miércoles, 11 de enero de 2012

HAITÍ Y DEMÁS

HAITÍ Y DEMÁS



A mí, a veces, me da por pensar. Sobre todo cuando me encuentro enterito y no tengo ganas de tanta mojiganga como ocurre en el mundo y sobre todo en el mundillo llamado rosa y a lo que yo llamo “de la vanidad”.

Revistas y hasta algunos muestran sus mansiones en un alarde (muy comprensible) de vanagloria. Otros llenan estadios completos pagando entradas de alto precio y otros... pero dejemos a los otros en sus cosas y emprendámosla con las nuestras.

No trato de criticar estas cosas porque es lo que nos enseñan desde pequeños y hasta los convertidos al Evangelio de Jesucristo se ven celestes para poder cumplir con su vocación en un mar turbulento de tentaciones y solicitaciones que es bien difícil evitar.

Pero hétenos aquí con una humanidad ignorante, abandonada a su suerte, explotada, llevada a la ergástula de la discriminación, y a la desesperación de sus continuas derrotas o mejor dicho perenne derrota de sus aspiraciones.

Vemos a Haití abandonada o mejor aun tirada sin amparo de sus hermanos que son humanos y que tienen por más afrenta tener un dos por ciento de desmejora de sus entradas dinerarias que la muerte y desesperación de masas enteras de indigentes y discriminados porque ellos, sin instrucción ni medios, no pueden salir solos del marasmo económico e intelectual que sufren desde siempre.

Y del que no saldrán nunca mientras en el mundo llamado impropiamente cristiano y occidental no se implementen medios para sacarlos de la barbarie. No son tan feos como me decía un amigo. Al hipopótamo le gusta la “hipopótama” y lo demás le trae sin cuidado. Por eso hay aun hipopótamos.

A los pobres desheredados hay que ayudarles, no solo enviando comida tasada y mal repartida, sino hacer mejores universidades para que los que de ellos destaquen, se pueda formar una élite de ciudadanos que, con valores orales y capacitados para actuar, se hagan cargo de la dirección de sus países para levantarles de la postración.

Algunos dicen que no se hace porque no se quiere, pero yo no lo creo así. No podemos ser tan salvajemente indiferentes con los problemas humanos, y estoy seguro de que se puede y se debe levantar al caído.

Tantos millones como se gastan sin ton ni son, con una irresponsabilidad terrible, y no hay para proporcionar siquiera sanidad  aun elementalísima a estos países en los que desdichadamente llueve siempre sobre mojado.

¿Qué no hay gente? Si que la hay y si no la implantamos, pero es penoso ver como aquí nos quejamos, cuando tenemos médicos que muchas veces atienden menudencias, y casi todos tenemos los cajones de la casa  llenos de medicinas, algunas a medio consumir.

Y sin ir más lejos muchas gentes en nuestras calles y esquinas registran los contenedores de basura para ver lo que pueden recoger para comer. No son ellos los indignos. Somos indignos, los que no votamos a un partido que recoja todas esas necesidades dramáticas,  y vergonzosas… para nosotros.

Tanto presumir de cristianos y de buenos, que parece que no hay más buenos que los periodistas y los que los leen. No nos hemos sumado a las inquietudes de Dios para sus criaturas, y así nos irá cuando llegue la hora de la justicia de Dios sobre todas sus criaturas. Todo llega.