sábado, 3 de septiembre de 2011

LO PEREMNE EN LA GRAN COMISIÓN




Hace tiempo y un día cualquiera se me ocurrió escribir algo sobre la “religión cristiana”, y después me animé y escribí un libro. ¿Quién no escribe un libro hoy día? No sé si se habrá vendido alguno, porque lo que digo, ya está dicho, y lo que siento como una revelación o visión particular, puede ser compartido por solo muy pocas personas. No es que yo me tenga por muy inteligente o religioso, sino porque lo que digo no gusta a nadie, por fas o por nefas.

Y creo que no gusta, porque la verdadera doctrina de Jesucristo es siempre la misma. He leído casi con avidez a unos teólogos que critican acremente a los obispos de las comunidades donde existen nacionalismos extremos. Y desde luego esas tesis que estos críticos  sostienen con la Biblia, no son un prodigio de lucidez ni de ortodoxia. Cualquier niñito de la escuela dominical o catequesis, etc. lo sabe más o menos correctamente, a poco que sea algo agudo.  

Digo ortodoxia, porque la base del amor de Dios preconizada por Jesucristo y las condiciones que este amor pide son inamovibles. En cualquier evo de la “evolución” del ser humano. La palabra ortodoxia no está bien vista por muchos. Si nos andamos por las ramas confundiremos “la gimnasia con la magnesia” en el asunto de determinar lo que supone para estas personas el amor de Dios, comunicado por Jesús a la humanidad.

Ciertamente, sería demasiado presuntuoso pensar que estamos solos en el Universo. Es algo demasiado aventurado, pensar que existimos solo Dios y nosotros. El verbo se hizo carne, y se puede hacer, si así lo quiere, en otros muchos atributos que ni podemos imaginar.

Solo que nosotros, en vez de entrar en fabulaciones fuera de nuestro alcance, hemos de ocuparnos como dice San Pablo:… ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. (Filipenses 2:12, 13)

¿A que qué ocuparnos de altas y agudísimas cuestiones? Tenemos claro que el amor, no es el querer ta como creen tantos, sino el secundar el deseo de Dios de: que todos los hombres se salven y vengan a conocimiento de la verdad. (1ª Timoteo)

Tenemos que insistir en que la Igesia se ha de concentrar en el mandato de: id y proclamar el Evangelio a toda criatura: (Marcos 16:15) y si es posible, hacer discípulos (Mateo 28:19) que serán los que Dios, en su sola potestad, traiga a disfrutar del Reino.

Centrémonos en ello, y no andemos por lugares o asuntos que no nos son permitidos. Bastante tenemos con hacer lo que debemos… que por cierto… Bueno, digamos que no lo hacemos demasiado bien. Los resultados los vemos a cada paso.