genuino aprende, generalmente por una vicisitud en su vida casi siempre desfavorable, y pasa a ser uno más de los que dentro de un sistema, aprenden y gozan de la libertad de los hijos de Dios. Tienen su confianza puesta en el Padre. Como esperan una trascendencia desprovista de leyenda o de incertidumbre, viven vidas ricas en amor y en paz: Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. (Filipenses 4:7)

Rafael Marañón 

AMDG.