lunes, 12 de noviembre de 2012

EN TU GUARDA, AUN REBELDE (SONETO CON ESTRAMBOTE)



En guarda de tu amor no siento frío.
Más no cual quieres tú; y allá en las eras
Del trigo de abundancia, tú me esperas
Con ansia de mi entrega, Jesús mío.

Cuan rebelde prosigo en desafío,
Y contemplo pasar las primaveras
Donde mustia la flor de las esperas,
Esperando insumiso, no confío.

Es rebelde mi vida, es frustración,
Que abundando los santos y testigos,
Yo persista en mi necia rebelión.

¿Cuándo tendré tu paz?  ¿Que aberración
Es mi comportamiento, y mis castigos,
Que perplejo no rindo el corazón?

Envuelto en mi aflicción,
Con lágrimas imploro a tus postigos,
Que tengas de mi alma compasión.  

ALGO SOBRE LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU (Parte II)



 


              
                 Alguien haciéndose eco de lo que Dios podría decirnos, decía algo como: ¡a ver! ¿Cuál de los diez mandamientos no habéis entendido? ¡No matarás! es claro, y comprende el que nadie te mate a ti. No irás detrás de dioses ajenos, porque al fin de cuentas esos dioses en vez de liberarte como prometen, lo que hacen es esclavizarte sin retorno.

Y así todos y cada uno de las ordenanzas de Jesús, que han sido superadores en la aplicación y el Espíritu a las enseñanzas primitivas; Él no modificó, sino resumió todo, condensándolo, y a la vez expandiéndolo en un solo mandamiento que dio explícitamente: Que os améis los unos a los otros; es decir ¡El AMOR! 

Con razón decía alguien ¡Ama y haz lo que quieras! ¿Cómo va una persona que ama a otra a causarle ningún mal? Todo lo que anhela el que ama, es hacer al objeto de su amor de los mayores bienes posibles; y si no puede, por lo menos se los desea.

Eso es, resumiendo, todo: Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas. (Mateo 7:12). No hace falta mucha teología ni filosofía, para entender este sencillo y a la vez majestuoso mandamiento de Jesús.

Nadie que ama, hace daño a la persona que ama. Si nosotros somos capaces de amar a todos en Jesucristo, los frutos se dejan ver enseguida sin asomo de duda. Son claros y determinantes en el devenir de la humanidad. Es claro que cada mandamiento prohibitivo es también una prohibición a que se proceda mal contigo, como a ti se te prohíbe proceder mal con los demás.

Son los bellos mandamientos
Que lo mismo que te obligan
También a ti,  de violentos
Te defienden y te abrigan.
R Marañón