sábado, 24 de marzo de 2012

FE ELEMENTAL, MALAMENTE EXPLICADA (1)

                                

Estimado amigo: me parece bien lo que me escribe desde su punto de vista. La verdad no tiene punto de vista sino que es o no es. Puede haber razones más o menos válidas desde  perspectivas distintas, aunque eso no cambia la verdad sino el ángulo de mira.


Es por eso que me extraña que me hable usted de asuntos que están sobradamente discutidos y determinados por teólogos, sabios, filósofos, y sobre todo por la realidad que nos circunda. Usted puede decirme que la fuerza que mueve los planetas y los microbios se llama evolución, Dios o Manolo.


Le doy a elegir, pero es algo tan notorio, que decirse ateo es algo así como decir que no se tiene cabeza. Que usted hace lo que hace, sin ton ni son, cree lo que cree, y sabe el porqué un litro de lejía no es lo mismo, que un litro de leche, y que un trapo mojado no sabe, lo mismo que una tarta de fresas. Está a la vista y sus efectos son visibles.


Usted puede no creer en el Dios que le presentamos los cristianos con tan poca destreza y tan menguada fortuna, pero en su fuero interno usted es deísta. Si así no fuera usted no me escribiría. Y desde luego esa agresividad por no llamarle saña no se debe a que no cree. Sin duda es porque cree, y se rebela contra la inexorabilidad de la voluntad de Dios.


Por otra parte no me diría los desatinos que me plantea, que son, sin duda y por lo que puedo colegir, restos de una ojeriza que le viene de Dios sabe donde. Ya ve que yo siempre echo mano a Dios. Es que es lo único que hay coherente con el Cosmos en que vivimos.


La Iglesia cristiana de cualquier clase que sea es teóricamente obediente a los mandatos y a la “filosofía” de Jesús de Nazaret. Yo creo en Dios, como suprema inteligencia que crea y gobierna el Universo. Lo demás es retórica. Lease usted Un librito "La cuenta regresiva" o el del P. Loring "Para Salvarte", y ahí encontrará usted evidencias y argumentos de autoridad para su paz y conocimiento.


PAN DEL CIELO





Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
(Romanos 5:8).

El pan que nos da Dios de comer, ya no es el maná del desierto, sino el verdadero Pan del Cielo (Cristo) que alimenta nuestra vida integral, y no solo nuestros cuerpos. Es la fuente de agua viva, que no dudó en su infinita angustia, entregarse a la voluntad de su Padre, el Dios Creador y Sostenedor.

Aquello implicaba sufrimiento; humillación aun más terrible, que la que significaba descender del seno de su Padre y abajarse a hacerse humano. Todo lo soportó: Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su propio camino; mas Yahvé cargó en él el pecado de todos nosotros. (Isaías 53).

Así pues, comprobamos que el Evangelio es recibido con más alegría por los pecadores que se reconocen perdidos, y contemplan como Jesús le saca de su atolladero en que sufrían y gemían en su alma, y les ha dado un horizonte nuevo y una nueva vida por toda una eternidad. Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. (Romanos 5:8).

Lo que se creen justos, fían más de su propia justicia que del amor de Dios, que incondicionalmente nos da la vida, y nos indica el buen camino para nuestra dicha. Dice el apóstol: Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. (Santiago 1:5).

Dios no hace las cosas a medias, porque eso no va con su grandeza. Si perdona, es que ha perdonado para siempre. No hay alma contrita que yendo a Dios con arrepentimiento, no encuentre una amnistía total y eterna. Los pecados han sido borrados para siempre. Ese es el estilo de Dios, y el que corresponde a una tan grande sabiduría, amor y poder.

El Evangelio no es una ley antigua, actualizada y mejorada, o un medio de salvación por buenas obras (las cuales son imprescindibles y consecuentes), pero más clemente que la Ley antigua. Es por este concepto, por lo que hay confusión en conocer a las personas por la cuales murió Cristo.

Tal como el fariseo que oraba, ellos creen que el Evangelio de Jesús, es solo para personas muy morales, y de vida recatada y sobria. ¿Es malo eso? se pueden preguntar algunos. No se trata de que menospreciemos las virtudes ciudadanas y personales de gentes que, por una u otra razón o ideario más o menos correcto, se portan con mayor justicia que el común de las gentes

De lo que se trata, es de que no es una cuestión abstrusa y escondida, solo para teólogos y gentes instruidas en los misterios de Dios, sino para los que ignorantes, descuidados o pervertidos “necesitan angustiosamente” la salvación, pues están absolutamente perdidos.