
Estimado amigo: me parece bien lo que me escribe desde su punto de vista. La verdad no tiene punto de vista sino que es o no es. Puede haber razones más o menos válidas desde perspectivas distintas, aunque eso no cambia la verdad sino el ángulo de mira.
Es por eso que me extraña que me hable usted de asuntos que están sobradamente discutidos y determinados por teólogos, sabios, filósofos, y sobre todo por la realidad que nos circunda. Usted puede decirme que la fuerza que mueve los planetas y los microbios se llama evolución, Dios o Manolo.
Le doy a elegir, pero es algo tan notorio, que decirse ateo es algo así como decir que no se tiene cabeza. Que usted hace lo que hace, sin ton ni son, cree lo que cree, y sabe el porqué un litro de lejía no es lo mismo, que un litro de leche, y que un trapo mojado no sabe, lo mismo que una tarta de fresas. Está a la vista y sus efectos son visibles.
Usted puede no creer en el Dios que le presentamos los cristianos con tan poca destreza y tan menguada fortuna, pero en su fuero interno usted es deísta. Si así no fuera usted no me escribiría. Y desde luego esa agresividad por no llamarle saña no se debe a que no cree. Sin duda es porque cree, y se rebela contra la inexorabilidad de la voluntad de Dios.
Por otra parte no me diría los desatinos que me plantea, que son, sin duda y por lo que puedo colegir, restos de una ojeriza que le viene de Dios sabe donde. Ya ve que yo siempre echo mano a Dios. Es que es lo único que hay coherente con el Cosmos en que vivimos.