sábado, 19 de noviembre de 2011

SOBRE MONJAS DE LA CARIDAD




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 Quinientas comidas diarias… con su jubilación
by Jorge


Menuda, viva, con bastón y bastantes años encima. Así se me ha presentado sor Teresa –evidentemente nombre ficticio-, Hija de la Caridad, esta mañana en la parroquia.
-Buenas, ¿es usted Don Jorge?
- Para servirla, hermana.
- Soy Hija de la Caridad y vivo en Martínez Campos. ¿Es usted el que ha escrito eso de la iglesia y el IBI?
- Sí, efectivamente soy yo.
- Es que verá, nos lo leyeron el otro día en comunidad y se me ocurrió venir a conocer la iglesia y a saludarle si era posible.
Evidentemente hemos charlado. Y he aprovechado para conocer cosas de estas hermanas. Ellas llevan un gran comedor social. Quinientas comidas dan al día, más la comida que la gente se lleva a casa para niños y personas que no pueden salir de sus domicilios por enfermedad o invalidez. Quinientas comidas.
Y un interrogante. ¿Cómo lo financian? En personal no gastan, porque lo hacen las hermanas y algunos voluntarios.  Pero ojo lo que es llenar las ollas cada día para que medio millar de hermanos puedan saciar su hambre. Me decía que llegan donativos. Pero sobre todo me confesó en voz baja que, claro, “somos bastantes hermanas mayores y tenemos jubilación, y con eso nos apañamos”. Es decir, que quinientas personas diarias comen gracias al trabajo y a la jubilación de las hermanas, que evidentemente tienen un caserón en Martínez Campos por que el IU querrá que paguen IBI  por capitalistas e insolidarias en momentos de crisis.
Ha pasado un ratito a la capilla del Santísimo para saludar al Señor de la casa y pronto se ha despedido.
- ¿Ya se va?
- Si, padre, que me toca portería.
- ¿Pero ustedes no descansan nunca?
- Mientras se puede, a trabajar en lo que sea necesario.
Cuando la he visto marchar hacia el metro pensaba en los datos: quinientas comidas diarias. Una monjas con su trabajo y aportando de su jubilación. Y no es un caso aislado.
Mientras, en la campaña electoral, siguen diciendo que hay que acabar con los privilegios de la iglesia. Y lo cierto es que los tenemos. Porque dar de comer a quinientas personas cada día es un lujo que no todos pueden disfrutar. Lo dijo el Señor: “Venid, benditos de mi padre, porque tuve hambre y me disteis de comer…”