martes, 20 de septiembre de 2011

EL PRINCIPIO DE LA CONTAMINACIÓN.

 

Sucedió, que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas, que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres
 escogiendo entre todas.
(Génesis  6:1)

La mezcla de aquello que es de Dios, con lo que es solo propio del ser humano despegado de Él, es una forma de mal extraordinariamente maléfica y peligrosa, que se presta como instrumento de Satanás, para intentar manchar seriamente el testimonio de Cristo en la tierra. Esta mixtura podría tener la apariencia de algo muy deseable, y en algunos aspectos muy sutiles, concordante con la doctrina cristiana, del amor al prójimo y la concordia.

Puede tomar la forma de una relación indolente para no ser tildados de intransigentes, puritanos o fundamentalistas. O también, por otra parte, la búsqueda de un acercamiento a las gentes tan necesitadas de ser instruidas, informadas y formadas; de unas oportunidades de testificar y dar una oportunidad de cooperación a los que no conocen nuestra forma de entender la vida. Algo que atrajera a las gentes a la vida de Cristo.

En realidad no es posible confiar en que este método tenga eficacia, ya que el mal es más pegadizo que el bien y su influencia es demoledora. Más aun, tratándose de creyentes que tan pronto sufren algunas contradicciones por parte de alguna persona instruida, pero incrédula, vacilan de sus propias convicciones. 

A la luz de la Escritura estas estrategias, por muy cargadas que estén de buena intención, son nefastas, ya que contradicen la palabra de Dios que veda de forma taxativa la asociación,  mezcla, o vivencia con incrédulos. Estos por añadidura, ya sea por ignorancia o por mucha  instrucción, son enemigos declarados de la palabra de Dios en todo aquello que es admonición contra sus vicios o filosofías.

No hay pues ningún provecho para los creyentes alentar relaciones sean de negocio, matrimonio, o relaciones amistosas íntimas y reiteradas con los hijos de este mundo (“κόσμος”) rebelde, que despreció y sigue ignorando a Cristo. O que la verdad de Dios, pueda confundirse con las teologías de un mundo descaradamente pagano.

Ese no es el método de Dios para promover los intereses del Reino, ni de los que han sido llamados para ser sus testigos y luz del Señor en la tierra. La luz ha de ser pura; no convive con tinieblas.

Toda relación que no sea para ayudar a los que se sientan perdidos tiene su límite. Nada es tan importante para que el fin justifique malos medios. Y aun con la mayor necesidad se puede ir a lo que hacen otros, para que puedan volver a la verdad.

Meterse en el infierno para sacar a quien no quiere salir es bobada grande. Desde una orilla se puede auxiliar a quien se lo lleva el río, pero si el que auxilia se mete también van los dos por el mismo camino de perdición.